En 1995, Vassili Silovic y Oja Kodar (cuarta esposa de Orson Welles), realizaron el documental The One Man Band (ídem, 1995) (http://www.ubu.com/film/welles_oneman.html), el cual se abre con un Welles ejerciendo de mago, quizá el papel que más le gustó desempeñar, llevándolo a su faceta de creador cinematográfico. A partir de ahí, la película recopila diverso material inédito e incompleto del cineasta como si se tratara casi de un acto de magia: hacer visible lo inexistente. Gracias a ello se recuperaron imágenes, de escasa duración, de diversos proyectos de Welles. En un momento del documental, el narrador establece cuál era el mejor truco o juego de Welles: su propia silueta, una abstracción de sí mismo. Los retazos visuales que dejó inconclusos son exactamente eso, siluetas, películas en construcción.
La primera silueta de ese puzzle de obras inacabas o proyectos inconclusos (pueden ser unos veinticinco en total), fue durante muchos años Too Much Johnson, rodada en 1938, su primera película como profesional tras el codirigir junto a su amigo William Vance The Hearts of Age en 1934, un cortometraje de unos nueve minutos de duración. En 2008, justo setenta años después de su rodaje, fue hallada en Pordenone, Italia, dentro de una caja con diversas bobinas con material diverso rodado por el cineasta, al parecer depositados por él mismo a pesar de que Welles siempre diera por perdida, o casi, la película tras un incendio en su casa de Madrid en la década de los setenta. Aunque aún incompleta, suponía el hallazgo de mayor metraje de Too Much Johnson, el suficiente como para montarlo y poder tener una película más o menos cercana de la que pudo ser originalmente. Tras varios años de trabajo, fue estrenada en octubre de 2013 en el festival de Pordenone.
Too Much Johnson no fue ideada para ser proyectada de manera tradicional, sino que Welles la concibió para que acompañara la representación teatral de una obra de William Gillete, la cual también él adapta en la película. Welles pretendía que se estableciera un diálogo entre las imágenes cinematográficas y la representación teatral. Por ejemplo, en un momento dado, en la película se debía ver caer a un personaje y, acto seguido, aparecer en escena. Concepto vanguardista para la época, Welles aunaba de este modo su trabajo teatral –por entonces ya era conocido en ese contexto- y su incipiente interés por el cine. Este diálogo, evidentemente, queda roto y apenas se puede concebir cómo habría sido. Además, nunca llegó a realizarse dado que fue imposible introducir el proyector en el teatro y por tanto carecemos de información de la época sobre la representación. Por otro lado, aunque el montaje sea cercano en gran medida al original, resulta evidente que faltan imágenes, algo patente en ciertas rupturas de ritmo narrativo. Sin embargo, a pesar de esto y de que la película tenga que ser vista fuera del contexto para el que fue creada, y aunque resulte arriesgado sacar conclusiones, las imágenes de Too Much Johnson revelan varios elementos interesantes.
Rodada en 1938, tres años antes de Ciudadano Kane, Too Much Johnson es una película conscientemente fuera de época y abiertamente paródica. En aquel momento apenas se realizaban películas mudas y la comedia ya transitaba por otros caminos. Welles mira a los slapstick de Mack Sennett de manera directa, como evidencia el prólogo de apertura en la habitación de la joven, incluso la planificación inicial de la situación lo deja claro. Pero también a Harold Lloyd o Buster Keaton, con no pocas referencias visuales a ellos. Welles recupera una tradición en el cine norteamericano que no le quedaba demasiado lejana y la cual conocía y admiraba, aunque sorprendentemente alargando las situaciones mucho más que aquellos. Pero además introduce en determinados momentos secuencias montadas a la manera soviética y surgen ecos del expresionismo alemán, sobre todo en los rostros de los actores, en el excesivo maquillaje de muchos de ellos y en su expresividad a veces desmesurada, así como con los planos torcidos. Queda preguntarse qué habrían pensado los espectadores de la época al encontrarse una obra tan conscientemente fuera de su tiempo. Todos estos elementos, depurados, aparecerán en Ciudadano Kane, como también lo hará su trabajo con los picados y los contrapicados, por ejemplo, o, aunque de manera más tosca en Too Much Johnson, el juego con la profundidad de campo. Quizá pueda entenderse esta obra como una suerte de laboratorio experimental, aunque quizá sea arriesgado el hacerlo. En cualquier caso, queda patente que Welles trabajaba el lenguaje cinematográfico en busca de conocer su expresividad. Por ejemplo, el cineasta tiende a los planos generales para romper la teatralidad, pero también juega con los primeros planos –mediante el montaje soviético-, como si estuviera probando todas las posibilidades.
Too Much Johnson queda, con este montaje, más que como una película que evaluar en sí misma como un boceto incompleto que curiosamente acaba pareciendo una obra surrealista. Y no se debe olvidar que gran parte de las referencias con las que juega Welles también alimentaron a los surrealistas. Y resulta curioso porque Welles, si algo no fue, fue surrealista.