La escritora y periodista Elvira Lindo sostiene que el secreto del éxito de Donald Trump no reside en su inteligencia ni en su astucia, sino en la crueldad que exhibe sin reparos. En un artículo de opinión publicado en El País, Lindo analiza cómo la impudicia del expresidente estadounidense ha marcado su carrera y ha permeado en otros escenarios políticos.

La autora rememora un episodio que ilustra esta característica: tras la muerte del director de cine Rob Reiner, Trump responsabilizó al propio fallecido, una actitud que, según Lindo, revela que “la tragedia no despertó algo tan humano como la piedad”. Para ella, este desprecio por la empatía es el núcleo del estilo de Trump y lo que ha contribuido a su popularidad.

Lindo sitúa los orígenes de esta conducta en la época en la que Trump era un millonario “hortera” cuya grosería y exhibición pública de riqueza llamaban la atención. “La grosería impúdica aumentaba al tiempo que su popularidad, pero nada como el poder para transformarla en una exhibición de crueldad contagiosa. Ese es el secreto de su éxito, no la inteligencia ni la astucia, de las que carece”, subraya la escritora. Este patrón de conducta, advierte, se ha extendido más allá de Estados Unidos, alcanzando otros países y contextos.

En España, Lindo identifica ejemplos claros de esta “contaminación política”. Señala a Badalona, donde el alcalde Xavier Albiol se ha jactado públicamente de dejar a más de 200 inmigrantes negros a la intemperie, reforzando estereotipos raciales y normalizando la humillación. La escritora considera que estas actitudes no son incidentes aislados. “Lo proclama con una desvergüenza inédita, inaugurando un nuevo espacio de crueldad, al que se apuntan otros, los que, ya vencido el tabú, tiran la segunda piedra, como el señor Feijóo, que se apresuró a proclamar que cuando llegue a la Moncloa actuará contra la ocupación en menos de 48 horas”, denuncia.

Lindo advierte que la complicidad de los partidos y líderes políticos frente a estas actitudes multiplica su efecto. “Si nos parecía que la crueldad de Albiol había sido un arrebato personalista, ahí está su partido para jalearle”, apunta, en referencia a la normalización de estas prácticas dentro del ámbito institucional.

La escritora también expresa su preocupación por la salud de la democracia. Según Lindo, cuestionar la legitimidad del proceso electoral o sembrar dudas sobre su transparencia constituye un ataque directo a los fundamentos democráticos. “¿No es una forma de alentar la destrucción de la democracia ese empeño en afirmar que el proceso electoral está amañado?”, se pregunta.

Para Lindo, los motivos para el optimismo son escasos, pero no inexistentes. Considera imprescindible asumir un compromiso radical para frenar los atropellos y contener la propagación de la crueldad como estrategia política. “No hay razones para ser optimistas, pero sí las hay para creer que es urgente adoptar un compromiso radical para reducir el atropello”, concluye.

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