Apenas ha comenzado a rodar el nuevo (en un guiño humorístico) gobierno de Mariano Rajoy y Ciudadanos, que se vanagloria de ser su imprescindible socio, yace ya en la cuneta. Es algo que Rivera, de haber leído algo más de historia, podría haber previsto con facilidad. El arribismo disgusta casi en idéntica proporción al que lo practica como al que va dirigido. Rajoy destaca en pocas cosas, si acaso en pasar desapercibido, pero si tuviera que escoger una habilidad entre las muchas que nos esconde, sin duda sería el uso del menosprecio. Lo maneja con tanta naturalidad que, emulando a Bécquer, podríamos recitarle aquello de: ¿Qué es menosprecio? - dices mientras miras al horizonte como si no estuviera arrodillado frente a ti. ¿Qué es menosprecio? ¿Y tú me lo preguntas, Mariano? Menosprecio ...eres tú.

Pobre Rivera, él que se había hecho imprimir tarjetas de visita con el cargo de excelentísimo director en influencia gubernamental, tendrá que cambiarlas ahora por otras donde, abusando de optimismo, se rebaje el cargo al de ujier, cuando no al de "corre ve y dile" o al de "acércame las zapatillas y el BOE (palabra clave que utiliza el presidente para referirse al Marca)". Es una pena, porque el muchacho, me refiero a Rivera, tiene pico de oro y apuntaba maneras de líder. Todo se antoja ahora puro artificio. Pretender, como él pretende, manejar a Rajoy desde el Congreso con apenas 30 diputados, es como intentar darle la vuelta a un caballo estirándole de la cola, tienes asegurada una ventosidad y una coz. 

Sólo a alguien cegado por la ambición se le puede ocurrir disputarle el espacio social e ideológico al PP y confiar en que éste se dejará domar con docilidad. A Rajoy le ha faltado tiempo para buscar en el PNV y en lo que queda del PSOE la ayuda que pueda necesitar. De esta manera no sólo invisibiliza a Ciudadanos, con quien se juega los votos, sino que da un paso en el intento de recomposición del viejo régimen de partidos, en el que tan cómodo han vivido, algunos, durante décadas.

La falta de inteligencia de Ciudadanos está siendo mayúscula y como mucho mueve a la compasión. Y en política compasión y desprecio son palabras sinónimas. La bajada de pantalones del partido de Rivera ha sido obscena, han pasado de presentarse como los adalides de la lucha contra la corrupción a aceptarla como animal de compañía sin apenas pestañear. A estas alturas deberían saber que los votantes siempre prefieren los originales a las copias. Para votar a un partido de derechas que convive con la corrupción, ya tienen al PP.