Diego A. Manrique lleva más de cuatro décadas observando la música desde la primera fila. Lo ha hecho como cronista, crítico, divulgador y agitador cultural, con una pluma que ha acompañado la historia del rock y la música popular en España. Ahora publica El mejor oficio del mundo (Efe Eme) un libro que condensa recuerdos, reflexiones y cicatrices de una vida dedicada a escuchar y contar lo que suena.

A lo largo de una conversación con ElPlural.com, el periodista reflexiona sobre las tensiones de un oficio incómodo, las batallas con artistas que nunca olvidan una mala crítica, la relación ambivalente con managers y discográficas y la eterna discusión sobre si para hablar de música hay que saber tocarla. Pero también surge la mirada curiosa de un periodista que, a los 75 años, sigue sorprendiéndose con bandas nuevas y no teme comparar el fenómeno de Bad Bunny con los Rolling Stones. 

Lejos de idealizar la profesión, Manrique reivindica la crítica como un ejercicio de independencia y memoria en un tiempo en el que los algoritmos parecen decidirlo todo. Entre anécdotas con Sabina, reflexiones sobre el reguetón y diagnósticos de la industria, conversa con la misma franqueza con la que ha firmado miles de columnas: sin miedo a incomodar y sin otra bandera que la pasión por la música.

Pregunta: Me encantaría darte la razón, pero creo que es mejor oficio ser músico que periodista musical.

Respuesta: No es mi caso. El oficio de músico, y más todavía el de rock, es tremendamente incierto y duro. Además, para ser músico debes tener un ego que yo no tengo. 

P: ¿Se puede saber de música sin saber tocar un instrumento?

R: Sí, claro. Si no hiciéramos esa salvedad, no habría casi críticos. ¿Cuántos de cine saben rodar una escena? ¿Y literarios que sepan escribir un poema? Lo que nosotros hacemos es acumular suficiente cultura y conocimientos que nos sirva para enfrentarnos a las diferentes propuestas que nos llegan. La mayoría de críticos que tienen conocimientos de música son muy pesados y no les considero grandes modelos.

Los mánagers no son los seres más inteligentes del mundo

P: Defines al gremio como "bastante cagueta".

R: A veces nos dejamos intimidar por artistas, managers y discográficas. En este camino te encuentras a más de una mala bestia. Por eso, organizarnos como gremio es sinónimo de fortaleza.

P: También hablas de "la especie más detestada en este negocio".

R: Quizás sea una definición algo exagerada. Sin embargo, me asombra el hecho de haber publicado una mala crítica y quince años después venga el artista y te lo recuerde. No dijo nada en el momento, pero lo tiene guardado en el rincón de los rencores. Es una pena porque los artistas deberían ser más expresivos y peleones. El único en discutirme una crítica fue Luis Eduardo Aute. Le di mis explicaciones y él me dio la suyas. Después de eso, quedamos como amigos. Al final es lo de siempre. Si un artista triunfa es por sus cualidades innatas y si no lo hace es porque han conspirado contra él.

P: ¿Nunca te costó dar una opinión negativa?

R: No vas a salir llamando a alguien subnormal; pero con elegancia, se puede decir todo. Estoy contento por haberlo sabido hacer y eso me ha llevado a no tener grandes amigos dentro del gremio. Con algunos que me llevo muy bien, pero uno no viene a este negocio a hacer amigos.

La mayoría de críticos que tienen conocimientos de música son muy pesados y no les considero grandes modelos

P: Justo eso dices de Arcadi Espada. Que no vino a este mundo a hacer amigos.

R: Su caso es escandaloso de cómo alguien busca hacerse el antipático. Pero es que el modelo de periodista o crítico hincha me pone de los nervios. Hay que ser capaz de decir al artista en un determinado momento que lo que está haciendo no está bien o que puede mejorar. Los artistas no te van a preguntar qué deben hacer, así que, si tienes una pequeña tribuna, aprovéchala y cuenta lo que piensas. 

P: ¿Crees que la crítica musical ha ido perdiendo importancia?

R: Ahora hay muchos más medios y opiniones. Pero amigo, si dices una cosa desagradable sobre un artista, no la va a perdonar en la vida. Puede pasar que al cabo de los años te dé la razón, pero se acuerdan.

P: Sucede incluso que las propias agencias o mánagers llegan a vetar periodistas críticos por determinadas opiniones.

