Pocas canciones del rock estatal han logrado condensar en apenas unas estrofas la complejidad política y social de una época tan oscura como la que vivió Euskadi y Navarra en los años 80. No hay tregua, publicada por Barricada en 1986, no es solo un tema musical: es un documento sentimental de una generación atrapada entre el fuego cruzado. Un espejo que refleja la soledad del conflicto. Una advertencia moral contra la violencia. Su significado profundo, arraigado en la memoria colectiva, explica por qué este tema sigue provocando debates y por qué su reciente retirada de la megafonía de El Sadar ha generado tanta controversia.
Para comprender la fuerza de esta canción, es imprescindible situarse en su origen. Entre 1984 y 1985, cuando Enrique Villarreal, El Drogas, compuso la letra, Euskadi vivía uno de sus momentos más tensos. “La calle ardía cada día”, recordaba él mismo, describiendo un territorio marcado por los atentados de ETA, el miedo omnipresente, la represión policial y la aparición del terrorismo de Estado. Eran años de funerales continuos, silencio impuesto y barrios que crecían a la sombra del conflicto. De esa mezcla de rabia, tristeza y desconcierto nació No hay tregua, aunque no como un grito de combate, sino como un ejercicio de reflexión íntima.
La canción habla de la juventud perdida, de quienes vieron “sus mejores años” consumirse en la clandestinidad, arrastrados por decisiones que muchas veces no controlaban y que conducían a un callejón sin salida. “Es el juego del gato y el ratón”, canta Boni con su voz inconfundible, hoy convertida en símbolo tras su desaparición. Esa frase resume la sensación de vivir siempre a la defensiva, de no poder respirar sin mirar atrás, de que cada elección podía ser fatal.
Pero el verso más contundente -y quizá el más malinterpretado- es aquel que proclama que “nunca tendrán las armas, la razón”. En una época en la que la violencia marcaba la agenda diaria, Barricada hizo una declaración explícita de antimilitarismo y de pacifismo. No era él quien hablaba literalmente en la letra, sino el espíritu de una tierra herida, de una juventud que lloraba por lo que perdía mientras trataba de defender lo poco que quedaba en pie.
Sin embargo, la Policía trasladó al club que, durante la reproducción de la canción, un pequeño sector del estadio lanzaba proclamas vinculadas al pasado violento de ETA, lo que podía acarrear sanciones severas a Osasuna. La directiva, consciente de su historial de sanciones extradeportivas, ha decidido retirarla de la megafonía y sustituirla por otro tema de Barricada. La decisión sorprendió a buena parte de la afición, que sigue cantándola a capella como gesto de resistencia cultural.
Lo ocurrido en El Sadar refleja una paradoja: una canción compuesta desde el pacifismo y la crítica a las armas termina vetada por miedo a interpretaciones ajenas a su contenido real. Barricada escribió un tema que denunciaba la violencia y reivindicaba el pensamiento como única vía para escapar de ella. Porque se atreve a recordar lo que fuimos y lo que no debemos volver a ser.
Aunque haya sido retirada de los altavoces del estadio, No hay tregua sigue resonando donde siempre ha resonado: en la memoria colectiva y en la conciencia de quienes aún creen que las armas nunca tendrán la razón.