“El museo de El Prado no solamente es la mejor pinacoteca del mundo; es también el álbum familiar de las dinastías españolas”. Así lo explica Juan Eslava Galán, que acaba de publicar ‘La Familia del Prado. Un paseo desenfadado y sorprendente por el museo de los Austrias y los Borbones’ (Planeta). El escritor, especializado en género histórico, quiso compartir con un grupo de periodistas este recorrido pictórico en pleno museo del Prado y allí descubrimos el que podría ser el primer ‘posado robado’ de la historia a manos del mismísimo Velázquez.

Eslava Galán asegura que Velázquez, paradójicamente un “sevillano frío y nada folclórico”, quiso hacer un “homenaje” a esa niña de cinco años que andaba por palacio a la que esperaba un destino muy desventurado: casarse por conveniencia política y traer herederos varones para la dinastía. La infanta Margarita acapara todas las miradas. Retrata una “escena espontánea cuando la pequeña aparece para ver a sus papás, que estaban siendo retratados por Velazquez, acompañada de su círculo de meninas”.

El 'robado' de la princesa

Velázquez, como si se tratara de un posado robado de las revistas de corazón, capta el momento en que una dama ofrece a la princesa arcilla para que la masticara. Se creía que mejoraba la tez. Al final se cumplió su “aciago” destino: tuvo su primer hijo a los 16 años, otro a los 18 y antes de cumplir los 21 murió de sobreparto después de dar a luz a un niño muerto.

La idea de repasar la historia de las dos dinastías que han reinado en España a través de sus retratos se la dio su nieta de cinco años, que suele acompañar a Eslava Galán en sus visitas al museo, cuando quiso explicarle qué era el Toisón de Oro impuesto a la infanta Leonor. “Es una paradoja que una piel de cordero sea el símbolo de la Corona española”, añade con ironía.

Jóvenes casaderas con demasiados retoques

Todos los miembros de la realeza encargaron retratos suyos para dejar constancia de los episodios más relevantes de sus vidas. También era frecuente hacer retrato de las jóvenes casaderas a las que se embellecía como si de Photoshop se tratase para no frustar un posible enlace. Esta costumbre también se extiende a los príncipes herederos. Por ejemplo, el príncipe Carlos, que era jorobado y maltrecho pero el pincel de Sánchez Coello le puso un tabardo encima para disimular sus muchos defectos. “Murió joven, afortunadamente, este cabrón con pintas”, asegura Sánchez Galán, quien le describe como un personaje cruel que, siendo muy pequeño, llegó a dejar ciegos a todos los caballos pinchándoles en los ojos. A pesar de haber sido proclamado príncipe de Asturias murió en la cárcel tras ser arrestado por traición.

Goya, el retratista sin piedad y con mala leche

Pero no todos los pintores trataron a sus personajes con esa delicadeza. Francisco Goya, “que tenía muy mala leche”, recuerda, pintó a Fernando VII “sin piedad”, con todo el realismo que pudo. “Pinta lo que ve, un tío feo, un truhan y un canalla, como realmente era”, apunta Eslava Galán, que recuerda incluso que todo lo que lleva era “tan falso como el propio personaje”. Y es que tuvo que pedir prestados a un director de comedias todo lo que llevaba encima.

 

Goya retrató “sin misericordia alguna” a la familia de Carlos IV al completo. Su esposa, María Luisa de Parma “pasa por ser la reina menos agraciada que ha tenido España”, por fuera y por dentro. El propio Renoir, cuando vio a esta “troupe lamentable”, dijo que el rey parecía un tabernero y la reina, una moza de mesón o algo peor.

No solo los monarcas, también los personajes más importantes de la época quisieron posar para la posteridad. Es el caso del duque de Lerma, valido de Felipe III, que fue el primero que se retrató sobre un caballo, una costumbre reservada hasta ese momento sólo para los reyes. “No se puede decir que fuera el primer corrupto de la historia, pero sí el más notorio”, apunta Eslava Galán que añade: “Cambió la Corte de Madrid a Valladolid justo después de haber comprado media ciudad a bajo precio, fue el primer pelotazo inmobiliario de la historia”.

El punto y final de Antonio López

A través de la pintura, Eslava Galán hace un singular retrato de la monarquía en España a lo largo de la historia. El recorrido acaba con ‘La familia de Juan Carlos I’, la obra en la que Antonio López invirtió veinte años de su vida. En ella se puede ver a los reyes eméritos, Juan Carlos I y Sofia, junto a sus tres hijos, Felipe VI y las infantas Elena y Cristina. Una imagen irrepetible.