Para escribir sobre un libro no hay nada mejor que salir a pasear con el autor. Esto se puede hacer con la ayuda de la imaginación o de la vida, sobre todo si uno conoce al escritor. Esto último fue lo que hice con Víctor Vegas para hablar de su libro La naturaleza de las cosas.

Qué placer me produce opinar sobre el libro de un gran amigo no por amigo sino por buen escritor. Algo similar le dije a Víctor Vegas (Barquisimeto, Venezuela, 1967) cuando le propuse caminar con él por las calles de Madrid para hablar de su libro La naturaleza de las cosas. Él me conoce, sabe que no me interesan las alianzas automáticas derivadas de lugares geográficos ni para fundar un canon literario en torno a las amistades. Su nueva obra se metió en mi biblioteca por una razón de gusto que se extiende a las cosas, al estilo de su narrativa limpia y desprovista de malabarismos, a Georges Perec, a Julio Cortázar y en definitiva a la invención. Si bien no llevé el libro al paseo, en la ruta sus relatos fueron surgiendo en mi memoria, como si aquellas historias de cosas se asomaran burlescamente entre las palabras del autor.

Pregunta: ¿Víctor Vegas descubrió la naturaleza de las cosas?

Respuesta: En absoluto. Continúo en la búsqueda y, sobre todo, en la exploración, a través de la ficción, de la naturaleza humana. De hecho, una de las motivaciones que me empuja a escribir es mi deseo de tratar de entender aquello que me rodea. Cada libro o pieza de teatro en la que trabajo va orientada en esta dirección. Podría decirse que de algún modo cada una de ellas es un acto, un intento desesperado por comprender. Por desgracia, tras el punto final de cada obra, lo que sigue habiendo son más dudas que certezas.

P: ¿Tu interés por las cosas nace en la observación o en la lectura?

R: Supongo que de ambas. Una lleva a la otra. O eso me gusta pensar. Por ejemplo, mientras escribía La naturaleza de las cosas —sobre todo la tercera parte, la que da nombre al libro— trataba, o más bien me esforzaba en ver los objetos más comunes y cotidianos desde un punto de vista particular, distinto; en ocasiones incluso desde lo absurdo o fantástico e intentaba darles una explicación desde esta óptica. A veces pasaba horas observando un reloj, una mesa, un espejo, un teléfono y especulaba sobre sus orígenes, sobre sus génesis o sobre esos infortunios a los que la convivencia con los seres humanos los sometía. Y esas observaciones las solía alternar con lecturas de poesía o de ensayos, nunca de narrativa o teatro.

Seres de un texto

Las palabras saltan del grafito al lomo blanco de la página. Se van alineando una tras otras dejando breves espacios intercalados hasta configurar y demarcar sus límites. Todo en delicadísimo orden. A ellas les fascina tenderse así, de cabo a rabo sobre la palidez de la página.

P: ¿Por qué este libro? Dame algunas claves.

R: La historia del origen del libro es larga. Pero intentaré resumírtela. En 1990, para una publicación de la extensión de cultura de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), en la que por entonces estaba matriculado, escribí una serie de microrrelatos cuya temática giraba en torno al mundo de los objetos y de su estrecha relación con la cotidianidad de las personas. Aunque la perspectiva desde la cual los narraba escapaba de lo común. Eran textos cargados de humor e ironía en los que al fin y al cabo en el fondo no hacía más que reflexionar sobre la condición humana. “Seres en un texto”, “Nobleza de las aceras”, “Aburrimiento de una bisagra”, “Inconveniente de los espejos” y “Autorretrato” fueron los microrrelatos incluidos en aquella plaquette que se tituló Infortunio de los objetos. Como puedes darte cuenta, el título de cada texto señala ya sus intenciones. La idea me gustó tanto que decidí continuar por esa línea y fue así como aquella publicación acabó convirtiéndose en el embrión de La naturaleza de las cosas.

P: En tu obra el narrador no solo establece una relación con las cosas tangibles, también dialoga con pequeños acontecimientos intangibles. ¿Solo la lentitud le permite tales descubrimientos?

