Después del desastroso desembarco de Ferraz, abrasado un mes después por las cocinas del CIS, y la devastación política acaecida en esta calle, que recuerda mucho a la sufrida en la Guerra Civil durante la defensa de Madrid, donde anarquistas y comunistas  se mataban entre ellos mientras las tropas golpistas de Franco avanzaban por la Ciudad Universidad, urge que el “capitán” Josele organice al grupo de siete rescatadoras para salvar al “soldado Emi” del abrazo del oso y de los efectos alucinógenos del madroño. Josele y el “séptimo de zapadoras” debe arribar  cuanto antes a la costa espumosa y maloliente del Tajo para frenar el desgaste y acoso del único líder, hoy por hoy, capaz de sacar al socialismo manchego del barrizal en el que se ha metido. Es cierto que el “soldado Emi” ha brillado en este combate fratricida con luz propia, y no, precisamente, para iluminar su imagen. Pero no menos cierto es que Castilla La Mancha precisa de Emiliano (Emi) García-Page para evitar que la derecha vuelva al poder en esta comunidad con el resultado por todos conocido.

Porque no nos engañemos, a día de hoy Podemos tiene complicado, muy difícil, pisar moqueta en el Palacio de Fuensalida. Realidad que juega a favor de García-Page, que debe reconstruir cuanto antes la empatía con la militancia y sus votantes, huérfanos, unos; vagabundos electorales, otros. Todos pendientes de que una voz reúna al progresismo disperso por la meseta manchega, se eche el partido a la espalda y comience la remontada, plagada, eso sí, de obstáculos nunca conocidos hasta la fecha. De ahí la imperiosa necesidad de devolver sano y salvo al “soldado Emi” a la señora Gregoria, a pesar de que el “jodío” anda flojo de próstata y ha errado el tiro de su micción en el tiesto que nunca debería haber meado.

Pero a lo que vamos, la izquierda manchega necesita al “soldado Emi”, otrora campeador de causas cospedalianas, y lo necesita ¡ya!, porque la reconstrucción se llevará parte de los treinta meses que quedan de aquí a las elecciones de 2019. Y qué mejor que Josele Caballero, a pesar de su mácula abstencionista forzosa, el comisionado de liderar al grupo de mujeres, con Mila Tolón (alcaldesa de Toledo) a la cabeza, encargadas de restaurar la imagen de García-Page. Imaginaros a este grupo desembarcando en las costas manchegas y salvando al “soldado Emi”; imaginaros a la citada Tolón, con Cristina Maestre (portavoz PSOE), Blanca Fernández (otra abstencionista precisa), Mayte Fernández (alcaldesa de Puertollano), Rosa Melchor (alcaldesa de Alcázar), Inmaculada Jiménez (alcaldesa de Tomelloso) y Pilar Zamora (alcaldesa de Ciudad Real). ¿Qué? ¿Un grupo imbatible, verdad? Todas ellas con pedigrí y dedicación exclusiva en La Mancha.

Y Josele, que ha desarrollado una áurea política interesante, tiene que capitanear el rescate porque seis de las siete “zapadoras” son de Ciudad Real, provincia que desde los anales electorales ha salvado los muebles al socialismo castellano-manchego y que ahora está llamada a hacer lo propio con el “soldado Emi”, que no vendría mal revisara la acción de su Gobierno, sobre todo en la portavocía, donde Nacho Hernando se ha dejado demasiados pelos en la gatera, fruto de su ímpetu y arrogancia que emana de su volcánica testosterona rabiosamente juvenil (¡qué envidia!), y que podría encauzar para otros fines cercanos a Albacete, donde los socialistas han desenfundado las cheiras Arco para poner en valor las bodas lorquianas. Nacho es un animal político y está llamado a realizar grandes cosas en el PSOE, pero García-Page necesita hoy un portavoz sosegado, comunicador y capaz de vender, no de regalar a precio de saldo, los logros de su Gobierno (que son muchos) sin estridencias y sin repartir hostias a diestro y siniestro; es decir, precisa de un Martínez Guijarro, que podría compatibilizar la Vicepresidencia, o de un Regatero, aunque esta última opción no es una buena idea porque sería desvestir a un santo para vestir a otro. No, mejor el de La Parrilla.

Castilla La Mancha necesita a Emiliano García-Page, y éste requiere de la comunidad para retirarse al palacio de invierno de la Plaza del Conde, lamer sus heridas y hacer un acto de contrición inteligente y libre, evitando a palmeros y lisonjeros, que haberlos haylos, y regresar a este lado del Tajo que nunca debería haber cruzado, en todo caso vadeado, y aprender a nadar y guardar la ropa al mismo tiempo. Porque al final es cuestión de saber guardar los tiempos.

Carlos Iserte