España está polarizada, quién la despolarizará, el despolarizador que la despolarice buen despolarizador será. Vale, bien, correcto, pero tampoco deberíamos presumir demasiado de ser diferentes ni posar de campeones mundiales de la polarización. La España crispada no lo está más de lo que lo están países con engranajes institucionales mucho mejor engrasados que el nuestro: no hay más que mirar a Estados Unidos, a Gran Bretaña, a Italia, a Francia… El mundo está polarizado, quién lo despolarizará, etc., etc.
Por ello, por esa polarización generalizada que recorre el mundo y, por supuesto, la Península nos llamaba tanto la atención que hace ahora justo una semana y después de quince días con el fuego asolando los bosques de Galicia y el norte de Castilla, la politización de los incendios todavía no se hubiera adueñado del debate público. Y así lo hicimos constar en el artículo ‘Arde España y no hay bronca política, ¡qué escandalo!’, hoy felizmente reconvertido en esta nueva entrega tras constatar que no, que España no se ha vuelto loca y vuelve a ser, qué alivio, de nuevo ella misma.
El faro de El Fary
En Génova 13 debieron leernos y, de inmediato, pusieron pie en pared. ¡Basta de hombres blandengues!, debieron decirse siguiendo a El Fary. Casi ese mismo domingo 16 o como mucho 24 horas después, la política española regresaba por sus fueros y, como antes la dana y antes el Covid o la borrasca Filomena, el fuego y sus devastaciones cedían el paso en la conversación nacional al rudo intercambio de reproches, insultos, desplantes y mentiras, sobre todo mentiras: dicho en lenguaje tenístico, la oposición de derechas lanzaba sus bolas y el Gobierno intentaba devolverlas. Nada nuevo bajo el sol.
Lo nuevo, lo excepcional era lo que había venido sucediendo hasta entonces: que España llevara dos semanas ardiendo y desde el PP no se hubiera culpado a Perro Sanxe de estar sobrevolando plácidamente con su Falcon los montes incendiados para comprobar in situ que, en efecto, todo estaba saliendo según sus planes secretos, por fortuna puestos lúcidamente al descubierto y denunciados valientemente por la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, para quien el programa oculto de Sánchez era inequívoco: “Dejar -dijo textualmente- que todo se queme, o se hunda como ha hecho en otras ocasiones. Luego vendrá con la frase de siempre, de si necesitan algo que lo pidan”. Una de las singularidades de Ayuso es el desparpajo, la naturalidad, la desenvoltura con que suelta las barbaridades y mentiras más inverosímiles sin inmutarse, con el tonillo hastiado de quien está más que harta de verse obligada a repetir ¡una vez más! lo obvio: que, comparado con el autócrata Sánchez, el bolivariano Maduro es un cándido aprendiz de dictador.
Doctor en Ruidos
Unos días después, la presidenta madrileña cedía el testigo al vicesecretario general de Política Autonómica y Municipal y Análisis Electoral del Partido Popular, Elías Bendodo, que si mandara en el PP solo la mitad de lo que da a entender la larguísima denominación de su cargo saldría muchísimo más en los telediarios. Como sale más bien poco, Bendodo habrá decidido que lo suyo es que cada vez que lo haga, el público se quede con su cara. Dicho y hecho: el jueves 21 salió, habló y venció; lo hizo llamando pirómana a la directora de Protección Civil. En realidad, el insulto no era nuevo: Bendodo estaba copiando, quizá sin saberlo, al secretario general del PSOE de Salamanca, que unos días antes había llamado pirómano al presidente de la Diputación, seguramente no tanto por ser presidente como por ser del PP. La política y yo somos así, señora.
El ’pirómano’ del líder socialista salmantino no tuvo apenas recorrido; de hecho, ni siquiera sobrepasó los límites provinciales. El ‘pirómano’ de Bendodo ha tenido, en cambio, mucho más fortuna. El político andaluz debería añadir al vacuo inventario de las competencias adscritas a su cargo una mención a sus contrastadas habilidades como Experto en Ruido. Más concretamente, Experto en Hacer Ruido. Antes de la fatídica patada hacia arriba que lo envió de Sevilla a Madrid, Bendodo ejerció de eficiente aunque no siempre exacto portavoz del Gobierno de Juan Manuel Moreno, donde, tras estudiar detenidamente las tácticas de distracción de algún que otro destacado dirigente socialista, aprendió bien la lección de que decir una barbaridad ayuda bastante a desviar la atención pública sobre los propios errores.
El disparate no solo no tiene que ser verdad, sino que es preferible que no lo sea: lo importante es que divierta o escandalice al público, que imante la atención de los medios, que desvíe la conversación en bares y tertulias. Bendodo habló cuando arreciaban las críticas, no del todo infundadas, a la gestión del fuego por parte de los gobiernos populares de Castilla y Galicia. Su ‘pirómano’ ganó la batalla sin despeinarse. Bendodo 1-Políticas Forestales 0. Y aun así, los disparates de Bendodo son calderilla, menudencias de gomaespuma, chuches intrascendentes comparados con los que suele decir un Trump, un Salvini o una Le Pen: pero esa es otra historia.
¿Qué hacer ante todo este ruido que no cesa? Como a Pavese trabajar, también a nosotros nos cansa ser espectadores de la polarización, pero es nuestro destino y lo seguirá siendo hasta que gobierne de nuevo la derecha, lo que, hoy por hoy, no tiene pinta precisamente de que vaya a ser muy tarde. Quizá entonces, y solo entonces, sus abrasadoras políticas derogatorias nos hagan añorar este ruido que hoy tanto nos cansa, tanto nos agota, tanto nos desmoraliza... aunque, para desmoralización, la que nos espera cuando lleguen ellos.