Rachel Reeves, la ministra de Finanzas del Reino Unido, ha anunciado este lunes la creación de una figura crucial en la lucha contra la corrupción: un "comisionado de corrupción". Este movimiento del gobierno de Keir Starmer tiene como objetivo principal investigar lo que Reeves ha descrito como un "carnaval de despilfarro y fraude" que tuvo lugar durante la pandemia de la COVID-19 bajo la administración conservadora. La ministra ha sido tajante al afirmar que no tolerará a los "estafadores que utilizaron una emergencia nacional para llenarse los bolsillos".

Se estima que la suma involucrada en controversias alcanza los 674 millones de libras esterlinas (806 millones de euros) solo en contratos. Además, Reeves ha señalado que el déficit causado por los conservadores en las finanzas públicas asciende a una cifra astronómica de 22.000 millones de libras (26.000 millones de euros), incluyendo los polémicos contratos de helicópteros 'VIP' del anterior primer ministro, Rishi Sunak, que están valorados en 40 millones de libras (47 millones de euros).

Protestas contra la venta de armas a Israel

En un firme rechazo a las políticas de austeridad, la ministra Reeves ha prometido que el Reino Unido "no volverá a la austeridad" y ha asegurado que los próximos presupuestos "fijarán los cimientos" de la economía del país. "Cada elección que hagamos será dentro de un marco de estabilidad económica y fiscal", ha agregado la ministra, subrayando el compromiso del gobierno con una gestión prudente y efectiva de los recursos públicos.

Durante su comparecencia, varios manifestantes han interrumpido a la titular de Finanzas al grito de "Palestina libre". Los protestantes han criticado la continuación de la venta de armas a Israel, un tema que sigue siendo altamente controversial y que fue destacado por la cobertura de la cadena británica Sky News.

Este escenario se presenta en un momento particularmente delicado para Starmer, quien se encuentra en el centro de la polémica por haber aceptado regalos, como entradas para el fútbol o conciertos, durante su etapa como líder laborista. Estos regalos suman un total de 100.000 libras esterlinas (aproximadamente 120.000 euros), lo que ha generado críticas y cuestionamientos sobre su integridad y la de su administración.