Las memorias de Juan Carlos I ya están en las librerías bajo el título 'Reconciliación' (Planeta), escritas en primera persona con la colaboración de la periodista y escritora francesa Laurence Debray. La edición francesa del mismo se publicó el pasado 5 de noviembre y, entonces, el rey emérito concedió una entrevista a France 3. Pese a la expectativa generada por el libro en nuestro país, la editorial no ha previsto ningún acto de presentación (la de Debray del miércoles fue iniciativa de ella misma), y tampoco parece que el rey emérito vaya a recibir a ningún periodista.

Me habría encantado poder charlar con Juan Carlos de Borbón sobre su vida pública y también personal, ya que creo que un rey es rey a tiempo completo y, como él mismo reconoce, sus decisiones privadas afectan no solo a su vida familiar, también al conjunto de los españoles. Habría aprovechado también para rebatir ciertas afirmaciones que hace sobre el franquismo y el dictador, repreguntarle sobre temas importantes por los que pasa de puntillas y recordarle ciertos hechos que omite en su blanqueada visión del mayor escándalo de su reinado: la corrupción.

He imaginado una entrevista con algunas de las preguntas que me hubiera gustado hacerle con respuestas sacadas de 'Reconciliación'

Ante la imposibilidad de mantener ese encuentro cara a cara con el rey Juan Carlos, he imaginado una entrevista con algunas de las preguntas que me hubiera gustado hacerle, respondidas de manera real, con extractos sacados de 'Reconciliación', unas memorias que, según cuenta, escribe contraviniendo el consejo de su padre, Juan de Borbón. "Los reyes no se confiesan. Y menos públicamente", le decía: "Sus secretos permanencen sepultados en la penumbra de los palacios".

Juan Carlos I deja sepultados muchos secretos, seguro. Otros tantos, le habría gustado evitar que salieran a la luz. De ellos o no habla o lo hace veladamente, pero sus memorias tienen un interés indudable, aunque sea una parcial e interesada del hombre que durante más de cuatro décadas fue nuestro jefe de Estado y una de las figuras que posibilitó la democracia. Quiere reivindicarse, de eso no hay la menor duda, y lo hace ya desde la portada de 'Reconciliación', que muestra una fotografía perteneciente a la Fundación Alberto Schommer cargada de simbolismo, con el uniforme de etiqueta de capitán general del Ejército de Tierra y las más altas condecoraciones. 

Entrevista ficticia a Juan Carlos I, con respuestas sacadas de 'Reconciliación'

P.- ¿Cree que con Franco se vivía mejor?
R.- Los de mi generación recuerdan haber crecido en un país encerrado en sí mismo, subdesarrollado en infraestructuras y economía, desdeñado por sus vecinos e ignorado por el resto del mundo, a pesar de la especial relación del régimen con Estados Unidos.

P.- ¿Estuvo de acuerdo su padre en convertirle en el heredero de Franco?
R.- Franco y mi padre no se apreciaban, pero, sin embargo, durante un encuentro excepcional en agosto de 1948, en el buque del Estado español, el Azor, anclado frente a la costa de San Sebastián, a pocos kilómetros de la frontera francesa, llegaron a un acuerdo sobre una cosa: yo tenía que estudiar en España. Mi padre tuvo que transigir con su enemigo, su adversario político, el hombre que le cerraba el paso al trono, y aceptó confiarle a su hijo para asegurar el futuro de la monarquía. (…) Mi padre sería el gran sacrificado de esa decisión, al no llegar nunca a ser Rey como dictaba la orden de sucesión. ¿Era consciente de ello en aquel momento? No lo creo.

Sobre Franco: "Yo lo respetaba enormemente y apreciaba su inteligencia y su sentido político"

P.- ¿Mantuvo una relación filial con Franco?
R.- Había entre nosotros 46 años de diferencia. Él no tuvo ningún hijo varón. Tal vez proyectaba un sentimiento paternal hacia mí. No disimulaba la simpatía que me profesaba. Tal vez incluso sentía cierta ternura, cierta benevolencia. (…) Nunca criticó a mi padre en mi presencia, y tampoco mi padre lo criticó a él delante de mí. Por mi parte, yo lo respetaba enormemente y apreciaba su inteligencia y su sentido político.

