El PP se ha reunido con Ciudadanos y Vox para tratar de llevar a buen puerto una alianza a tres que facilite la gobernabilidad en aquellos municipios, diputaciones y autonomías en los que la suma sea factible. Con las horas contadas y la constitución de los emplazamientos fetiche en la órbita, los populares tratan de mediar entre dos posiciones enquistadas y públicamente contrarias.

Mientras los naranjas abogan por un pacto a la andaluza, dejando a la extrema derecha fuera de la firma y del equipo de gobierno, Vox se ha cansado de que sus votos, tan imprescindibles como los de sus homólogos, sea minusvalorados y su papel relegado a un formalismo residual. Hacerse notar es imprescindible, más si cabe con una formación desestructurada y golpeada en los últimos comicios (en los que ha perdido mucho apoyo respecto a las generales). Ahora tienen cuatro años en los que aprovechar el tirón social que ha conseguido la marca para afianzar el proyecto, sumar adeptos y dejar de caminar a rebufo del resto de la derecha.

Por ello, Iván Espinosa de los Monteros, portavoz en el hemiciclo y encargado de reunirse con el resto de líderes para conformar una estrategia de pactos común, ha diseñado cuatro escenarios diferenciados que pueden sucederse dependiendo de la posición que adopte Ciudadanos.

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Con Vox o sin Ciudadanos

De entre esta amalgama de opciones, la predilecta es que los naranjas dejen las apariencias y se reúnan desde el respeto con ellos. Si eso sucediera, tal y como explicó el dirigente de Vox, su formación respetaría el papel de cada uno, acorde a los resultados, y trataría de conducir los anhelos particulares a un programa común con medidas compartidas.

El segundo de ellos sería un pacto a la andaluza, pero cambiando a los agentes potenciadores del mismo. PP y Vox discutirían las medidas programáticas, elaborarían un proyecto común y quedarían en manos del soporte de Ciudadanos para conformar un gobierno en coalición excluyente con los naranjas. Una especie de réplica a las aspiraciones de Rivera dándoles de su propia medicina.

La última de las cartas favorable a los intereses de la derecha sería que el PP gobernase en solitario. Dejar las negociaciones en meros formalismos y que sean los populares, líderes del bloque, quienes lideraran en solitario un proyecto aupado por los votos, sin pretensiones, de Ciudadanos y Vox.

Por último, como única respuesta al “fraude” de no ponerse de acuerdo, quedaría una opción nada deseable desde Vox y que el PP empieza a temer de puertas para adentro. Si la derecha sigue esquinada, arrinconada en los ataques recíprocos, será la izquierda quien imponga sus concejales y diputados, gobernando contra todo pronóstico territorios no conseguidos en las urnas. La moción de censura sería la última bala que le quedaría a un bloque tocado por los comicios y hundido por la escenificación de la ruptura.