Dejando de lado las cuestiones comerciales mediantes, un remake puede ser una magnífica manera de, a partir de un material previo, adaptarlo a nuevas formas expresivas y cinematográficas, así como ajustarlo a otras sensibilidades, otros pensamientos y miradas. En el caso concreto de Enganchados a la muerte, de Niels Arden Oplev, adaptación de Línea mortal, realizada en 1990 por Joel Schumacher, tenía el interés de ver cómo retrotraía un material muy sugerente que, sin embargo, había dado forma a una película muy mediocre que intentaba acercarse a una generación de jóvenes a partir de la premisa de, tras estar muertos durante unos minutos, regresar con lo que podría ser el gran descubrimiento, esto es, saber qué existe después de la vida. Enganchados a la muerte consigue, sin trabajarlo demasiado y quizá incluso sin intentarlo, como hiciera aquella, acercarse a cierto angst actual, si bien resulta una medianía intrascendental que pierde fuerza de manera alarmante según avanza.

Resulta muy interesante el proceso de adaptación de los personajes y sus ‘pecados’ al actualizar la historia. Así, desde el comienzo de Enganchados a la muerte se explicita una diferencia. Si en aquella Nelson (Kiefer Sutherland) quería llevar a cabo ese descubrimiento por un tema de ego profesional, en el remake, Courtney (Ellen Page), como vemos nada más arrancar la película expuesto de manera tan clara y evidente como burda, lo hará por cuestiones personales, asolada por la culpa y el remordimiento, absorbiendo, a través de ella también al personaje de Rahel (Julia Roberts). Dos motivaciones bien diferentes: una de arribismo social y personal; la otra movida por la pérdida, más humanista en cierto sentido, también más cómoda y aséptica que, aunque conlleva cierta representación actual de un sentimiento generalizado, en realidad, supone un camino francamente sencillo. En ambos casos es posible ver una representación de motivaciones y estados de ánimos sociales y personales, pero mientras en la original era imposible sentir algún tipo de simpatía por Nelson, con Courtney es imposible no hacerlo, tanto que su angustia interior justifica sus motivaciones. Como decíamos, todo más límpido y sin demasiadas aristas, al menos con respecto a este personaje. Con el resto, hay algo más de riesgo. El ‘pecado’ de Nelson, por otro lado, cae en esta ocasión en Marlo (Nina Dobrev), jugando así con cuatro personajes para evitar la fotocopia de una película a otra, pero, al final, en este caso, cabe la misma extraña resolución en cuanto a la redención de Marlo, como lo era la de Nelson.

Por otro lado, el ‘guapo’ y mujeriego Joe (William Baldwin) se enfrentaba al hecho de grabar a escondidas a sus amantes durante el acto sexual; en la nueva versión, con su homónimo, Jamie (James Norton), se trata de no haber aceptado la responsabilidad ante un embarazo. De nuevo, un cambio que, más que hablar de los personajes y de aquello que representan, habla de la mirada de los responsables de la película hacia el ‘pecado’ cometido y a su lugar en la sensibilidad actual. En ambas aparece el maltrato de instituto, en este caso apenas se percibe una gran variación; en aquella a través de David (Kevin Bacon), aquí, Sophia (Kiersey Clemons). Más sugerente resulta el personaje de Ray (Diego Luna), mezcla del escepticismo de David y la postura de Randy (Oliver Platt) en Linea mortal, con quien comparte su no participación directa en el experimento. Pero mientras aquel se erigía como una suerte de narrador en presente de los sucesos, recogiéndolos en su grabadora, el personaje de Ray deviene en todo momento en el contrapeso de los demás, como agente moral cargante y medido para, en cada instante, lanzar una mirada o un comentario para evitar toda ambigüedad en la historia: los responsables de Enganchados a la muerte se esmeran en que el espectador conecte con él para evitar complicaciones discursivas.

Ni la actual ni la de 1990 consiguen llevar su planteamiento más allá a un nivel argumental que introducirse en un terreno de culpa y de redención, algo que Schumacher se ocupaba visualmente de remarcar con una imaginería religiosa, tan explícita como implícita, que confería un sentido extraño a las imágenes de neón de Línea mortal. Enganchados a la muerte, en este sentido, intenta, sin conseguirlo, ser más sutil para, a la larga, ser igual de fallida que aquella. Por otra parte, cambia el ritmo y convierte, por momentos, la película en una historia de terror, pero a partir de la mitad de la película todo avanza de forma fragmentada, con secuencias en teoría de tensión terminadas antes de tiempo, montado todo el material con el fin último de acabar la película de alguna manera. Eso sí, con una última secuencia que tiene un recurso muy imaginativo pero que, a su vez, sirve para asentar el discurso que recorre la película, quizá incluso sin quererlo.

En un momento de Enganchados a la muerte, el Doctor Wolgson (en cameo por Kiefer Sutherland), asevera ante sus estudiantes, que representan el mayor grupo social de la actualidad, el de jóvenes veinteañeros bien preparados y que aspiran a un puñado de puesto de trabajos mínimo, de ahí su empuje hacia un carácter competitivo que tendrá su relación con la experiencia post-morten, algo que quedará tan solo expuesto, cuando se presiente que gran parte de la película se encontraba precisamente ahí como forma de poner de relieve ese angst actual. Acertado es el título en castellano, con ese ‘enganchados’, dado que, a su vez, intenta jugar con la idea de drogadicción, pero, sobre todo, con el hecho de la experiencia, esa palabra tan usada últimamente como reclamo para hacer creer una vida que, sin ellas, parece carecer de un sentido último.

Y lo que consigue en realidad Enganchados a la muerte es poner de relieve la situación de gran parte del audiovisual contemporáneo, algo que evidencia sus imágenes, las cuales buscan dotar a la película de una forma fría que transmita a su vez la gelidez en la que viven instaurados los personajes. Algo que consigue proyectar pero que no termina de tener fuerza debido al desbarajuste visual, con algunas imágenes digitales que denotan que estamos ante una película que pretende ser de un nivel de producción pero que acaba mostrándose más cutre de lo que realmente pretende ser.