Este martes se constituyen las Cortes y echa a andar la XIII Legislatura de nuestro país. La obligada celebración de elecciones por el portazo soberanista a los Presupuestos Generales del Estado dio paso a una campaña feroz.

En ella hemos podido ver cómo las alianzas que parecían inalterables se hacían añicos según los intereses del momento. Bloques que se resquebrajaban con cada informe demoscópico, jefes de campaña al borde del pánico temiéndose el peor de los presagios y a una ciudadanía que, cansada de escuchar sandeces, ante el miedo que generaba la repetición de un pacto a la andaluza, se movilizó e hizo que las urnas gritaran al unísono: “Con la derecha (Rivera), no”.

Con otras elecciones a la vuelta de la esquina, los tiempos marcados se han ido posponiendo. Nadie quiere que la actuación nacional empañe el resultado de la próxima cita. Con el PSOE acariciando un mapa teñido de rojo, PP y Ciudadanos encarnan una guerra fratricida por ostentar el mazo que los erija como líderes de la oposición.

Los neandertales han dado paso a las bondades de los atascos en Madrid; el asalto de los cielos a un formalismo interiorizado a base de reuniones en Moncloa; las fotos con ultras a la queja por los escraches recibidos; el furor del resultado anterior a la calma precisa para encarar el futuro. Mientras tanto, en Vox, todo igual: luchar contra los ‘chiringuitos’ de los que antaño cobraba su líder, patriotismo de bandera y golpes en el pecho, improperios revestidos de falsa valentía y olé.

Y con esta histriónica comparsa como telón de fondo, los independentistas presos de forma preventiva que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo aparecen en escena. Así las cosas, este lunes se ha producido una imagen caricaturesca: escoltados por la Guardia Civil y la Policía Nacional, representantes políticos de la nación recogían su acta, abrazaban a compañeros, hacían declaraciones burlando la ley que se lo impedía y volvían a la cárcel. Una estampa que se repetirá mañana cuando tomen asiento en la Cámara Baja para jurar o prometer la Constitución que los ha encerrado.

Y mientras los partidos buscan recoger el protagonismo de los flashes, bien sea en forma de denuncia a los adversarios o de peticiones reiteradas al diálogo como única vía de escape, la ciudadanía sigue barajando sus opciones de cara al 26 de mayo. ¿Continuará el imperio socialista o la derecha conseguirá reponerse? Estén atentos, la batalla está servida.