En 2015 la editorial Alpha Decay publicaba por fin un volumen de Iain Sinclair, autor venerado en otros países, pero inédito aquí: La ciudad de las desapariciones (traducido por Javier Calvo), un compendio de textos centrados en sus paseos y en sus pesquisas históricas y anecdóticas de Londres, lugar que Sinclair conoce mejor que la palma de su mano.

Si aquel libro trufado de claves, de misterios y de laberintos era fascinante, American Smoke (subtitulado "Viajes al final de la luz": también con traducción de Calvo) lo es aún más. Primero porque nos presenta la visión del extranjero, de un hombre inquieto que proviene de otras tierras y analiza con su mirada cuanto ve, y eso siempre resulta estimulante: la mirada de Sinclair, además, escudriña hasta el último detalle y establece múltiples correspondencias con la historia o la literatura. Segundo porque aquí no se trata sólo de un paseante, como en sus estudios sobre Londres, sino de un viajero, que se sube a distintos medios de transporte, se aloja en hoteles y en moteles, se cita con personas a las que nunca antes había visto (pero de las que ya conoce mucho), trata de descifrar la iconografía americana, el paisaje, la poesía, el cine… trata de entender una sociedad que, siéndole próxima por la cultura, en realidad le es ajena. En tercer lugar, y aquí reside uno de sus factores más interesantes, por los autores que investiga y sobre quienes relata anécdotas y vivencias. Y en cuarto lugar porque dudo que haya nadie vivo tan hábil para mezclar en un mismo párrafo tantas referencias, y establecer conexiones y paralelismos entre ciertas obras y entre ciertos cineastas, poetas y escritores. El lector llega a preguntarse: ¿cómo lo hace?, ¿cómo funciona su cabeza?

Veamos el principio de American Smoke, pues sintetiza el objetivo del que nacerán el viaje y el proyecto: Era el tiempo de los fantasmas del otoño, de la humedad en el alma. Corría el año 2011 y Londres había perdido su aroma. Ya bien entrada la segunda mitad de mi recorrido por el oscuro bosque del mundo, llegué a América con la esperanza de volver a conectar con los héroes de mi juventud. Y, entre esa nómina de héroes y de literatos, muchos pertenecientes a la Generación Beat, están Charles Olson, Jack Kerouac, Gregory Corso, William S. Burroughs, Malcolm Lowry, Gary Snyder, Dylan Thomas… Sinclair relee sus libros, rebusca material sobre ellos, merodea por librerías de viejo, se compra películas que nadie conoce (Beat; Gary Walkow, 2000), se entrevista con los supervivientes, fisga en el legado que sus albaceas han convertido en material de venta y alquiler, recorre las ciudades y las carreteras, indaga hasta la extenuación… y todo ello tiene un fin, que refleja en estas dos frases: El viejo sueño de recorrer en coche la Costa del Pacífico exigía una prima demasiado alta. Yo lo necesitaba para mi libro, es decir, para seguir existiendo.

Sinclair, sin embargo, no se queda sólo en la literatura del pasado, o en el cine clásico: come y conversa, por ejemplo, con William Gibson, o contacta con Rodrigo Fresán para que le ayude a conocer mejor a Roberto Bolaño (otra de sus obsesiones), o ve el remake de Valor de ley de los Coen, o relata algunos pormenores sobre William T. Vollmann, Kathy Acker y Jonas Mekas, entre otros, o alude al cine de David Cronenberg, a la literatura de Michael Moorcock, de Don DeLillo. Iain Sinclair no sólo tiene la memoria precisa para citar a muchos de los más grandes en una página, sino el talento inconmensurable para establecer (en ciertos casos) vínculos entre ellos y sus obras: Céline, Pynchon, Beckett, Melville, Cormac McCarthy

Y luego está su prosa: exigente con el lector, tan laberíntica como una web repleta de hipervínculos y asombrosos nexos, capaz de observaciones que nos dejan atónitos, de miradas a las que nada se les escapa, una prosa que parece construida con la paciencia de un relojero y la maestría de un clásico postmoderno. El escritor va dejando perlas por el camino y los lectores las anotan, las releen, las paladean. Veamos algunas: Las reliquias son la verdadera autobiografía. / Hace falta una buena dosis de ego para coquetear de forma tan persistente con el olvido. / La biografía es un mapa de carreteras que solamente tiene sentido con la muerte del sujeto, del escritor. / La imitación de uno mismo es un oficio ingrato. / Las noticias del mundo exterior llegaban como si fueran el tráiler de una película de Fritz Lang.

Iain Sinclair es inagotable. American Smoke es un libro que deberíamos no sólo releer, sino estudiar. Se trata de un ensayo de viajes, o un ensayo literario, o la crónica de un extranjero, que figura sin duda entre lo mejor que se ha publicado este año. Queremos más libros de Sinclair, y los queremos ahora.