El socialismo andaluz necesita urgentemente recuperar la autoestima que le fue arrebatada por una justicia estrábica y desaforada, pero también por la íntima convicción del propio socialismo de haberse dormido en los laureles, de haber vigilado poco y mal, de no haber apostado suficientemente por mejorar la calidad de sus instituciones, de no haber sabido ver, en fin, que nadie puede vivir eternamente de las rentas.  

1. Paco y María

A recuperar esa autoestima fuertemente dañada ha venido María Jesús Montero, la nueva secretaria general del partido que ayer daba a conocer en Granada, donde los socialistas andaluces celebran el congreso que hoy clausura Pedro Sánchez, quiénes conformarán el núcleo duro de su equipo: el alcalde de Dos Hermanas, Paco Rodríguez, de 55 años, y la diputada por Huelva y portavoz adjunta del grupo parlamentario María Márquez, de 35. Con firmes convicciones y buen cartel en el partido, ambos saben que tienen que rejuvenecer su menguante masa de votantes y reconquistar el corazón esquivo de las nuevas generaciones de andaluces, para quienes el PSOE es un partido viejuno y sin una respuesta creíble a las angustiosas preguntas existenciales que la juventud plantea.

2. El síndrome del Algarrobico

El partido viene padeciendo desde hace años un mal que cabría denominar ‘el síndrome del Algarrobico’, consistente en darse golpes de pecho y sumarse a los detractores más acerbos de un mamotreto a pie de playa que en realidad se construyó porque los propios socialistas, ahora sinceramente escandalizados, permitieron que se construyera. Aunque la pifia del Algarrobico, si bien muy ruidosa, es estadísticamente anecdótica en el balance general de unas políticas medioambientales nítidamente comprometidas con la modernidad, hoy la imagen pública de un territorio y de un gobierno se construye a base de tuits y de titulares, y para el socialismo andaluz casi todos los tuits y titulares de una década a esta parte han sido o malos o muy malos. 

3. Banderillas, estoque y descabello 

El partido que pilotó la mayor transformación material de Andalucía en siglos, el que hizo de ella un territorio tallado con estándares plenamente modernos, graneado de dotaciones sanitarias, educativas, culturales y viarias de primer orden, ese mismo partido fue perdiendo fuelle, votos y simpatías durante la última de las tres décadas en que gobernó ininterrumpidamente la comunidad. El toro socialista se clavó a sí mismo las banderillas, pero del estoque y el descabello se ocuparon unos jueces que, según ha quedado demostrado a la vista del desenlace final del caso, no hicieron bien su trabajo de jueces, aunque sí el de diestros matadores: el caso ERE dejó a los socialistas andaluces en un estado de catalepsia del que todavía no se han recuperado.

4. Preferiría no hacerlo 

Parálisis orgánica, inestabilidad emocional, complejo de culpa: males todos ellos de los que el partido no se recuperará mientras no decida qué diablos hacer con todo lo que pasó y, particularmente, con todo lo que les pasó. Ficticio aunque inspirado en hechos reales, el demoledor relato escrito a seis manos por jueces, políticos y periodistas de derechas pide a gritos desde hace tiempo un contrarrelato que, hasta ahora, el propio Partido Socialista ha declinado escribir, siguiendo el lema del célebre personaje de Melville: preferiría no hacerlo. Ni en Ferraz ni en San Vicente estimaron nunca oportuno ni importarte hacer algo para neutralizar el ominoso relato según el cual “los-socialistas-robaron-800-millones-de-los-parados-andaluces”. No me llames Susana, no me llames Juan, no me llames Pedro, llámame Bartleby. 

5. Lo mejor que tenemos  

Hace solo un mes y medio casi nadie en el Partido Socialista sabía con certeza si María Jesús Montero aceptaría el envite de convertirse en la secretaria general de Andalucía. Lo único que los secretarios provinciales sabían con seguridad es que querían, ansiosamente y sin excepción, que la sustituta de Juan Espadas fuera la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Hacienda. “Es lo mejor que tenemos; debemos mandar a la sociedad andaluza el mensaje de que vamos a por todas, y eso solo puede hacerse con María Jesús al frente”, confesaba en privado un dirigente provincial a principios de enero. Y tenía razón. Pues bien, ya está hecho. Ahí está, ahí está, la nueva secretaria general. No le será nada fácil a Montero deshacerse de la pesada losa de los ERE. Es más: ni siquiera está claro que considere importante, factible, oportuno o incluso deseable hacerlo, quizá porque no esté convencida de que los ERE son, todavía y a pesar de la sentencia exculpatoria del Constitucional, el gran lastre que ralentiza, cuando no bloquea, los ejercicios regeneracionistas que su partido necesita hacer con urgencia para ponerse de una vez por todas en forma.