Esta semana he visto por segunda vez La guitarra flamenca de Yerai Cortés. Qué película tan bonita y qué suerte tiene Yerai. Un chico sensible y perseguido por el tormento, pero enormemente amado y salvado por el amor recibido. Dos padres con una relación explosiva y tóxica, pero un padre y una madre desvividos por su hijo. Miguel y María sirven para comprender cómo es Yerai. Punk y poesía. Tradición y vanguardia.
Miguel es un hombre gitano que ha tenido que josear para vivir. Parece no fiarse de los payos que le rodean. Tanta cámara. Parco en palabras, le resulta muy difícil hablar de sí mismo. De sus sentimientos. Forma parte de una generación la cual cree que mostrar su vulnerabilidad es ser débil. A lo largo de la grabación va soltándose, mostrando su alma y cogiéndole cariño al foco. Porque él también es artista.
El profundo amor que siente por su hijo se ve en dos escenas. Miguel cuenta que vendió mucho hachís. Mucho. Pero le pillaron. Cuando uno experimenta el sabor del dinero es difícil renunciar a él. En unas horas puedes conseguir billete fácil para vivir varios meses. Lo chungo es madrugar, meter horas y ganar poco de forma honrada. "El verdadero tipo duro soy yo", dice el autobusero Robert De Niro a su hijo Calogero en Una historia del Bronx. "Prefiero vender calcetines", dice Miguel Cortés. Pero no lo dice porque sea lo honrado. Lo dice porque Yerai no quiere que su padre se meta en marrones. Miguel acepta mantenerse al margen como una muestra de amor a su hijo. Quizás pobre, pero respetado por su hijo.
En otra escena, Miguel le dice a Yerai que busque la rentabilidad del proyecto con Antón Álvarez. Que si tiene que renunciar a la pureza y hacerse un requetón o requetán, que lo haga. Que le busque el rédito económico y se aproveche de la próximidad de C. Tangana, un payo que sabe hacer arte y dinero. Miguel no es un interesado. Es un buen padre que quiere a su hijo.
La relación entre padre e hijo es inspiradora. Qué suerte poder compartir sentimientos puros y reflexiones profundas con tu padre. Ojalá pudiera hacerlo, gritan mis lágrimas en una sala de los cines Verdi. Ojalá poder volver a verle y hablar con él. Tomar un orujo de hierbas en una sobremesa bajo los rayos de sol, como hacen Miguel y Yerai en la obra. Qué afortunado es el protagonista y qué bonito tiene que ser decir: "Tengo una bulería para ti, papá. Para mí eres lo más importante".
Luego está María. Una heroína de la vida. Una mujer artista en sí misma. Pura y sincera. A través de su piel uno intuye los palos del tiempo. Mirada triste pero belleza intacta. Mujer auténtica y original. A pesar de los aprendizajes que ha tenido que experimentar, sigue conservando un halo infantil y puro. Mujer bruja, mágica y rencorosa. Frágil como una bomba, no como una flor. "Yerayi, eres un fiera", suelta sincera y orgullosa. Tiene razón. Una mujer que conoce la pena y el sufrimiento. Que conoce a qué sabe la penica más penica a la que debe enfrentarse un madre. Pero sigue en pie por su hijo.