P.- ¿Tiene algo que agradecerle?
R.- Si logré llegar a ser Rey, fue gracias a él. Nunca dejé que nadie le criticara delante de mí. Hay varios Francos: para algunos sigue siendo el hombre de la Guerra Civil, responsable implacable de miles de muertos; para otros, encarna una estabilidad ganada tras decenios de tensiones e inquietudes. (…) Nunca su nombre logrará unanimidad, lo que es legítimo, pero no se pueden borrar de un golpe casi cuarenta años de nuestra historia.


Imagen de archivo del día de la proclamación de Juan Carlos de Borbón como rey, junto a su esposa Sofía y sus hijos Felipe y Cristina

Felipe nació en el Palacio de la Zarzuela, creció en el palacio y, aparte de los años que pasó estudiando en Canadá y Estados Unidos, ha vivido en el palacio, en un entorno estable, metódico y confortable. Mi destino se forjó de otra manera

P.- Nació en el exilio y su hijo Felipe VI en La Zarzuela, ¿es un factor diferencial?
R.- No conozco el sabor de la permanencia, de lo inmutable, como ciertos reyes que nacieron en un palacio y han trabajado y morirán en ese mismo palacio. Probablemente, mi hijo tendrá el privilegio de ese destino, y me alegro por él. De hecho, lo veo como un logro personal: nada ha sido más importante para mí que poder asegurar la continuidad de la monarquía. Felipe nació en el Palacio de la Zarzuela, creció en el palacio y, aparte de los años que pasó estudiando en Canadá y Estados Unidos, ha vivido en el palacio, en un entorno estable, metódico y confortable. Mi destino se forjó de otra manera. Nací en el exilio en Roma, crecí entre Suiza y Portugal y luego fui a estudiar a España, sin saber si ocuparía algún día un papel al frente de la jefatura del Estado. Viví las mudanzas constantes e imprevistas, la falta de dinero, la hostilidad y el desprecio de algunas personas, el valor de la amistad. ¿Optaría por seguir la carrera militar? ¿El régimen del general Franco me dejaría gobernar? ¿Iba a tener que reunirme con mi padre y vivir exiliado a su lado en Estoril? Todo era posible. Me veo como un equilibrista, en el filo de la vida, afrontando tormentas, riesgos y tambaleos.

Me eduqué en un mundo donde el dinero fluía de una forma más sencilla, donde las donaciones y los regalos para mantener a la familia eran lo habitual

P.- ¿Ha pasado alguna vez estrecheces económicas?

R.- Me eduqué en un mundo donde el dinero fluía de una forma más sencilla, donde las donaciones y los regalos para mantener a la familia eran lo habitual. (…) Todos los veranos, Pedro Galíndez, un empresario vasco, le prestaba el ‘Saltillo’, un velero de acero de 26 metros de eslora construido en los años treinta. Como mi padre no podía permitirse llevarnos a todos de viaje, nos metía en el barco y navegábamos encantados por los mares. Mi madre cocinaba maravillosamente bien y nos abastecíamos de lo básico en los puertos. Estábamos encantados con esta vida sencilla, verdadera, deportiva, sin protocolos ni mimos.

P.- ¿Y en la etapa en España, con Franco?
R.- El marqués de Mondéjar, que fue mi ayudante de campo antes de convertirse en el más devoto de la Casa Real, era quien me facilitaba los trajes y abrigos, hasta que ingresé en las academias militares, donde se proporcionaba la ropa. Franco era un hombre austero, con él mismo y también conmigo. Yo tenía lo justo para vivir en la Zarzuela y con mi sueldo de capitán me compraba los cigarrillos. En aquella época fumaba mucho, ¡a veces, dos paquetes al día! En vacaciones, iba con Sofi y los niños a visitar a nuestras respectivas familias, en Estoril o Grecia. Llevábamos una vida discreta.

P.- ¿Se sintió humillado por depender económicamente de otros?
R.- Sin duda alguna sentía cierta fragilidad, una ansiedad difusa.

