Como preámbulo al estreno de la tercera temporada, que constará de 18 capítulos, todos dirigidos por David Lynch, se aborda desde muy variados ángulos, en los 21 textos que componen el libro editado por Innisfree, en su colección de cine Rosebud, 'Twin Peaks – 25 años después todavía se escucha música en el aire', un hito que marcó un antes y un después entre las series televisivas.

Un semáforo era un recurrente plano de transición en la serie creada por David Lynch y Mark Frost. Por supuesto, un semáforo rodeado de noche. Un semáforo suspendido, como si se encontrara entre el cielo y la tierra, o entre la visible negrura del fondo, y la no manifiesta solidez del suelo, la imposibilidad de cimientos para las certezas, el fuera de campo al que siempre estarán expuestas, el fuera de campo de lo posible y lo incierto, de los abismos en los que se difuminan los contornos. En esas transiciones que son fisuras y umbrales, habitan los insectos bajo la hierba,  las humaredas vivas de los radiadores, el pabellón auditivo de una oreja cortada,  la abertura negra de la capucha que oculta la deformidad de quien es calificado como El hombre elefante, o la pulpa que se agita en las emociones de quien no ve porque no sabe ver y se estrella una y otra vez en carreteras perdidas (que a veces se llaman Mulholland Drive). El cine de Lynch es un cine de transiciones y umbrales y fisuras, entre un mundo y otro, que no dejan de ser el mismo y múltiple, facetas en vaivén, del mismo modo que en un semáforo se pone la luz en verde y en otro momento en rojo. Y está entre medias la luz ámbar. Y el cine de Lynch se despliega en esa zona del ámbar, por eso es imprevisible, como la relación con lo real, con los otros, con uno mismo. Las tartas de cereza pueden convertirse en el plástico que contiene un cadáver, las orquídeas cultivadas con mimo en un invernadero en el ruido del brazo de un tocadiscos que se ha quedado atascado en el tope. 

 

En el último capítulo de la serie, dirigido por David Lynch, como quien sacude con una patada en los genitales de los productores que impidieron que desarrollara la serie como él y Mark Frost habían planeado, el zig zag y el bucle definen los desplazamientos en el refugio negro  Cooper entra y sale por las mismas aberturas de los cortinajes en el pasillo, en salas que se asemejan, más que diferenciar.  Ese último episodio quizá sea la experiencia más radical que ha deparado una serie televisiva. Y David Lynch no se quedó satisfecho, y realizó una precuela, 'Fuego camino conmigo' (1992), tan radical en su planteamiento narrativo como ese último episodio. Una obra con la que quiso cerrar el aspecto nuclear de la serie, la columna vertebral que no pudo desplegar como quiso, la relación entre Laura y su padre, porque los productores quisieron que se resolviera pronto quién era el asesino.

La dama del leño invita a tomar el té, como el sombrerero loco, y a los que buscan, e indagan, les dice que llegan dos días tarde, como el conejo blanco. Ella sabe que somos troncos de un bosque, y que a veces, o con frecuencia, nos incendiamos, y la razón se exilia. No es fácil tampoco tener la visión de conjunto, Las ramas no dejan ver el árbol, ni los árboles el bosque. Y las ramas se mueven por un viento cuyo origen es una incógnita, como su aparición imprevisible. Y la dama del leño, al fin y al cabo, es el propio David Lynch. En el bosque, y en la serie, y en general, en el cine de Lynch, se cruza el umbral y nos podremos mirar desde otro ángulo que será menos complaciente, la distorsión que nos revela, la distorsión que evidencia cómo negamos la realidad, cómo no nos confrontamos con nuestras sombras y perturbaciones.

 

En los 18 textos que componen el libro nos encontramos con un par de introducciones a la fábula de las cimas gemelas, incluidas todas y cada una de las introducciones que realizó La Dama del leño antes de cada episodio y que nos perdimos en la emisión en Tele 5. Unos viajes en el tiempo confrontan la vivencia personal entonces con la reflexión desde el presente, la interrogante sobre una experiencia insólita con la contextualización en una época, en la que destacaba un fenómeno denominado postmodernidad. Los siguientes pasos o textos despliegan una cartografía de los espacios,  cocinan una guía en porciones de los personajes y nos dan la contraseña para conocer la multiplicidad de sociedad secretas. Otros realizan un desvío que establecen vínculos entre serie y precuela con el diario de Laura Palmer y las reflexiones del agente Cooper. El siguiente pasaje asciende a las ramas estéticas para reflexionar sobre los aspectos formales, desde las estrategias narrativas a las influencias pictóricas pasando por el diseño sonoro. Y de ahí un descenso en picado, la inmersión en las sombras y los abismos. Se atraviesa el espejo para sumergirse en los fantasmas, reflejos y contorsiones, y en la dualidad y las fronteras de la identidad, y el enigma del deseo y de lo paranormal, para encarar en el último trance del libro la perdida de la inocencia  y su asociación con el melodrama, el uso y transfiguración de los moldes de la telenovela, un debate sobre acuerdos y desacuerdos sobre y entre la serie y la precuela, y una indagación en la textura de los sueños a través de los vínculos con otras películas del pasado, presente y futuro. La última parada es un juego entre espejos con hotel y bosque austríacos.