Desde su debut en 1990 con Metropolitan, Whit Stillman siempre se ha tomado períodos largos entre películas, tanto que en el transcurso de estos años solo ha llegado a rodar cinco, la última, Amor y amistad, otros cinco después de la anterior, Damiselas en apuros. Esta circunstancia denota el carácter realmente independiente de Stillman a la hora de poner en marcha sus proyectos (además de otros elementos), algo que se percibe en cada una de sus películas, una filmografía corta pero realmente estimulante. Con su última producción, Amor y amistad, parece cambiar de rumbo con la adaptación de la novela corta de Jane Austen ‘Lady Susan’, poco conocida en general, que escribió antes de sus grandes obras y que ya presenta muchos de los elementos que irán configurando su literatura ulterior.

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Ahora, en retrospectiva, la elección de Austen por parte de Stillman nos parece totalmente lógica, casi obligada. Si el cineasta siempre se había centrado en la contemporaneidad, (aunque The Last Days of Disco, de 1998, se desarrollaba en los ochenta, la lejanía temporal no era tanta) sus películas siempre presentan una modulación verbal y de comportamiento, bajo una fina ironía, que podían hacer recordar a otro tiempo. Ahora, ha llevado a cabo ese viaje a la Inglaterra de finales del siglo XVIII con una comedia de época que no podía ser más contemporánea, más actual. Si con Damiselas en apuras realizó un juego formal y narrativo que daba la vuelta a las comedias universitarias, o, con Metropolitan, actualizaba la comedia sofisticada, en Amor y amistad revierte los dramas de época para entregar una película que avanza con una enorme velocidad, con cuadros narrativos que se suceden sin detenerse con una agilidad que no se permite ni una pausa explicativa: los personajes quedan descritos de manera genial cuando aparecen para, después, como piezas de un gran juego, ir apareciendo y desapareciendo de la historia. Porque Stillman concibe la película exactamente como un juego de mentiras, de conversaciones ingeniosas, con doble sentido y repletas de humor ingenioso, de idas y venidas de los personajes, especialmente Lady Susan (una magnífica Kate Beckinsale); pero, a su alrededor, un elenco que brilla del primero al último, con unos secundarios magníficos.

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Y mientras transcurre la película, ¿sucede algo en realidad? Pues bien, sucede todo y, a la vez, poca cosa. Y ahí reside gran parte del mérito de la película de Stillman, en hacer avanzar una acción en la que todo es intrascendental desde cierto punto de vista, pero posiblemente, esas vidas, tal y como aparecen en la novela de Austen, quizá fueran así. Pero Amor y amistad no solo retrata con ironía esas vidas, también parece hablar de nuestro presente. Formas sociales diferentes, vicios sinceramente muy parecidos. Es posible que entonces tuviesen que desplazarse de unos lugares a otros, al menos se movían, pues ahora ni es necesario moverse de casa para poder llevar a cabo juegos de este tipo. Stillman ha entendido cómo realizar una adaptación de este tipo para una sensibilidad actual sin dejar de lado su ideario estético y siguiendo la novela lo máximo posible.

Elegante y sencilla, Amor y amistad puede parecer poca cosa, una película disfrutable pero olvidable. Y sin embargo, posee un encanto y una honestidad que es raro encontrar en muchas producciones actuales, lo cual otorga mayor fuerza al trabajo de Stillman.