Ignacio Gil Lázaro es el hombre en las sombras que la extrema derecha española quiere en la Mesa del Congreso. Su valía queda demostrada con una prolífica trayectoria dentro de las filas del Partido Popular. Histórico de la Cámara Baja, este fundador de su otrora partido abandonó el barco en 2018 para unirse a las filas de Vox.

Sus escándalos son sonados y selectivos. Desde 1982 ha estado afincado a un escaño del Congreso y del Senado, donde ha insultado sistemáticamente a los partidos de la oposición y se ha erigido como uno de los hombres fuertes del ala más radical del Partido Popular.

Lázaro tomó el camino natural en su situación. Cansado del marianismo y sin sentirse protegido por las juventudes que toman la cúpula de Génova, decidió dar un paso al lado y sumarse al proyecto que otros históricos radicales del Partido Popular levantaron, estructuraron y convirtieron en tercer partido parlamentario cosechando 52 diputados tras devolver al terreno político debates que permanecían guardados en el olvido bajo llave.

El asesor de la extrema derecha en el Hemiciclo ha formado parte del equipo de diputados del PP en diez de las catorce legislaturas (contando la que dará el pistoletazo de salida este 3n de diciembre), ocupando, a lo largo de trayectoria popular, cargos tan importantes como el de secretario tercero, primero y vicepresidente cuarto de la Mesa del Congreso.

La oposición lo tiene claro. Pese a los intentos de PSOE y Unidas Podemos por vetar a los ultras en el órgano rector de la Cámara, sendos grupos han reconocido que será “complicado” hacerlo. El blanqueamiento de los de Pablo Casado lo hace imposible, por lo que, Ignacio Gil Lázaro obtiene muchas papeletas de acabar dirigiendo diariamente las sesiones plenarias.

Y el resto de fuerzas parlamentarias lo sabe. El fichaje de Abascal responde a una voluntad estratégica que sus homólogos conocen: Ignacio Gil Lázaro, pese a sus idas y venidas como padre de la teoría de la conspiración del 11M o sus insultos reiterados a Alfonso Pérez Rubalcaba, lo sabe todo en la Cámara Baja. Fuentes del Congreso alegan que “Lázaro conoce el Congreso mejor que los habilitados nacionales”.

Condición de experto que lo convierte en cargo peligrosísimo para el correcto funcionamiento de la Mesa, ya que puede influir en la política nacional diariamente.