Cada vez más demanda, pero también cada vez menos fondos. Es el sino de las bibliotecas públicas en tiempos de crisis. Ha aumentado el número de usuarios, encantados de ahorrarse el dinero de los libros, pero el dinero y las compras a las editoriales para atender la oferta no ha crecido igual.
Neil Gaiman dijo una vez que “Google puede darnos 100.000 respuestas, pero un bibliotecario nos dará la correcta”. Por silenciosos que sean los templos del saber que custodian estos profesionales, en cuyas filas han estado grandes de las letras como Borges, Robert Musil o Lewis Carroll (que encontró a su Alicia entre los puestos de lectura), son uno de los ojos de huracán de nuestra época, la Era de la Información, condicionados como están por los cambios en la manera como nos comunicamos, y en ellos, por nuestros hábitos lectores. Ahora frecuentamos más la pantalla que el papel, y no siempre nos decantamos por la palabra escrita. En el caso de las bibliotecas públicas españolas, además, los recursos hace años que no acompañan.
Y así se ha ido instalando en el sector una queja por la desactualización de los catálogos bibliotecarios, atribuible a que el volumen de adquisiciones [a las editoriales] ha descendido muy significativamente en los últimos años”. Hay, además, muchos ejemplares en mal estado, que han sufrido mucha rotación. Ciñéndonos a los datos más recientes que ha publicado el INE (Instituto Nacional de Estadística) en relación con los llamados gastos de adquisición de las bibliotecas, observamos una caída importante entre 2010 y 2012, a ritmo de un 7,9% anual.
Más usuarios con la crisis
Tal vez este empuje ahorrador explique el alza en el número de usuarios de las bibliotecas públicas que registró el INE en su último año observado, 2012. Entonces, los centros recibieron 216,4 millones visitas de usuarios, un 0,2% más que en 2010. Además, siguiendo al INE, tres de cada siete españoles dispone de carnet de biblioteca. Es el segundo carnet más extendido en nuestro país después del carnet de la Seguridad Social.Cada año, en las bibliotecas españolas suman 900.000 socios nuevos. Ya les gustaría a los clubes de fútbol.Y todo ello hay que valorarlo pensando en la cantidad de librerías a las que la crisis ha obligado a echar el cierre, y sin embargo, cómo cada municipio conserva su biblioteca pública. Esa cantidad de carnets en circulación sorprendente si la interpretamos a la luz de las cifras de hábitos lectores que ha ofrecido sobre nuestro país el Observatorio de la Lectura y el Libro 2014, indicando que una de cada tres personas (el 35% de la población) no lee 'nunca' o 'casi nunca'.
¿Cómo pueden intervenir nuestras bibliotecas públicas para subvertir este panorama lector y atraer al público hacia sí, cumpliendo de paso el artículo 44 de nuestra Constitución?Tal vez, tomando como ejemplo la Biblioteca Pública de Arroyo de la Miel en Benalmádena (Málaga), ganadora este año del Premio a la Mejor Iniciativa de Fomento de Lectura que concede Liber, la Feria Internacional del Libro que hasta el 9 de octubre ha celebrado en IFEMA (Madrid) su trigésimo tercera edición. En una entrevista a la Agencia EFE, la directora del centro, María del Carmen Martín, descubría las cartas de su éxito, explicando que importa a su territorio la mercadotecnia de las grandes superficies comerciales, con el fin de "vender el producto" con iniciativas como "movimientos de colección", que desapuntalan de las estanterías a esos escritores olvidados destacándolos como “autores del mes”; agrupando los títulos por curiosos "centros de interés" como “padres e hijos”, “viajes” y "aprende a leerte"; o celebrando clubes de lectura en varios idiomas. Unas fórmulas que, en definitiva, robustecen la vertiente socializadora de las bibliotecas.