R: Yo digo que los mánagers no son los seres más inteligentes del mundo. No hace falta hacer nada especial para quedar bien con los periodistas ya que es suficiente con, simplemente, facilitarles su labor. Los mánagers son una especie rara. Algunos hasta presumen de su maldad. Me hace bastante gracia. 

Si estás con un artista y te pone unas rayas, lo tienes que reflejar

P: Fuiste hippie.

R: No lo éramos de apariencia ni de forma de vida, pero sí asimilábamos o nos fundábamos en unos criterios que se manifestaron en los años 60: la repulsa hacia la vida convencional, la importancia de los sentimientos o el rechazo de determinadas reglas sociales. Aunque nunca nos hayamos puesto una flor en el pelo ni nos hayamos dedicado a la artesanía, muchos de nosotros teníamos esos criterios como forma de actuación. Uso el término hippie para que se entienda. Es preferible tener un anhelo hippie antes que uno yupi. De hecho, hay muchos periodistas que están deseando ser yuppies.

P: ¿Cómo era ese mundo en el que había dinero en el periodismo musical?

R: Es cierto que El País fue un caso único que se mantuvo durante ciertos años. Es muy goloso para los medios que las discográfica te paguen todos los gastos, aunque crea malos hábitos. Si alguien te está pagando un viaje y la comida, está esperando que tengas una postura amable.

P: ¿Qué visión tienes de la figura de Bad Bunny? Ha vendido 600.000 entradas en dos días para sus 12 conciertos en España. 

R: Me impresiona.

P: Es como los Rolling Stones.

R: Mucho más grande que los Rolling Stones. Tenemos que asimilar que la música no es solo un producto estético que proporciona placer e identidad, sino que justifica actos sociales. Ir a ver un concierto a un estadio, si no tienes muy buena suerte o eres de los primeros que llegan, lo vas a ver mal. Puedes esperar unos meses y verlo con mejor calidad en YouTube. Sin embargo, es asombroso el deseo de la gente de formar masa y manifestarse. En todo esto hay componentes primitivos. Creemos que formamos parte de un mundo moderno, pero los festivales no son diferentes de las romerías de los pueblos. En las fiestas siempre ha habido orquestinas para que la gente baile o para animar el cotarro. Antes, el criterio del triunfo lo definía la venta de discos y entradas. Ahora no. Ahora se cuantifican en likes y followers. Y que venga un tipo como Bad Bunny y pegue ese pelotazo, te hace respetarle porque está cumpliendo una función social. Y me gusta su música, eh. 

P: Es lo que te iba a decir. En Debí tirar más fotos demuestra ser un buen artista. 

R: Y los cojones que ha tenido para hacer esa portada. 

Sabina es el mejor amigo que puedes tener en una noche

P: ¿Te gusta el reguetón?

R: En los 90 lo pinchaba, pero se llamaba dancehall. Un sonido jamaicano con mucho eco en Panamá y Puerto Rico. Por entonces salían muchos artistas y era una música tremendamente seductora. Traté con alguno de sus artistas, pero era muy difícil sacar algo de ellos. Era una secta cerrada que hacía cosas muy extrañas. Recuerdo conocer a Vico C, estar en un coche con él y que me dijera, de repente, 'para aquí que quiero comer una hamburguesa'. ¿Realmente necesitaba una hamburguesa o buscaba algo más intenso? La leyenda decía que había superado sus adicciones con la música, pero... Noto que estoy muy lejos de la forma de vida de esta clase de artistas. 

P: Las drogas aparecen bastante en el libro; sobre todo la cocaína. ¿Qué papel juega en este mundo?

R: Me fastidia que nunca se mencione. Si estás con un artista y te pone unas rayas, lo tienes que reflejar. No lo vas a contar de forma inmediata para que le detenga la policía o le puteen. Existe una hipocresía tremenda en cuanto a este tema y en parte es por culpa de los periodistas. El artista asume que tú puedes contarlo, pero no hacerlo conlleva perder un detalle importante. Al final la cocaína implica un estilo de vida y una forma de trabajar, buena o mala, eso se puede discutir. Me quedo con la sinceridad de Andrés Calamaro en estas cuestiones. Siempre ha sido brillante. Decía lo de volver a la Argentina porque había mucha cocaína y el precio le convenía. Sabina tampoco lo ocultaba. Hay una serie de temas controvertidos en el mundo de la música. Por ejemplo, el origen social de los artistas, la forma de vida que han adaptado, por qué alguien deja de vivir en la capital y se va a urbanizaciones de la periferia... ¿Cómo afecta esto a su música? La cuestión económica es aún más tabú que el de las drogas. No es lo mismo el chaval que viene de un entorno obrero como Rosendo, que los que vienen de familias potentes, como La Unión. Eso no significa que lo que haga uno sea bueno y el otro sea malo, sino que son elementos que debes tener para poder calibrar. El artista de clase alta siempre tendrá más facilidades que otros. Todas estas cuestiones no son estrictamente crítica musical, pero sí información complementaria.

