El aeropuerto, inaugurado en marzo de 2011, sin contar siquiera con los permisos de vuelo, ha costado 150 millones de euros en la construcción, 30 millones en publicidad, otros 35 millones para el mantenimiento de las instalaciones y 300.000 euros en la estatua homenaje a Carlos Fabra.
El pretexto fue que se buscaba afianzar la económica de Castellón, con escaso desarrollo turístico, y que el aeródromo traería a miles de turistas, también serviría para dar acceso a los ocupantes de las 40.000 viviendas. A la sombra, el verdadero motivo: un pelotazo urbanístico con adosados, viviendas unifamiliares, hoteles, campos de golf, todo en 18.000 millones de metros cuadrados, según datos de El País.

Aznar le concedió la autorización
Fue el Gobierno de José María Aznar el que le concedió el permiso para construir el aeropuerto y su amigo Francisco Álvarez-Cascos, la declaración de interés general, pero fue la Generalitat la que promovió la infraestructura y de la que salieron 70 millones de euros de los 150 millones que costaron las obras.

Fabra y Camps inauguraron el aeropuerto
Fabra inauguró el aeródromo en compañía del entonces presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps. Lo hicieron a toda carrera, para no pasar la fecha límite prevista ante la proximidad de las elecciones del 22 de mayo, ya que la ley electoral impide este tipo de actos a un mes de que se realicen los comicios.

"Hay quien dice que estamos locos"
“Hay quien dice que estamos locos por inaugurar un aeropuerto sin aviones. No han entendido nada. Durante mes y medio cualquier ciudadano que lo desee podrá visitar esta terminal o caminar por las pistas de aterrizaje, algo que no podrían hacer si fueran a despegar o a aterrizar aviones. Es un aeropuerto para las personas”, dijo Fabra en su discurso al inaugurar el aeropuerto, hace casi un año.