El compromiso del nuevo Gobierno de someter a votación “los acuerdos a los que llegue la mesa de diálogo” entre el equipo de Pedro Sánchez y la representación de Esquerra Republicana se ha convertido en el anuncio anticipado de que España se ha hecho pedazos. Ignoran que esa consulta no sería un referéndum independentista, ni mucho menos la palanca para desintegrar el Estado. No importa. Lo fundamental es que cunda el miedo para que la derechona pueda recomponer sus maltrechas filas.

La fractura de la concordia entre españoles, uno de los grandes éxitos de la Transición, está también cantada porque el propósito de Sánchez es gobernar a la cabeza de un Frente Popular. Menos mal que Luis Maria Ansón,  desde las páginas de El Mundo apostilla a continuación que, eso sí, carece de las connotaciones de 1936 porque la Unión Soviética no existe y el comunismo ya no fascina al mundo intelectual.

Los tétricos anuncios de Alfonso Ussía en La Razón superan las previsiones de su colega. Anticipa que el 1 de enero de 2021, la retransmisión de TVE desde Viena del concierto de primero de año, tendrá como protagonista a “la Orquesta bolivariana de Caracas, dirigida por Luis Llach, en versión del Coro de Rentería.”

El aluvión de comentarios aviesos, que recogen los medios de comunicación, dan miedo. Y si se suman a las llamadas a la insurrección y al golpe de Estado desde las redes sociales, el panorama que nos espera en la nueva legislatura no es nada halagüeño.

Desde su cuenta oficial de Twitter, Vox ha prometido que perseguirá al “Gobierno traidor hasta vencerlo”. El modus operandi es apelar a un lenguaje guerracivilista, con el objetivo de presentar al futuro Gobierno como ilegítimo.

Podríamos creer que se trata solo de una pataleta de mal perdedor. Sí, lo es. Pero también es una declaración de intenciones. Después de cada paso que dé el futuro Gobierno, sufrirá ataques por tierra, mar y aire, del PP,  de Ciudadanos, de Vox y de sus medios afines.

El sentido patrimonial que tiene la derecha española del poder ha vuelto a confirmarse. Pero, esta vez, tenía servido en bandeja de plata el poder evitarlo. Si es que realmente no querían que el PSOE pactara con Unidas Podemos, con Esquerra Republicana o con el PNV, juntos o por separado, PP y Ciudadanos tenían la llave para que Pedro Sánchez fuera investido presidente sin depender de nadie más.

Lo que querían era que no gobernara el partido socialista. Pero, erraron el cálculo. Hoy, acaso, habrá que agradecerles, porque su inacción es lo que ha posibilitado el acuerdo para un Gobierno progresista. Un acuerdo que llega con retraso. Un acuerdo ambicioso en el que la música suena  bien. Ya nos ocuparemos de la letra, cuando avance la legislatura.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com