El New York Times viene de responsabilizar a Merkel de la deriva española, como si las medidas adoptadas por Alemania fueran ocurrencias autónomas de este país, ajenas al concierto global financiero. Pero Alemania de lo único que se preocupa es de fabricar dinero, de cobrar sus intereses y de engordar sus prestamos, que es de lo que va todo este asunto de la UE. Al indio, látigo. Sólo cuando el indígena español comience a caer y quede exhausto por el camino, se disculpará a la víctima. Antes fue Grecia y luego será Italia. El mercado está lleno de posibilidades, y de hecho Alemania hace mucho que mira a Asia. No son ellos quienes yerran sino una edificación europea perversa, responsabilidad de todos, diseñada en favor del motor alemán, que sólo busca el empacho de su iniciativa privada en detrimento de la estafada ciudadanía europea. Al vulgo ya se le contentó en su día con unos fuegos de artificio. Fue él quien dijo "si" a todo esto, y la deuda, como las bolas de nieve, están para agigantarse hasta el infinito.

A ello se suma una convulsión golpista tácita hacia el bienestar continental, instaurada por un neofascismo liberal que los Fondos privados contemplan con magnanimidad. Se dice que todo descansa en rebajar el déficit. Es muy cierto que en ningún momento se busca política alguna que persiga el crecimiento económico de nadie, pero ello no es por mala praxis, sino porque en el fondo, el instinto del Capital rehuye cualquier posibilidad de rehabilitación que pueda minusvalorar sus perspectivas. Cuanto peor, siempre será mejor. Sólo desde un estado de Shock es posible un golpe de Estado real y efectivo al bienestar. Cada nuevo recorte, cada nueva carencia sobrevenida, es ya susceptible de ser asumida y gestionada por la iniciativa privada. Se busca "salvar a los países" (encarnados en personas) porque el objetivo es sacrificar a sus sociedades. Se habla de salvar a Grecia, Irlanda, España, Italia o Portugal, porque lo que se persigue es el sacrificio de griegos, irlandeses, españoles, italianos y portugueses. El objetivo sólo se consumará cuando las sociedades queden rebajadas a su nueva condición; cuando el país en cuestión albergue ya a otra tipología de ciudadanos (con distintos derechos y deberes); otra tipología de sociedad.

La pregunta es sencilla: si el anterior presidente del gobierno (socialdemócrata) se vio obligado a renunciar a su ideario político, teniendo que someterse a las directrices del Mercado (mayo de 2010) y el actual presidente del gobierno (liberal) aprueba sus nuevas medidas porque según él tampoco hay más remedio, siendo su opción "la única posible", dónde descansa entonces la soberanía del pueblo español? Más aún, ¿qué rol juegan sus políticos? De qué libertad hablamos, sino de una burda abstracción que habita en lo más primario de nuestro molde intelectual. No es que ya dé igual a quien votar, sino que en realidad tampoco importa si votamos o no, porque la irrelevancia social de los pueblos, hace tiempo que es ya un hecho en la Granja orwelliana. Incansable, el conejito a pilas neocón sigue percutiendo hasta ver un día consumado su objetivo, la desaparición del Estado hasta su exacta asimilación con el modelo residual neoliberal.

Crecido en sus órdagos y dispuesto a no perder la gran ola, el último informe del FMI encuentra también la imaginativa formula que invita por fin a ir pensando en un inevitable recorte de su asignatura pendiente: las prestaciones por jubilación. "La población tarda ahora mucho más en morirse" desvela el informe. Sólo les falta la prescripción generalizada de la entrañable cápsula de cianuro de Goebbels. Por supuesto sin copago; gentileza del FMI.

Alex Vidal es licenciado en derecho, escritor vocacional y autor del blog Crónicas de la Razón Práctica