Este jueves 3 de mayo, adelantándose al calendario previsto, ETA ha emitido un comunicado anunciando la disolución completa de todas sus estructuras. La organización terrorista pone fin a su existencia, dejando tras de si un reguero de sangre: 7.265 víctimas, de las cuales 864 fueron asesinados. Casi sesenta años han tenido que pasar, más de medio siglo de dolor y muerte. Todas las víctimas merecen ser recordadas, pero en esta ocasión, desde El Plural recordamos las últimas víctimas, los últimos coletazos de terror de una banda ya disuelta.
El 16 de marzo del año 2010 ETA mató por última vez. La víctima fue un gendarme francés, Jean-Seger Nèrin, quien murió cuando tres presuntos miembros de la banda intentaban robar un coche de un concesionario en la localidad de Dammarie-lès-Lys. Joseba Fernández Aspurz, alias El Guindi, fue detenido después del tiroteo.
El último atentado que ETA perpetró en suelo español fue el 30 de julio de 2009 en Palma de Mallorca. El grupo terrorista colocó una bomba lapa a un automóvil, causando la muerte de dos guardias civiles: Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá.
También fue asesinado mediante el mismo método el inspector de la Policía Nacional Eduardo Puelles García, jefe de Grupo de Vigilancias Especiales de la Brigada de Información de la Policía Nacional, en el municipio vizcaíno de Arrigorriaga, cercano a Bilbao, el 19 de junio de 2009. ETA colocó el mismo artefacto explosivo en su vehículo.
El 3 de diciembre de 2008 la banda asesinó a tiros en la localidad guipuzcoana de Azpeitia a Ignacio Uria, un empresario de 71 años. El 21 de septiembre de 2008 fue asesinado el militar Luis Conde de la Cruz, y el 14 de mayo del mismo año, Juan Manuel Piñuel Villalón, un guardia civil.
El 7 de marzo de 2008 fue asesinado Miguel Isaías Carrasco, un exconcejal socialista del Ayuntamiento de Mondragón. El militante del PSE-EE recibió el impacto de tres balas cuando se disponía a subir a su coche e ir a trabajar.
El 1 de diciembre del año 2007 fueron asesinados dos guardias civiles: Raúl Centeno, de 24 años, y Fernando Trapero Blázquez, de 23. Al primero lo mataron de un tiro en la nuca, y al segundo murió tiroteado por la espalda tras pasar por un estado de coma. Este último, el asesinato de Capbretón, Francia, quedará en la memoria como uno de los más brutales e impactantes asesinatos.