En La habitación del hijo, no sólo una de las mejores películas Nanni Moretti, sino también una de las mejores obras del cine europeo contemporáneo, asistíamos al dolor de una familia frente a la repentina muerte del hijo. En Mia madre, Moretti plantea el relato opuesto: Margherita (Margherita Buy) debe enfrentarse a la inminente muerte de su madre mientras rueda –es directora- una película de cariz político-social.


A partir de un relato en apariencia sencillo, rodado a través de una puesta en escena en apariencia simple y directa y que da como resultado una imagen límpida, Moretti vuelve a cargar alrededor de algunos de los temas que han ido vertebrando su obra hasta la fecha. Pero en esta ocasión, para empezar, asume un segundo plano como actor –interpreta al hermano de Margherita, quien cuida a su madre en el hospital con el horizonte de perder de su trabajo presente- y deja que sea Margherita quien tome el protagonista de la película, perfecto alter ego del cineasta en cuanto a las reflexiones que se hace el personaje y que son, a su vez, las que dan forma estética y discursiva a la película. Porque Margherita se enfrenta a problemas en el rodaje: ¿qué distancia tomar para rodar los problemas sociales que presenta en su película? ¿Qué postura? ¿Qué distancia mantener? La presencia de un actor extranjero, interpretado por un John Turturro cercano a la caricatura, pero que acaba funcionando, introduce un elemento tan cómico como vehicular: sirve para que la cineasta en la ficción se pregunte sobre su labor, sobre cómo abordar su trabajo.



Pero esas cuestiones sobre el compromiso con la realidad y su representación en pantalla están acompañadas por el relato sobre la intimidad de Margherita al hacer frente a la muerte de la madre, algo que no acaba de aceptar; debe, a su vez, entender su relación con su hija adolescente. Así, Moretti filma una doble crisis que, en realidad, viene a ser la misma. Y lo hace con sutileza, elegancia y una sensibilidad que se encuentra en manos de muy pocos. Basta recordar la secuencia del hermano dando de comer a la madre mientras Margherita debe esconder la comida que ha comprado para ella, para constatar lo anterior. O bien el plano final, en el que Margherita parece entender entre lágrimas.




[[{"type":"media","view_mode":"media_large","fid":"40210","attributes":{"class":"media-image size-large wp-image-7054","typeof":"foaf:Image","style":"","width":"690","height":"460","alt":"Shots from \u0026quot;Mia Madre\u0026quot;"}}]] Shots from "Mia Madre"


La aparente falta de compromiso de Margherita con su realidad, con su intimidad, se relaciona directamente con esas dudas a la hora de reproducir la realidad social. Moretti consigue mostrar que ambas esferas son diferentes, pero que están internamente unidas. Que para conseguir estar a bien con la realidad ajena, uno debe estar a bien con la suya propia. Y lo hace mediante un relato íntimo con pretensiones universales, consiguiendo una película que avanza con un ritmo excelente, con una construcción tan limpia y reflexionada que no hace falta el buscar en sus imágenes más allá de lo que éstas plantean. Todo está ahí, induciendo al espectador para que se introduzca en la historia. Una película que muestra la necesidad de aceptar algunos golpes de la vida para poder seguir hacia delante, para poder seguir relacionándose con la realidad, ya sea en el día a día, ya sea reproduciéndola cinematográfica. Porque, al final, la aceptación mayor que propone Mia madre es la del paso del tiempo. El de Margherita y el de su madre, que estará para siempre, como ella dice en una ensoñación. El del propio Moretti como director, quien mediante su trabajo como director en la película así como a través del personaje de Margherita se cuestiona sobre su carrera mediante la mejor manera posible, haciendo lo mejor que sabe y haciéndolo de manera impecable. Pero sin nostalgia, mirando al presente, cuestionándose sobre la realidad y la ficción. Sobre el mundo y el cine de hoy.