P: Sobre Joaquín Sabina, hablas del síndrome de abstinencia sabiniana.

R: Es que era el mejor amigo que podías tener en una noche. Tampoco estuve tantas veces en su casa, pero Sabina tenía tal cantidad de amigos que iba saltando flor en flor de unos a otros. Cuando modifica su forma de vida con el ictus y con la introducción de lo que llamo las peruanas, su mujer y una amiga suya que funciona como secretaria, su estilo de vida cambia bastante. Hay mucha gente que se siente herida porque les ha quitado esa accesibilidad. Nunca tuve la llave del piso de su piso pero vi que no estaba nada feliz según qué personas se colaban en su casa.

P. ¿Cómo lo ves musicalmente en la actualidad?

R: Hace mucho tiempo que no lo veo en directo. Lo he hecho en locales diminutos, pequeños teatros, grandes estadios... Y siempre ha estado muy bien preparado. Puede que no tenga gran capacidad vocal, pero sabe juntarse con gente de un extraordinario nivel. No se suele contar su generosidad con los músicos a la hora de conceder coautorías y su capacidad para llevarse bien con la gente que le ha acompañado en esta aventura. Cuando viene del exilio en Londres, es un cantautor en una época en la que los cantautores están de capa caída. Pero tiene la suficiente habilidad para saber reciclarse y actuar en Rockola. Sabina tiene una sabiduría superior y el hecho de que rompa con amistades causa ese "síndrome sabiniano".

P: ¿Tienen los artistas miedo a decir que son de derechas?

R: El tópico del artista tiene muchos matices. Bohemio, excesivo en sus placeres y con simpatía por los desfavorecidos. Hay muchos que ni ellos mismos saben que son de derechas, pero en el comportamiento ves que tienen actitudes muy conservadoras. También se dice que en el mundo del cine todos son de izquierdas y es mentira. A mí no me sirve que digas que lo eres, sino que te comportes esa manera en determinadas circunstancias.

Hemos perdido la capacidad de maravillarnos

P: ¿Qué opinión te merece Operación Triunfo

R: No tengo inconveniente con los concursos de nuevos talentos y, de hecho, he sido jurado en numerosos concursos de grupos, pero lo de Operación Triunfo es otro grado. No es buscar artistas sino convertir a personajes en famosos y desarrollar carreras, a veces buenas y a veces malas. Estéticamente es poco bonito. Sobre todo la explotación que hizo en su época Televisión Española.  Es cierto que de allí ha salido gente interesante, pero ha sido más por la simple regla de las probabilidades. Me gustaría que hubiera otras formas de sacar a artistas, pero no la hay. 

P: ¿Se te ocurre alguna?

R: Siempre he apostado por los programas musicales. Sin embargo, es un formato que en la actualidad tiene una competencia imposible ya que no puedes presentar videoclips cuando están todos en YouTube. Podrían hacerse otro tipo de programas en los que se apostara por determinados artistas y rompiendo la brecha entre artistas históricos y artistas novísimos. Existe una carencia tremenda en nuestro panorama mediático, sobre todo cuando hay ejemplos perfectamente cercanos de programas de la BBC que lo hacen maravillosamente y saben mantener el interés de un público. Reino Unido es más melómano que España, pero me indigna que las televisiones públicas hayan renunciado a tener ese papel. 

P: ¿Te has adaptado a las nuevas formas de consumo musical?

R: Los que llevamos en esto mucho tiempo tenemos manías y vicios. Cuando hay un grupo que te llama la atención y le empiezas a seguir, al poco tiempo sabes lo que va a ocurrir. No siempre aciertas, pero sí muchas veces. En la actualidad hemos perdido la capacidad de maravillarnos. 

P: ¿Hay algo que te haya maravillado últimamente?

R: Los tejanos Khruangbin (aviones en tailandés). Tiene un espectro pequeño y no son muy ambiciosos. Son muy visuales, tienen una bajista extraordinaria en todos los sentidos y su propuesta artística es muy estrecha. Sin embargo, me gustan ese tipo de cosas sin grandes ambiciones. Prefiero una canción inocente antes que una resabiada de alguien que va de listo. 

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