La línea C1 de Cercanías Renfe permite dejar atrás la ciudad y adentrarse en un paisaje modelado por la historia, la agricultura y la religiosidad popular. Desde la estación de Santa Justa en Sevilla, el tren traza una ruta que conecta lo contemporáneo con lo ancestral: pueblos que conservan el sabor de las huertas, el legado romano, la arquitectura mudéjar y las tradiciones que definen el alma andaluza.
En esta propuesta, visitamos Dos Hermanas y Utrera, dos destinos cercanos y complementarios que ofrecen al viajero una experiencia auténtica, sin aglomeraciones, ideal para familias, caminantes o viajeros que se mueven con mascotas o bicicleta.
Desde la estación de Santa Justa, uno de los principales nodos ferroviarios del sur peninsular, parten los trenes que recorren la red de Cercanías. Este enclave moderno se sitúa en una ciudad milenaria donde la historia se acumula en capas: de Hispalis a la Isbiliya almohade, del puerto de Indias al presente cosmopolita.
Antes de emprender el viaje hacia el sur, Sevilla invita a detenerse. Su catedral, la mayor gótica del mundo, se alza sobre la antigua mezquita mayor de la ciudad. La Giralda, su emblemático alminar reconvertido en campanario, ofrece una de las vistas más impresionantes del casco histórico. En su interior reposan los restos atribuidos a Cristóbal Colón, y su retablo mayor, de Juan Martínez Montañés, es una joya del arte sacro.
Junto a la catedral, los Reales Alcázares, con su mezcla de estilos islámico, mudéjar y renacentista, y el Archivo de Indias, con miles de documentos que narran la historia del Imperio español, conforman un triángulo declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO.
Más allá del centro monumental, Sevilla late en sus barrios: Triana, con sus alfarerías y su alma flamenca; la Macarena, donde se mezcla la devoción y la vida popular; San Bernardo, con sabor ferroviario. Desde Santa Justa, el Cercanías se adentra en barrios obreros, polígonos industriales y áreas suburbanas, cruzando un umbral que conduce a la campiña.
A escasos minutos de Sevilla, la ciudad de Dos Hermanas se alza como una de las mayores poblaciones de la provincia. Su nombre evoca una leyenda medieval: las hermanas Elvira y Estefanía Nazareno, fundadoras de un núcleo poblacional que fue creciendo gracias a su ubicación estratégica en las rutas hacia Cádiz y Jerez.
Aunque hoy forma parte del área metropolitana, Dos Hermanas conserva una personalidad propia, marcada por su historia agrícola. Numerosas haciendas, cortijos y caminos rurales siguen dibujando el paisaje de sus alrededores. El legado romano aún asoma en yacimientos como el de Orippo, donde se han hallado mosaicos, cerámicas y restos de estructuras termales.
El centro urbano es una mezcla de tradición y modernidad. La parroquia de Santa María Magdalena, de origen mudéjar, acoge tallas y retablos de gran valor artístico. La plaza de la Constitución y el parque de La Alquería ofrecen espacios verdes y de encuentro ciudadano. La vida cultural es intensa, con teatros, peñas flamencas y una fuerte presencia del asociacionismo vecinal.
En sus bares se sirven tapas generosas, y los productos de la huerta —como las habas o los tomates de temporada— siguen presentes en la cocina popular. Dos Hermanas es, en definitiva, una ciudad que crece sin perder sus raíces.
La siguiente parada nos lleva al corazón de la campiña: Utrera. Considerada una de las cunas del flamenco, esta ciudad guarda en sus calles una historia que se remonta a tiempos tartésicos, con un periodo romano notable —como demuestra el yacimiento de Siarum— y una presencia musulmana que dio forma a su entramado urbano.
El castillo medieval, de origen almohade, fue ampliado por los cristianos tras la conquista. Sus torres de tapial y sus murallas, parcialmente conservadas, dominan el casco antiguo. La iglesia de Santa María de la Mesa, del siglo XIV, es uno de los templos góticos más notables de Andalucía, con una impresionante portada plateresca y un retablo mayor digno de catedral.
Utrera está jalonada de conventos, palacios y casas solariegas. El convento de las Carmelitas alberga una rica colección de arte sacro. La plaza del Altozano, epicentro social, reúne cafeterías, terrazas y comercios tradicionales. Desde aquí se despliegan calles con sabor a siglos pasados, como La Corredera o Rodrigo Caro.
Pero si algo define a Utrera es su vínculo con el flamenco. Cantaores legendarios como Fernanda y Bernarda, Gaspar de Utrera o Enrique Montoya tienen aquí su raíz. La ciudad celebra festivales y mantiene peñas activas donde la música es más que un arte: es una forma de vida.
Y no se puede abandonar Utrera sin probar sus famosos mostachones: dulces planos y redondos, hechos con huevo, azúcar y canela, horneados sobre papel de estraza. Se venden en confiterías centenarias, muchas de ellas regentadas por familias que conservan recetas de siglos.
La línea C1 de Cercanías no solo une localidades. Es una invitación a redescubrir el territorio más allá del coche, a mirar con otros ojos los paisajes cotidianos y a reconectar con una Andalucía viva, diversa y hospitalaria.
En poco más de media hora, el tren permite recorrer siglos de historia y disfrutar de una experiencia accesible, ecológica y cercana. Un plan perfecto para quienes buscan algo más que una escapada: una ventana abierta al sur profundo.