Sully comienza con una pesadilla: el comandante Chesley Sullenberger (Sully) (Tom Hanks) despierta tras haber soñado que no conseguía amerizar el vuelo 1549 de US Airways con sus 155 pasajeros y tripulantes, sino que se estrellaba contra un edificio neoyorquino. Su pesadilla personal, producto del trauma recientemente adquirido tras los sucesos que narra la película, se convierte en resonancia visual de unos traumas (y unos miedos) más generales.

Mediada la película, a través de un magnífico montaje, Eastwood nos muestra en otra ensoñación a diferentes personas –en sus casas, en sus oficinas- mirando a través de las ventanas como el avión sobrevuela por encima de los edificios, demasiado cerca. Una vez más, un sueño, una pesadilla, que rememora un momento, un suceso.

La película de Eastwood, una de las más complejas a nivel formal y estructural de su carrera, pero también de las más irregulares debido a ciertos momentos que rompen el tono seco y frío del resto, se desarrolla en apenas 72 horas, las que van desde el amarizaje del vuelo 1549 de US Ariways en el río Hudson pilotado por Sully hasta la resolución de la investigación llevada a cabo sobre la decisión de Sully de amarizar en vez de intentar dirigirse a varios de los aeropuertos cercanos. Una concisión temporal, también espacial, que permite a Clint Eastwood concentrar un relato que, aunque mantiene una clara linealidad en el desarrollo de los sucesos, tiende a la dislocación del núcleo narrativo proponiendo una película de compleja estructura, con continuos saltos en el tiempo, que busca perfilar el interior de Sully en un momento en el que es considerado un héroe pero que, a su vez, si la investigación concluye que su decisión no fue la correcta, a pesar de haber salvado a ciento cincuenta personas, podría ser obligado a retirarse sin pensión. Es decir, toda una carrera caería injustamente cuando, en verdad, llevó a cabo una acción que fue considerada casi como un ‘milagro’.

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Sully, como decíamos, es una película bastante más compleja de lo que parece a simple vista, dado que, en verdad, no es demasiado lo que narra la película; es decir, la película se sostiene en la reiteración del vuelo desde diferentes perspectivas, buscando el entregar una mirada ambigua que haga dudar, tanto a Sully como al espectador, sobre lo sucedido. Entre medias, varias reuniones de la investigación, la intimidad de Sully –con varias llamadas a su familia- y algunos recuerdos, conforman una película estructurada en muy pocos elementos, pero los suficientes para entregar una visión sobre los leves límites que hay entre ser o no un héroe, sobre un hombre que tan solo considera que ha llevado a cabo su trabajo, nada más, como aquellos que reaccionaron para salvar en las aguas de Hudson a los pasajeros del avión expuestos a las frías aguas del río. Eastwood desarrolla un relato que varía constantemente, aunque siempre girando alrededor de un núcleo que solo al final es cerrado con la ejemplificación de parte del discurso de la película sobre la percepción de la realidad, sobre lo cambiante que puede ser, y que, por tanto, en una duda constante sobre dicha perspectiva, ¿quién puede ser considerado en verdad un héroe? ¿Qué es ser un héroe? ¿Se puede ser un héroe hoy en día? Y, sobre toda consideración, el factor humano.

Las imágenes de Sully juegan en todo momento con la reconstrucción de los sucesos alrededor del amerizaje en el Hudson con la iconografía producto del 11-S. Recuperando el inicio, en Sully pervive en todo momento el deseo de realizar una crónica sobre unos hechos y, por otro lado, la de introducir éstos en una conciencia social en la que el trauma de los atentados de 2001 quizá todavía siga demasiado presente en su conciencia. Sully es un héroe que, en realidad, quiere ser simplemente considerado como alguien que ha realizado su trabajo bien. Parece no entender que su heroicidad supone algo más que el acto en sí, que tiene un significado que va más allá: supone restaurar una ‘normalidad’. Volver a ella. En ocasiones la película muestra un tono naif, momentos de gran emoción frente a otros de subrayado, quizá porque, en el fondo, y a pesar de la hiperrealidad de la imagen, la película se presenta como una fábula antes que como una crónica, mezcla que proporciona a Sully de un aspecto muy interesante, aumentando con ella esa mirada alrededor de la realidad.

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El espectador fácilmente identificará algunas imágenes con el recuerdo del 11-S. Eastwood entiende la imagen, y sabe que esa relación creará por sí misma una sensación, unas emociones. Así, Sully no solo supone una película llena de humanismo, también, y no lo oculta, sobre la heroicidad tanto individual como, sobre todo, colectiva. La heroicidad de Sully y del resto de implicados en los sucesos del Hudson son para los responsables una suerte de contestación a la desgracia. Su respuesta más clara. Otro tema es que para llegar a ella se deba transitar la pesadilla que, todavía, anida en el interior.