Así lo retrató la película Remando al viento (1988): un verano de hace 200 años, el de 1816, una pandilla formada por el poeta –y entonces súper estrella- Lord Byron, el poeta y ensayista Percy Bysshe Shelley, su novia de 19 años Mary Shelley, y el médico y escritor John William Polidori, se reunieron en Villa Diodati, en Génova para pasar unas semanas. Era un verano muy raro en lo climatológico, que tenía muy poco de estival: debido a los movimientos del volcán Tambora de Indonesia, nevó hasta mitad de junio y se sufrieron heladas que echaron a perder cultivos de Europa y Norteamérica, causando una extendida hambruna de alcance intercontinental.

Curiosidad científica

Los amigos se refugiaban de las tormentas charlando a cubierto, repasando la literatura gótica de fantasmas que entonces estaba cayendo en decadencia, y sobre ciencia. Era una época de grandes descubrimientos, a punto estaba de descollar la Ley Faraday, y uno de los interrogantes que se planteaban era si gracias a la electricidad se podría crear vida. Una noche, Byron propuso un juego, consistente en que cada uno de ellos escribiera una historia de terror. Polidori sorprendería a todos con The Vampire, un relato que, en adelante, se convertiría en el arquetipo de las narraciones de vampiros del Romanticismo. Y Mary Shelley presentaría Frankenstein. Un Prometeo moderno, la primera novela de la ficción científica de la historia.

El monstruo rechazado, el rechazo a la ciencia

Una novela expresiva de las inquietudes de la autora y sus amigos, que más allá del terror que causa su argumento del científico que juega a crear vida y abandona a su criatura sin nombre a la vista de su horrible apariencia, algo de lo que ésta se venga sembrando muertes, es un discurso moralizante sobre la responsabilidad de lo que creamos, y una lectura de los desencuentros sociedad-ciencia vigentes en su contexto histórico. Mary Shelley, progresista y feminista, no pudo firmar la primera edición de su libro, que salió en 1818, ante la negativa de sus editores, que temían el rechazo del público si éste veía a una mujer figurando como autora. Sí firmó la segunda, la de 1823. Para entonces, aunque el libro tenía detractores en los sectores más conservadores, Frankenstein ya había marcado un hito, y en adelante inspiraría a Stevenson o a las muchas historias de mad doctors que se han sucedido en la historia de la ficción, hasta hoy.