Sobre Felipe VI: "Me pregunté dónde habían ido a parar su ternura y su compasión. Ya no era el joven amable y sonriente de antes"

P.- ¿Cómo fue su primer encuentro en Zarzuela con su hijo, el rey Felipe VI, tras su ‘exilio’ a Abu Dabi?
R.- Llegué con el corazón encogido al encuentro cara a cara con mi hijo. El personal de la casa me esperaba, pero no les dejaron quedarse a saludar y les enviaron de vuelta a sus respectivas tareas. Me decepcionó no ver sus cálidas sonrisas. Felipe y yo mantuvimos una discusión muy franca a puerta cerrada en su despacho. Comprendí la presión a la que le sometía el Gobierno, su miedo a dar pasos en falso. Me reprochó que hubiera llegado en un avión privado, que aterrizara de tal manera que los fotógrafos pudieran acercare -como si yo hubiera explicado al piloto dónde aterrizar en ese pequeño aeropuerto sin demasiadas pistas- y que convocara a la prensa, como si yo les hubiera pedido que vinieran. (…) Me pregunté dónde habían ido a parar su ternura y su compasión. Ya no era el joven amable y sonriente de antes.

Sobre la muerte de su hermano, Alfonso de Borbón: "Todavía hoy me cuesta hablar de lo ocurrido, pero pienso en ello todos los días"

P.- ¿Cómo recuerda la muerte de su hermano pequeño, Alfonso de Borbón?
R.- Un drama que me marcó para siempre. No me gusta hablar de ello, y esta es la primera vez que lo hago. Alfonso, mi hermano, que era cuatro años menor que yo, murió. Toda la familia estaba reunida en Estoril para la Semana Santa de 1956. Volvíamos de jugar un partido de golf después de una misa vespertina. Él era un excelente golfista. Nos divertíamos jugando con una pistola de calibre 22 que un amigo, teniente, me había dado en España. Habíamos sacador el cargador. Ni por un momento imaginamos que había quedado una bala en la recámara. Un disparo saltó por los aires, la bala rebotó y alcanzó a mi hermano en la frente. Murió en brazos de nuestro padre. Hubo un antes y un después de aquello. Todavía hoy me cuesta hablar de lo ocurrido, pero pienso en ello todos los días.

P.- Asegura que el asesinato de cinco abogados laboralistas en la calle Atocha el 24 de enero de 1977 mantuvo la Transición en suspenso. ¿Por qué?
R.- El destino de España estaba en manos del PCE y de las fuerzas militares. Hice un llamamiento a la calma, por supuesto, pero ¿se escucharían mis palabras? (…) Las Fuerzas Armadas permanecieron bajo mi mando y finalmente no declararon el estado de excepción. Santiago Carrillo hizo un llamamiento a la serenidad en sus filas. Nadie intentó calentar los ánimos.

Nos conmovió la dignidad y el orden que reinaban en aquella riada de cientos de miles de afectados y disciplinados militantes comunistas [acompañando los féretros de los abogados laboralistas asesinados en Atocha]

Dos días después de los asesinatos se instaló una capilla ardiente en el Palacio de Justicia. Los féretros de los abogados, a hombros de sus compañeros, cruzaron Madrid en silencio. Tomé los mandos de un helicóptero y me llevé conmigo a Adolfo Suárez. Quería ver con mis propios ojos aquella marea de rosas rojas, banderas rojas y puños cerrados, impresionante en su inmensidad y su organización. Nos conmovió la dignidad y el orden que reinaban en aquella riada de cientos de miles de afectados y disciplinados militantes comunistas.


Cortejo fúnebre de los cinco abogados laboralistas asesinados por la ultraderecha en su despacho de la calle Atocha

Los comunistas no eran la encarnación del diablo, “peligrosos enemigos de la nación”, como pretendían los franquistas

P.- ¿Cree que marcó un antes y un después hacia el PCE?
R.- Creo que todos los españoles quedaron muy impresionados por esta demostración de dolor, fraternidad y rigor. Estoy convencido de que a partir de ese momento la imagen del PCE cambió a ojos de la sociedad española. Los comunistas no eran la encarnación del diablo, “peligrosos enemigos de la nación”, como pretendían los franquistas.

P.- ¿Tuvo alguna relación con el golpe de Estado del 23F?
R.- Circulan muchos rumores conspirativos sobre este suceso que puso en peligro nuestra democracia. Quiero dar aquí mi versión, con toda sinceridad, con mi memoria como única limitación. No tengo nada que ocultar.

