Son palabras estas de la “dejación” pronunciadas por Soraya Sáenz de Santamaría, la portavoz popular en el Congreso. Palabras que Rajoy ha venido a ratificar después con insinuaciones, cuando al ser preguntado por los incidentes de Barcelona, ha contestado que “una cosa es la prudencia y otra convertir la pasividad en prudencia”. Más allá de las ironías que se le puedan ocurrir a cualquiera al escuchar a Rajoy hablando de pasividad, lo que busca el líder del PP, claro, es relacionar al vicepresidente primero con la violencia en los alrededores del Parlamento catalán.

Desgasta que algo queda
La política de desgaste del Partido Popular contra Rubalcaba es evidente. Como lo es que a ella se han sumado los medios de comunicación, muchos, que se mueven en su órbita. Es un acoso diario. Sea con la crisis económica, o con ETA.., o ahora con el 15M.

Ejemplos. El diario de los cuernos, La Gaceta, titula a toda portada “El Secuestro del Parlamento de Cataluña “no preocupa” a Zapatero” y acusa en su información a Rubalcaba de “callar todo el día a pesar de su condición de ministro de Interior”. En el ABC se habla de “inhibición” de Zapatero y Rubalcaba. En el diario de capital italiano El Mundo, el editorial del día concluye “si Zapatero y Rubalcaba no son capaces de imponer el orden en la calle y hacer que se respete la ley, lo mejor que pueden hacer es dar paso a otros que sepan cumplir con su deber”. O sea, elecciones anticipadas. Y en el diario donde se creen en posesión de la verdad hasta en su nombre, La Razón, se titula “Democracia secuestrada”, para a continuación establecer una sorprendente dicotomía: “La Generalitat defiende que se cumpla la ley frente a la pasividad del Gobierno con el movimiento”. O sea, en el colmo de lo paradójico, se alaba a quien tenía la responsabilidad de la seguridad en el Parlamento, el gobierno catalán, y se acusa a quien no tiene esa competencia, el Gobierno central.

Aquella cena en el Majestic en la que al postre se sirvió un pacto
Y es que todos, políticos y medios, han insistido, no por inocencia, en ignorar lo que quizás muchos ciudadanos de la calle ya no recuerden; lo que pasó una noche de finales de abril de 1996, cuando en el hotel barcelonés Majestic, durante la cena, CiU y el PP se casaron en boda de conveniencia. Necesitaba entonces José María Aznar apoyo de los nacionalistas, porque las elecciones de un mes antes le habían dado una raquítica mayoría en el Congreso. Y el hombre, y el partido, que tanto habían odiado al Pujol enano, y al separatista Arzallus, se tenían que arrimar al PNV y a CiU. Y lo hicieron a conciencia.

En aquella cena Pujol y Aznar no estuvieron solos, no. El president asistió con Duran i Lleida, con Maciá Alavedra, con Joaquim Molins y Sánchez Llibre. El presidente fue con quien entonces aún eran vicepresidentes igual de queridos en el corazón de su líder: Rodrigo Rato y… ¡Mariano Rajoy! Sí, Rajoy también estaba presente en aquella cena en la que el menú gastronómico dio para elegir entre lubina al horno, pato mudo del Penedès, chup-chup de rape con guisantes y filete de ternera lechal con puré de patatas, pero en el que lo importante fue lo que se comió a los postres.

Mayoría parlamentaria a cambio de dinero y policía autonómica
Y es que lo que se calentó durante la cena permitió al final, en pleno amor compartido, el nacimiento del pacto: estabilidad en el Parlamento para don José María, que a cambio aumentó hasta el 30% la cesión del IRPF a las autonomías –había criticado el líder popular hasta la histeria el sistema de financiación anterior pactado por González con los nacionalistas y que era de un 15%-, y cedió para que los Mossos d’Esquadra pasaran de tener apenas unas decenas de efectivos, adscritos exclusivamente a la seguridad en los edificios oficiales de la Generalitat, a hacerse cargo de las tareas de Seguridad y de Tráfico en toda la Comunidad.

Desde entonces, las Fuerzas de Seguridad del Estado se quedaron con el control de las tareas asignadas al ministerio de Interior: fronteras, inmigración, contrabando, terrorismo, crimen organizado…, pero no la Seguridad ciudadana. Aunque Rajoy, presente en el momento del acuerdo, o sus medios afines, lo quieran olvidar.