Dado que en el momento de redactar estas líneas, que se publican coincidiendo con la celebración del Sorteo Extraordinario de Navidad, se desconocía quiénes iban a ser los afortunados de la jornada, el autor ha decidido dar descanso al observador político y ofrecer una oportunidad de lucimiento al torpe literato que nunca será, de modo que la entrega dominical de hoy no es un análisis de la actualidad política sino un cuento de Navidad, un relato ciertamente ficticio pero inspirado en hechos rigurosamente reales.

Uno

Cuando aquel 22 de diciembre del año del Señor de 2024 el carro resplandeciente de la rosada aurora rodaba sin prisas pero sin pausas desde el remoto Oriente hacia las costas de la atribulada España, nadie podía imaginar que esa jornada daría a luz una bomba informativa cuya explosión controlada habría de poner contra las cuerdas al Gobierno del hombre cuyo régimen había sido identificado como una cruel dictadura por algunas de las mentes jurídico-políticas más preclaras de la patria.

Todo había empezado unas semanas antes, cuando un primo segundo del okupa de la Moncloa detenía su vehículo en una estación de servicio de la Autovía del Noroeste propiedad de un viejo amigo de la familia: el primo, también llamado Pedro, llenó el depósito, pagó su importe, compró el único periódico no antigubernamental que había en el expositor y en el último momento decidió añadir a la factura la adquisición de un par de décimos del número 46.296, que a la postre resultaría premiado con el gordo en el sorteo de Navidad: 400.000 euros por décimo. Cuatro por dos ocho. Casi un millón.

Dos

El día 22 todo estaba a punto, como siempre. Aunque el sorteo más esperado del año transcurrió sin sobresaltos, durante el mismo se produjo un incidente en apariencia irrelevante y sin mayor trascendencia, pero que a la postre tendría una importancia que nadie entonces podía imaginar. Cuando los niños del Colegio de San Ildefonso llevaban como una hora cantando números, el bombo que contenía las 100.000 bolas se atascó y hubo que suspender el sorteo durante casi 30 minutos, el tiempo que necesitaron los operarios del Servicio Nacional de Loterías en solventar la incidencia, tras lo cual el proceso prosiguió sin mayores trabas.

¿Todo bien, entonces? Bueno, no todo. Concluido el sorteo y a medida que iban conociéndose los afortunados, saltaba una noticia que habría de correr como la pólvora ese mismo día y ocupar portadas y más portadas durante semanas y aun meses. Periódicos, radios, televisiones y digitales, mayoritariamente antigubernamentales, echaban humo al filo de las dos de la tarde de ese 22 de diciembre. El primer premio había caído en el número 46.296. Los titulares variaban poco: “Un primo del presidente Sánchez, doblemente agraciado con el gordo de Navidad”. El más audaz de los digitales, Ozúdiario, ahondó un poco más y reveló un dato que los demás habían pasado por alto: “El primo del presidente compró los dos décimos del gordo en una gasolinera propiedad de un íntimo del clan Sánchez”.

Tres

Las investigaciones periodísticas no resultaron vanas. La siguiente revelación empezó a poner nervioso al mismísimo Palacio de la Moncloa: “El propietario de la gasolinera que vendió el gordo y varios miembros del clan Sánchez también compraron décimos premiados”, publicaba a toda página El Antigubernamental.com. El tabloide digital incluía entre esos compradores al hermano de Pedro Sánchez, pero la noticia resultó ser falsa, auque no tanto como para que El Antigubernamental.com se decidiera a rectificar.

La faena informativa la remataba El Españolísimo.es: “Familiares y amigos del Pedro Sánchez y Begoña Gómez se embolsan más de 5 millones de euros en el sorteo de Navidad cuyo bombo se averió”. El diario La Razón Pura añadía de su cosecha: “La extraña avería del bombo dispara las sospechas sobre la limpieza del sorteo que ha hecho millonario al clan Sánchez”. La noticia se complementaba con las declaraciones de cierto matemático según el cual hacer trampa en el sorteo de Navidad “es improbable pero no imposible: insisto, no imposible”.

Cuatro

Unos días después, concretamente el 28 de diciembre a primera hora de la mañana, la asociación cívico-religiosa Manos Finas presentaba una querella en los juzgados de la madrileña plaza de Pillapilla, adjuntando como prueba los titulares de varios diarios digitales, muy singularmente el aportado por La Razón Pura. Quiso la buena fortuna de los querellantes y de la patria que el caso recayera en el juez de instrucción José Carlos Repeinado, cuya tenacidad y valía profesional habían quedado sobradamente acreditadas en la concienzuda investigación de otros casos de corrupción igualmente relacionados con la familia del sátrapa.

Con la celeridad acostumbrada, marca ya de la casa, el veloz Repeinado abrió una causa contra el propietario de la gasolinera que vendió y compró él mismo décimos premiados y contra el director general de la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado, reservándose la opción de imputar también a su jefa directa, la ministra de Hacienda.

Cinco

Como cuando se busca se encuentra, en el curso de las investigaciones la policía judicial descubrió un hecho que el juez consideró altamente significativo: la empresa que había fabricado el bombo de la suerte extrañamente averiado tenía su sede en una población costera andaluza gobernada ininterrumpidamente por el Partido Socialista desde las primeras elecciones municipales de 1979.

El juez llamó como testigos a los dos directivos y máximos accionistas de la compañía, de quienes vecinos del pueblo aseguraron anónimamente a distintos medios que siempre mantuvieron relaciones sospechosamente cordiales con el Ayuntamiento. Tras su declaración, que no convenció al juez ni a la acusación popular, ambos ejecutivos abandonaron el juzgado pero no ya como testigos sino como imputados, pues el magistrado creyó haber detectado en su testimonio lagunas y contradicciones lo bastante sospechosas como para incluir a ambos en la causa.

Seis

No menos importante en el progreso del caso fue el descubrimiento de que uno de los dos técnicos que repararon el bombo averiado el día del sorteo era padre de una chica que, quince años atrás, había compartido guardería y hecho gran amistad con… ¿adivinan con quién? ¡¡¡exacto, con Carlota y Ainhoa, las hijas de Pedro Sánchez y Begoña Gómez!!! El círculo empezaba a cerrarse. Los digitales ardían. El relato de una maquinación urdida desde arriba cobraba sentido. Solo había que unir las líneas de puntos, y Repeinado era un número uno en eso.

Los indicios eran abrumadores, tanto que hasta el gran Fríquer Rupérez decidió dedicar tres programas monográficos al escándalo bajo el sugestivo título conjunto de ‘El misterio del bombo sanchista’; uno de los expertos que sentó en su mesa de análisis aportó una prueba numerológica de la posible implicación de la Moncloa: las cifras que componían el número premiado, 46.296, sumaban, ¡oh, sorpresa, 27!, justamente el año en que debía concluir la legislatura de la que Sánchez y los suyos saldrían forrados. Mucha causalidad, ¿no?

El juez Repeinado incorporó la revelación al sumario y ordenó nuevas diligencias, entre ellas un peritaje dirigido por un acreditado estudioso de la Cábala expresamente traído de Jerusalén Oeste. Aunque lleva varios meses abierta, la instrucción está muy lejos de concluir. Cuentan los digitales de toda confianza que Repeinado no se dará por vencido hasta sentar en el banquillo al presidente, a su mujer, a su primo y a la ministra de Hacienda, también andaluza, para más señas. Seguiremos informando.