(…)

La noche del 23 de febrero de 1981 es una de esas noches que siempre recordaré, y creo que todos los españoles también. Sigo teniendo preguntas y dudas sobre la forma en que se desarrollaron los acontecimientos y el papel que asumieron algunos. Lo único que sé con certeza es que algunos militares intentaron utilizar las armas para mofarse de la joven democracia española, mi obra, y yo no podía tolerarlo.

P.- Dice que Adolfo Suárez, en esa funesta noche, llegó a pensar que Armada les había salvado.
R.- Él estaba convencido de que Alfonso Armada había desempeñado un papel en su liberación al ir al Congreso a hablar con Tejero. ‘¡Nos ha salvado la vida! ¡Hay que condecorarlo!’, me dijo antes de entonar el mea culpa por haber intentado impedir su ascenso militar. Se lo aclaré enseguida: ‘No, Adolfo, tenías razón. Armada es un traidor’. No fue fácil aceptar la traición de un amigo íntimo de quien me fiaba ciegamente.

Sobre Lady Di: "Me pareció fría, taciturna y distante, salvo en presencia de los paparazzi"

P.- El coronel Amadeo Martínez Inglés le atribuyó más de 5.000 amantes. ¿Qué hay de realidad y de leyenda?
R.- Los medios de comunicación me han atribuido decenas de aventuras extramatrimoniales, la mayoría de ellas completamente ficticias. (…) Me reí mucho cuando leí que incluyo se me atribuía una relación con Lady Di en Palma. Nada más lejos de la realidad. Me pareció fría, taciturna y distante, salvo en presencia de los paparazzi. También hay quienes afirman que tuve una aventura con la famosa diva Sara Montiel, a la que apenas he saludado unas cuantas veces en mi vida. ¡Incluso me atribuyen tener hijos ilegítimos! Tuve que contratar a un abogado para defenderme de esas acusaciones. A la prensa le gusta murmura de manera fantasiosa.

El rey Juan Carlos y su amante Corinna Larsen

P.- ¿Qué puede decir de su relación con Corinna Larsen, a la que no nombra directamente en el libro?

R.- Aquella relación fue un error del que me arrepiento amargamente. Pude parecer trivial, pero muchos hombres se ciegan hasta el punto de no ver lo evidente. En mi caso, tuvo un impacto nocivo en mi reinado y en mi vida familiar. Erosionó la armonía y la estabilidad de estos dos aspectos esenciales de mi existencia, y me llevó al fin a tomar la difícil decisión de abandonar España. Ha manchado mi reputación ante los ojos de los españoles.

P.- ¿Qué sentimientos tiene hacia la reina Sofía?
R.- Sigo muy apegado a mi mujer, que conserva toda mi admiración y todo mi afecto. No tiene igual en mi vida y así seguirá siendo, aunque nuestros caminos se hayan separado desde que me fui de España y ya no compartamos el mismo techo. Sigue siendo la madre de mis hijos, una Reina extraordinaria y un vínculo afectivo fundamental e insustituible.

La entrada de Letizia en nuestra familia no ayudó a la cohesión de nuestras relaciones familiares


Imagen de archivo tomada durante la celebración de la Pascua Militar en 2018

P.- ¿Qué puede decir de la reina Letizia?
R.- La entrada de Letizia en nuestra familia no ayudó a la cohesión de nuestras relaciones familiares. Le decía: ‘La puerta de mi despacho está siempre abierta para ti, ven cuando quieras’. Pero nunca vino. Nuestro desencuentro personal no debía reflejarse en nuestra acción institucional. Hice todo lo posible por superar nuestras diferencias, porque el éxito de la pareja real es una garantía del futuro de la Corona.

Nunca he podido salir solo por Madrid con mis nietas Leonor y Sofía

Por desgracia, nunca he podido salir solo por Madrid con mis nietas Leonor y Sofía. Mi mujer nunca ha podido recibirlas a solas en Palma, como hace habitualmente con sus primos. Las veía de vez en cuando, pero le habría encantado verlas más a menudo, sobre todo porque viven a escasos cien metros de distancia.