Muchas veces los planes no salen como uno desea, pero pocas veces los imprevistos tienen tanto alcance como la aventurera vida de Lorenzo Ferrer Maldonado. Uno de los pillastres más ingeniosos de la historia de nuestro país.

Pongámonos en situación. A principios del siglo XVII muchos mapas seguían incluyendo las palabras “terra incógnita” en sus trazados. El ejemplo más sencillo eran las costas norteamericanas entre las que se suponía habría un estrecho equivalente al de Magallanes, que conectaría por el oeste el Atlántico norte y el Pacífico. Era lo que tradicionalmente se llamó “el paso del noroeste”.

Con las palabras “Terra Incognita” se describieron los inmensos terrenos inexplorados a lo largo de la historia.

Se especulaba con su existencia, pero todo eran dudas, aún faltaban unos siglos para que Roald Amundsen confirmase aquella idea, pero un pícaro de nuestro Siglo de Oro sacó tajada de aquel anhelo geográfico.

Hay que tener en cuenta que la España de aquel entonces se había anexionado los territorios portugueses y una expedición así era la guinda que culminaría las rutas con Asia. La proximidad de China y Japón era infinitamente menor por este atajo y apropiarse de tal estrecho encumbraría a Felipe III a la gloria.

Los estafadores, como grandes analistas sociales que siempre han sido se dieron cuenta de este sueño y no tardaron en ofrecer sus servicios para tan singular empresa. Muchos fracasaron, pero nuestro protagonista triunfó. Eso sí, no como esperaba.

Lorenzo Ferrer Maldonado era un tipo brillante, pero de vida descarriada. Una de las primeras pistas que tenemos de él data de 1600 en la sala del Crimen de Granada, donde se le acusa de haberse ofrecido al marqués de Estepa como falsificador. El aristócrata estaba sumido en pleitos y Ferrer Maldonado trató de convencerle para crear documentos “de letra a lo antiguo, muy maravillosa” que resolviesen sus problemas.

Felipe III habría alcanzado en gloria a su abuelo el emperador Carlos si hubiese descubierto el paso del noroeste.

Pero como era de esperar… la justicia mandó apresarlo. El pícaro voló, pasando tan desapercibido que 15 años después le vemos al servicio de la corona donde se le adjudicaron nada menos que 5.000 ducados por “cuatro proposiciones sabidas ciertas de la aguja fija y punto de navegación”.

Es decir que pasó de falsificar documentos a crear ingenios técnicos para navegar. Y a fe que le fue bien pues pese a que grandes viajeros como García Silva de Figueroa le consideraron un farsante, el estado siguió otorgándole pagas, dietas, raciones y cientos de ducados más para que desarrollase sus inventos marítimos.

Idealización de cómo sería Ferrer Maldonado y cómo se hubiese gustado verse estampado en los libros de historia

Fue ahí cuando debió pergeñar la idea de hacer una expedición y que mejor que al apetitoso paso del noroeste. Ya tenía ganada la confianza de buena parte del gobierno. Ahora solo le faltaba lanzar el gran órdago. Él iría al paso del noroeste porque ya había hecho ese viaje.

El proyecto que presentó era un completo despropósito geográfico pero una delicia como novela de viajes, describió las tierras de Canadá pobladas de manzanos, perales y ciruelos y con clima muy agradable en pleno mes de enero…

Dejó escrito también un presupuesto de aquella expedición de cifras astronómicas. Como era de esperar nadie le creyó y su detractor García Silva dejó dicho que suerte había tenido de no haber acabado de patitas en la hoguera y aunque poco a poco se pierde la pista de Lorenzo Ferrer Maldonado su historia no acaba aquí.

Así dibujó Ferrer Maldonado en su memorial el famoso paso del noroeste también llamado paso de Anián.

Ese novelesco memorial donde contaba su viaje llegó a Francia por una copia del duque del Infantado y allí grandes académicos en geografía como Philippe Buache que dándolo por cierto animó expediciones galas las gélidas tierras norteamericanas.

Nos quedamos por tanto con la descripción que hicieron de él los testigos de uno de sus juicios quienes dijeron que “lo tenían por hombre de grande ingenio, que había compuesto un libro muy curioso, que sabía muchas lenguas y cantar y pintar y levantar figuras; que era gran retórico latino y astrólogo”.