Cuando Marty Supreme se estrena en salas el 25 de diciembre de 2025 -y ya figura entre las películas más comentadas del año- muchos espectadores se preguntan quién fue realmente el hombre detrás del personaje de Marty Mauser, interpretado por Timothée Chalamet. Aunque el filme dirigido por Josh Safdie no es una biografía literal, toma como base creativa la extraordinaria vida del auténtico Marty Reisman, un jugador de tenis de mesa estadounidense tan estrafalario como legendario.
El origen de una leyenda
Martin “Marty” Reisman nació el 1 de febrero de 1930 en Manhattan, Nueva York, en el seno de una familia de inmigrantes judíos ashkenazíes. Su infancia estuvo marcada tanto por la precariedad económica como por sus primeros desafíos personales: tras experimentar un colapso nervioso a los nueve años, su médico le sugirió jugar al tenis de mesa para calmar su ansiedad. Lo que comenzó como terapia pronto se transformó en una pasión desbordada.
Con apenas 13 años ya se proclamaba campeón juvenil de la ciudad de Nueva York, destacando no sólo por su destreza física sino también por su ingenio en la mesa. Su contexto -las mesas de ping-pong de clubes y locales sociales del Lower East Side- se convertiría en el escenario ideal para desarrollar un estilo de juego irreverente, competitivo y escénico.
“The Needle”: El showman del ping-pong
El apodo de “The Needle” (“La Aguja”) no sólo aludía a la delgadez de su figura, sino también a la precisión quirúrgica de sus golpes y a su lengua afilada. Reisman fue algo más que un atleta; fue un verdadero personaje del deporte. Su estilo se caracterizaba por una combinación de habilidad técnica, psicología en la mesa y una teatralidad difícil de olvidar.
El propio Reisman contaba que, incluso de joven, apostaba grandes sumas de dinero contra oponentes desprevenidos, apostando siempre por él mismo. Tal era su audacia que la Asociación de Tenis de Mesa de Estados Unidos (USTTA) llegó a suspenderlo por apuestas y por usar fondos de patrocinadores de forma inapropiada. Esa mezcla de rebeldía y talento contribuyó a forjar su leyenda.
El ascenso internacional y la era del hardbat
En una era en que el tenis de mesa era mucho más que un simple hobby, Reisman no tardó en dejar huella en el plano competitivo. Se convirtió en campeón de Estados Unidos en individuales en 1958 y 1960, y también destacó internacionalmente en campeonatos mundiales, consiguiendo medallas que avalaban su calidad como jugador.
Pero quizás uno de los capítulos más significativos de su carrera fue su relación con los “hardbats”, las palas tradicionales sin esponja. En la década de 1950 apareció una nueva tecnología -las raquetas recubiertas de esponja- que revolucionó el deporte. Reisman, un firme defensor del estilo tradicional, llegó a enfrentarse a este cambio con una mezcla de ironía y desprecio, perdiendo contra oponentes con esponjas pero manteniendo siempre su fe en el hardbat.
Más allá de los torneos: espectáculo, gira y cultura pop
Pero la historia de Reisman no se limita a sus triunfos deportivos. Su carrera tomó un giro tan inesperado como espectacular cuando fue invitado a actuar con los famosos Harlem Globetrotters, la troupe de baloncesto espectáculo, entre 1949 y 1951. Allí no se limitó a jugar tenis de mesa: realizó trucos, exhibiciones y números cómicos, a menudo empleando elementos improvisados como tapas de cubo o sartenes en lugar de palas, convirtiéndose en una atracción tan popular como los propios jugadores de baloncesto.
Incluso en los ochenta y noventa, Reisman siguió vinculado a la mesa. En 1997, a los 67 años, ganó el Campeonato Nacional de Hardbat, convirtiéndose en uno de los competidores de mayor edad en lograr un título nacional en un deporte de raqueta.
Falleció el 7 de diciembre de 2012 en su ciudad natal, dejando tras de sí un legado tan inusual como influyente en el tenis de mesa estadounidense.
De la página al celuloide
La autobiografía de Reisman, The Money Player (1974), no es sólo un relato deportivo: es una crónica de la cultura, las apuestas, la creatividad y el espíritu independiente que definieron su carrera. Esa voz única capturó la atención del director Josh Safdie, quien junto al guionista Ronald Bronstein, decidió usar la vida de Reisman como motor narrativo para Marty Supreme.
La película no pretende ser un documental, sino una odisea estilizada en torno a la figura de un hombre obsesionado con el triunfo, el espectáculo y la autoafirmación en un deporte considerado menor por muchos. En la pantalla grande, estas cualidades se traducen en una historia rica en matices, humor y reflexión sobre el sueño americano y sus paradojas.