Que Pedro Sánchez y David Broncano perdonen de entrada a este insensato cronista por meterlos en el mismo saco nada menos que al extravagante eurodiputado sevillano Luis Pérez Fernández, alias Alvise, promotor de una especie de partido ultranegacionista y ultra todo lo que suene a izquierda llamado Se Acabó la Fiesta y que en las elecciones europeas de 2023 sumó ¡más de 800.000 votos y tres escaños!
El hilo que ocasionalmente los une son las victorias cosechadas por los tres en contra de los pronósticos y previsiones de los entendidos, en el caso de Broncano de los entendidos en televisión y en el caso de Sánchez y Alvise de los entendidos en política. Lo que cada uno a su manera ha demostrado es que los expertos han dejado de serlo. Los primeros expertos en dejar de serlo prácticamente de un día para otro de 2008 fueron, como todo el mundo sabe, los economistas; ahora parecen seguir sus pasos los de otras ramas del saber. No es que, de pronto, el mundo vaya a su bola y no haya manera de prever qué programa televisivo preferirá la gente o a quién decidirá votar; no es eso, o no solo es eso: se trata más bien de que las reglas de conducta de la gente en el espacio público han cambiado y los sabios oficiales no se han enterado.
El fallo de Dios
El de Pedro Sánchez, allá por los años 2016 y 2017, fue el primero de los tres casos que hemos incluido en el saco. Los expertos demoscópicos más sutiles, las vacas más sagradas del Partido Socialista, como Felipe González o Alfonso Guerra, o los analistas más sagaces, e incluso los menos sagaces como este mismo que ahora escribe, andaban, andábamos convencidos de que Susana Díaz derrotaría sin dificultad a Pedro Sánchez. Ella era El Partido y él era Un Aventurero, un caballero de fortuna, un ‘outsider’ guapo pero sin sustancia que no iba a durarle ni dos asaltos a la entonces presidenta de la Junta de Andalucía. Si no recuerdo mal, el único político relevante que, en privado, auguró con bastante antelación que Sánchez vencería a Díaz fue el exconsejero socialista andaluz Gaspar Zarrías. El día que alguien me suturó al oído aquella opinión de Zarrías pensé que el veterano político jiennense no era tan listo como yo había creído; cuando varias semanas después las primarias hicieron bueno su pronóstico, quedó confirmado quién de los dos era de verdad el listo.
Mi consuelo entonces fue que tipos tan bregados en el oficio de la política como González o Guerra tampoco eran tan listos como ellos creían; de hecho, el propio Felipe, también llamado Dios, creyó serlo tanto que se acabó pasándose de frenada y derrapando hasta precipitarse en el Lado Oscuro, donde quedaría más o menos cómodamente varado. Cuando hoy lo escucho decir ciertas cosas, como que la ultra semifascista Georgia Meloni le ha dado gran estabilidad a Italia, me siento como aquel personaje interpretado por Jorge Sanz en ‘La niña de tus ojos’ que se lamentaba del palizón que le habían dado sus amigos nazis: “¡Con lo fascista que yo era y que me hayan hecho esto!”. Pues eso mismo podríamos decir muchos: “¡Con lo felipistas que nosotros éramos y que Felipe nos haga esto diciendo las cosas que dice! ¡No hay derecho, Señor!”.
¿De quién fue la idea?
Sánchez, en fin, burló con su triunfo a los sabios de la política como ahora Broncano ha burlado a los sabios de la televisión. Los entendidos en el negocio estaban convencidos de que su contratación por TVE para darle un programa en ‘prime time’ era un absoluto disparate, de modo que ‘La revuelta’ no le duraría ni un par de asaltos a ‘El Hormiguero’ de Pablo Motos, de quien los más sectarios esperan, por cierto, que en esta pugna le toque el papel que, contra todos los pronósticos, amargamente acabó desempeñando en su momento Susana Díaz (“¡Vaya hostia!”).
Estaría bien saber quién ha sido el tipo al que se le ocurrió que contratar a Broncano no para La Sexta, no, sino ¡para la viejuna Televisión Española! era una buena idea. Probablemente quien la tuvo debió ser un hombre o una mujer joven: el día que lo sugirió en alguna reunión de los ejecutivos de la cadena, seguro que más un resabiado sabio de la casa lo miraría o la miraría con aire de suficiencia y lamentándose farisaicamente para sus adentros de hasta dónde podía llegar la estulticia de las nuevas generaciones de programadores televisivos…
Pues bien, Broncano le está mojando la oreja a Motos: el miércoles pasado llegó a superarlo en audiencia y el resto de la semana fue pisándole los talones. Quienes, después de ver las audiencias, ofician de Capitanes a Posteriori sugieren que la ‘revolución’ no está meramente en el triunfo de Broncano, sino en que el triunfo de este no va en detrimento de Motos, que mantiene, y aun aumenta, su cuota de espectadores. La tele ya no es como antes; y los espectadores tampoco; en realidad, nadie es como antes, solo que unos lo saben y otros no.
¿Y quién diablos es Alvise?
Algo más joven que Broncano y mucho más que Sánchez, el energúmeno Alvise tiene en común con ambos no ya que nadie vio venir su arrollador resultado en las europeas del 9-J hasta que estuvo prácticamente encima el día de la votación, sino que ninguno de los sabios que creen o creemos entender de política había oído apenas hasta entonces el maldito nombre de Alvise. El tipo no había sido detectado por los listos oficiales, volaba por debajo de los radares institucionales, ya tuvieran forma de periódicos, ya de empresas demoscópicas, ya de facultades de Ciencias Políticas: Alvise había levantado su imperio fachorro en esas redes sociales que los veteranos del periodismo y la política suelen visitar de vez en cuando pero en las cuales se pierden nada más pisarlas. ¿Alvise? ¿Y quién diablos es Alvise? ¿Se Acabó la Fiesta? ¿Pero de qué fiesta hablas, cohone?
El mundo está cambiando y no sabemos hacia dónde. Pero tampoco nos engañemos demasiado: nunca nadie ha sabido hacia dónde estaba cambiando o iba a cambiar el mundo. Sánchez lleva años siendo el puto amo: Dios nos coja confesados como el Alvise este llegue lejos en política… ¿Que no es posible que tal cosa suceda? Eso mismo decíamos muchos listos en 2016, justo hasta la víspera misma de que un tal Donald Trump fuera ungido presidente de la primera potencia mundial a base de gritar cosas bastante parecidas a las que el tal Alvise ladra hoy por las sucias esquinas del ciberespacio.