R: Rafael Cadenas, uno de mis poetas preferidos, dice que la contemplación es un acto lúdico e intelectual. La naturaleza de las cosas es en gran medida producto de la contemplación y del paso de los años, de la lentitud, como bien señalas. El libro está compuesto de 60 textos, repartidos en tres partes, y en cada uno de ellos he invertido un tiempo que quizá algunos puedan considerar como excesivo —por lo breve de los textos e incluso del libro—, pero que yo considero es el tiempo justo que la obra ha necesitado para llegar a ser lo que es ahora en su conjunto. Pese a tener completada una primera versión de este libro mucho antes de culminar el armado de “Mensajes en la pared”, mi otro libro de relatos, opté por entregar este último a Monte Ávila Editores cuando me solicitó material para publicarlo. En aquel momento sentía que esa primera versión del libro requería de más tiempo y revisiones para conseguir el cuerpo que en el fondo pretendía darle. El microrrelato, al igual que la poesía, requiere de mucho tiempo, trabajo y reflexión para llegar a concretarse en su forma final. Puede que en ocasiones ambos encuentren su origen en una suerte de “chispazo”, sin embargo, previo a esto debe haber habido un período de gran reflexión. Hace algunas semanas estuve en una exposición de Miró en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) titulada “Joan Miró. Orden y desorden” y en uno de los textos que acompañan las pinturas, Miró decía que era probable que el trazo de una línea en uno de sus cuadros no le llevara más que un instante, pero que para conseguir ese trazo había invertido años de reflexión. Pienso que “La naturaleza de las cosas” tiene algo o mucho que ver con esta sentencia de Miró.

Nobleza de las aceras

Quizá nadie se haya detenido a pensar en el filantrópico servicio que prestan las aceras. Esas criaturas grises y duras que viven eternamente tendidas tienen una gigantesca capacidad para el sacrificio. Tanto es así que nunca hemos escuchado sus quejas o insultos a pesar de que vivimos —tal vez con demasiada frecuencia— pisoteándolas y derramando cuanta porquería existe sobre su plana consistencia.

P: Tengo entendido que a la hora de escribir este libro no habías leído a Georges Perec, sin embargo, se percibe una clara influencia por los temas mínimos, los detalles, “lo infraordinario”. ¿Qué explicación, si es que se la das, le encuentras a este vínculo invisible?

R: No había leído a Perec y sigo aún sin hacerlo. Al menos como es debido. Solo he leído algunos textos sueltos de Lo infraordinario y te confieso que me han gustado bastante, pero conservo la deuda de adentrarme en su universo literario. Imagino que esa conexión que estableces entre La naturaleza de las cosas y la obra de Perec se deba, primordialmente, a la influencia que produjo en mí, durante la adolescencia, la lectura de la obra de Julio Cortázar. En el universo literario de Cortázar sí que he buceado a placer, a diferentes profundidades, a lo largo de mi vida. Tengo entendido que lo lúdico es el factor común que acerca a sus respectivas obras.

P: En tu libro también está presente cierta mirada humorística, y la necesidad de jugar que no pierden los creadores. Siento que, además de Perec, también está presente la influencia de Julio Cortázar. ¿Qué significa para ti el juego y la obra de Cortázar?

R: El juego, tanto en la vida como a lo largo y ancho del proceso creativo es para mí fundamental. Sin el juego, considero que todo sería todavía más cuesta arriba. Te confieso que a mí se me hace muy arduo y difícil escribir; sufro de principio a fin durante el proceso. No obstante, como dijo Dorothy Parker, jugando con el idioma: “odio escribir, pero amo haber escrito”. En cuanto a Cortázar, descubrir su obra significó que ante mí se desplegaba un mundo lleno de posibilidades. Ya por entonces escribía, aunque más teatro que narrativa. Sus libros influyeron enormemente en mí y cualquier amante de su obra podrá encontrar en La naturaleza de las cosas ciertas reminiscencias de aquellos libros misceláneos del escritor argentino, como Historias de Cronopios y de famas, Último round o Un tal lucas. Libros que disfruté y releí una y otra vez y a los cuales vuelvo de tanto en tanto.

¡Clic!

Lenguaje minimalista de los interruptores corrientes que, con una misma palabra o sonido, describen su universo existencial, su yin y yang, su alfa y omega reveladores o inexorables.

P: Si tuvieras qué salvar un objeto de tu casa, ¿cuál salvarías y por qué?

R: ¿No pueden ser dos los objetos que tuviera que salvar? Porque si fueran dos te diría de inmediato, y sin dudar, mis discos y mis libros. De entre el montón de objetos que rodean la cotidianidad de los seres humanos, los discos de música y los libros son las cosas que considero más importantes para mí. A lo largo de mi vida ambos me han proporcionado grandes placeres y reconfortado en momentos difíciles. En esos momentos oscuros en los que de pronto crees que te falta todo, ahí, al alcance de mi mano, siempre han estado la música y la literatura.

Zapping

Era la primera vez que tenía entre sus manos un libro en el que podía hacer zapping sin que se produjera en él la culposa sensación de que estaba perdiéndose algo importante.