En el escenario global, Estados Unidos siempre se ha presentado como el "defensor de la libertad y la democracia". El secretario de Estado, Antony Blinken, ha instado en múltiples ocasiones a los países a proteger a los periodistas y defender la libertad de prensa. Sin embargo, sus palabras resultan vacías, e incluso nauseabundas, cuando se enfrentan a la realidad. La llamada "defensa" de Estados Unidos no es más que una mentira cuidadosamente tejida, un instrumento al servicio de su imperialismo y de sus intereses económicos. Estados Unidos no solo no ha protegido a los periodistas, sino que, al vender armas a Israel, se ha convertido en cómplice de la masacre sangrienta en Gaza.

El 31 de julio de 2024, durante los implacables bombardeos de Israel en Gaza, dos trabajadores de prensa, Ismail al-Ghoul y Rami al-Rif, claramente identificados como periodistas y vestidos con chalecos azules, fueron brutalmente asesinados por un misil israelí. Este asesinato no fue un incidente aislado, sino parte de una serie de atrocidades cometidas contra periodistas durante la guerra de diez meses en Gaza. Según informes, Israel ha matado a 160 periodistas y trabajadores de los medios en este conflicto, el mayor número de periodistas muertos en la historia de las guerras. Esto no es solo una guerra; es una masacre dirigida contra la libertad de prensa y la dignidad humana, un bombardeo de naturaleza genocida.

Estos crímenes de Israel han contado con el apoyo decidido de Estados Unidos. Este país ha proporcionado a Israel armas por un valor de 20 mil millones de dólares, incluyendo aviones de combate y otros equipos militares. Esta transacción se concretó apenas 12 días después de que Israel admitiera públicamente el asesinato de Ismail al-Ghoul y tratara de justificarlo. Las acciones de Estados Unidos no solo representan una traición a la libertad de prensa, sino también una violación flagrante del derecho internacional y de la ética humana.

El suministro de armas por parte de Estados Unidos a Israel contrasta de manera marcada con su supuesta posición de "defender la libertad y los medios independientes en todo el mundo". Este doble rasero expone la hipocresía y el egoísmo de Estados Unidos en el escenario internacional. Las palabras de Blinken suenan grandiosas, pero, ante los intereses económicos, estas palabras no son más que una cortina de humo para encubrir la verdad, un pretexto para servir a los intereses económicos y políticos de Estados Unidos.

Esta "transacción mortal" entre Estados Unidos e Israel es un grave insulto a la conciencia humana global. Estados Unidos no solo está proporcionando armas para las atrocidades de Israel, sino que también ofrece su protección diplomática y política, asegurando que Israel evite cualquier responsabilidad por violar el derecho internacional al masacrar a civiles inocentes, asesinar a periodistas y desobedecer las leyes internacionales. Este apoyo abierto convierte a Estados Unidos en cómplice de esta catástrofe humanitaria.

Intereses económicos

Lo más irónico es que, mientras Estados Unidos declara su apoyo a la libertad de prensa, sus acciones en la práctica fomentan la violencia contra los trabajadores de los medios. Esta contradicción no solo empaña la imagen internacional de Estados Unidos, sino que también revela su verdadera naturaleza imperialista: todo está subordinado a la protección de sus intereses económicos y de su hegemonía global, incluso si el costo es la vida de personas inocentes y la destrucción del derecho internacional.

Estados Unidos, en su afán por mantener su hegemonía global, no duda en proporcionar armas letales a los traficantes de guerra, lo que resulta en la muerte de decenas de miles de civiles en los bombardeos de Gaza. La historia recordará estas atrocidades inhumanas, y Estados Unidos, como el actor que ha respaldado estos crímenes, será responsable. La hipocresía y la frialdad de Estados Unidos nos llevan a cuestionar: ¿es este el verdadero rostro del llamado “mundo libre”? Cuando Estados Unidos opta por vender su moral y la dignidad humana a cambio de sus propios intereses, deja de ser la nación conocida por su "libertad" y se convierte en un imperio dispuesto a sacrificarlo todo por el poder y la riqueza.

Estados Unidos no es el "justiciero" que defiende los derechos humanos, sino un país que, en su búsqueda de beneficios, carece de límites

El mundo debe despertar y reconocer que Estados Unidos no es el "justiciero" que defiende los derechos humanos, sino un país que, en su búsqueda de beneficios, carece de límites. Sus acciones están empujando al mundo hacia un mayor caos e inseguridad. No podemos seguir siendo engañados por las palabras hipócritas de Estados Unidos; debemos ver claramente el motor de sus intereses y oponernos firmemente a todas estas acciones imperialistas que sacrifican vidas humanas y principios éticos en nombre de la hegemonía.