En estos días en los que la inmigración y los niños ocupan la actualidad, recuperamos a otros niños del pasado que han legado para la historia una importante lección, lo hipócritas que llegan a ser algunos adultos cuando usan la política en su propio interés.

No hablaremos de políticos que no quieren inmigrantes pero se quedan a sus hijos indefinidamente, ni partidos políticos que denuncian a supuestos colaboradores de mafias pero no a las mafias en sí. Hablaremos de episodios de hace siglos que igual que la actualidad, dan mucho que pensar.
En los siglos XVI y XVII la situación religiosa de España era ciertamente compleja. La religión oficial era el catolicismo y aun así había vestigios de otras culturas no menos españolas como los moriscos o los sefarditas. Los judíos habían sido expulsados y técnicamente ya no tenían cabida en España, por otro lado estaban los moriscos, cuya situación en un principio era legal, ya que vivían en base a las prórrogas pero estas solo duraron hasta que se hizo efectiva su expulsión, en año 1609.

Moriscos vistos por el dibujante alemán Christoph Weiditz 

Los moriscos tenían en su contra las distintas revueltas como las de las Alpujarras la cual les hizo ganar fama de quintacolumnistas ya que se pensaba que podían ser colaboradores secretos de los turcos para desde dentro destruir España.
Pero más allá de conspiraciones, racismos y prejuicios religiosos, los datos fidedignos nos hablan de los moriscos como un motor importante de la agricultura o de industrias tan interesantes como la sedería. Es más, su expulsión no solo supondría una merma económica y poblacional en algunas regiones como el levante si no que además generaría un nuevo incidente, la lógica venganza de quien se consideraba injustamente expulsado de su tierra.
Y así fue. A raíz de la expulsión de moriscos como los de Hornachos (Extremadura) nos encontramos a antiguos españoles que sin muchas más alternativas decidieron ganarse el sustento haciéndose piratas norteafricanos con España como punto de mira.

Expulsión de los moriscos pintado por Jose Alberto Cepas Palanca

De todos modos no nos engañemos, el desprecio hacia los moriscos escondía un móvil económico y prueba de ello es que actualmente existen acuerdos sobre la readmisión de los descendientes de sefarditas como españoles de pleno de derecho, pero de los moriscos nadie se acuerda.
Ahora bien, quizá el detalle más lamentable de esta expulsión fue cómo se gestionó el tema infantil. El decreto de expulsión determinaba que los niños menores de cuatro años podían quedarse, y aunque hubo casos de niños voluntariamente cedidos a familias cristianas llama la atención el flagrante secuestro de niños y no precisamente por caridad cristiana, si no para hacer de ellos esclavos de grandes señores. Los gobernadores de Denia y otros tantos aristócratas se jactaron de tal decisión amparándose en haber salvado las almas de los pequeños a costa de condenar sus vidas. 

En muchos casos la falta de adaptación de los moriscos se debió a la falta de educación siendo cristianizados de manera multitudinaria y con escasa formación
Pero poco o nada importan ni el alma, ni la dignidad de aquellos niños, pues también hubo otro niño musulmán del que se hizo cargo el propio gobierno de España y no se le bautizó hasta que cumplió 28 años.La razón es bien sencilla, hablamos de Muley Xeque (Mawlay al-Shayj) el último descendiente de la dinastía saadí y por lo tanto un verdadero as en la manga, primero del gobierno de Sebastián de Portugal y luego del de Felipe II para poder establecer en un futuro un rey títere en el norte de África. Cosa que no se consiguió gracias a la torpeza política, pues en su continuo desprecio a los valores humanos ignoró que con la expulsión de los moriscos el joven príncipe se indignaría lo suficiente como para solidarizarse con ellos y abandonar España. En el fondo, a quien detestan los miserables es a los pobres, sean moriscos, hispanos, o habitantes de otro sistema solar, porque quien piensa que uno vale sólo por lo que tiene, demuestra que no vale por nada de lo que es. 

Biografía de Muley Xeque, el príncipe de África