Bejo (Tenerife, 1994) vuelve a la carga con 'El Interiorista', un proyecto en el que el rapero canario lleva su imaginario a un nuevo nivel. Tras años explorando sonidos, colores y conceptos propios, el artista presenta ahora una obra que mira hacia dentro sin perder el humor, la ironía ni el carácter que lo han convertido en una de las voces más singulares del panorama urbano español.
Pregunta (P): ¿Cuándo empezó a surgir la idea de desmarcarte de lo que que hasta ahora ha sido tu huella de identidad?
Respuesta (R): Empecé El Interiorista a principios de 2024, justo cuando cumplí 30 años. No fue un replanteamiento radical, pero sí tenía ganas de hacer un álbum diferente a lo que había hecho hasta ahora. Algo más personal donde poder mostrarme de otra manera. Siempre he ido con gafas de sol y con un universo muy colorido, así que este giro ha pillado un poco por sorpresa a la gente. Es un proyecto cocinado a fuego lento. En 2024 estuve centrado sobre todo en la música, y este año me he enfocado en la parte visual, intentando que la pieza final quede lo más bonita posible.
P: Te he oído hablar de la crisis de los 30.
R: La crisis suele ser la de los 40, pero me anticipé 10 años (ríe).
P: La dimensión visual siempre ha sido muy importante en toda tu trayectoria, pero ahora das un paso más allá y diriges un cortometraje.
R: La verdad es que estoy muy contento. Me apetecía hacer algo diferente a lo que había hecho hasta ahora y, cuando ya tenía la música, pensé que lo bonito sería crear una pieza que le diera coherencia y uniera todo el universo del álbum. Es un cortometraje, pero lo hice con el equipo con el que siempre trabajo, que para mí es como familia, y lo disfruté muchísimo. Lo grabamos en diciembre del año pasado, pasamos una semana en la isla de El Hierro y en cinco o seis días rodamos todas las imágenes. Llevábamos una idea bastante clara de cómo queríamos que fuera el puzzle, pero allí surgieron muchas oportunidades para improvisar. Y durante este año, en la edición y la posproducción, nos centramos en dejarlo lo más pulido posible.
P: Con el proyecto buscabas fórmulas más clásicas, atemporalidad.
R: Las canciones hablan de cosas atemporales, de cosas que les pasaban a nuestros abuelos y les pasarán a nuestros nietos. Hablar de los sentimientos, de las emociones, de cómo ves las cosas, es algo inherente a todas las personas. También hay un lenguaje musical muy directo: no hay mil capas ni efectos en las voces; es un formato sencillo, sin complicaciones. En el vídeo pasa algo parecido: planos fijos, estáticos, un ritmo lento. Diría que sí, que tiene un planteamiento clásico tanto en la forma como en el contenido, y creo que eso refuerza lo que el álbum quiere transmitir.
P: ¿Esta es la primera vez que buscas de forma tan explícita esa atemporalidad?
R: Siempre intento que la imagen acompañe a la música, que la refuerce y le dé más energía. Mis antiguos trabajos, de hace unos diez años, están en sintonía con lo que acabo de sacar. La música siempre ha sido una forma de expresarme y de desahogarme. También ha tenido una parte más lúdica, más ligera. Y con este proyecto creo que vuelvo un poco a mis orígenes, pero incorporando ahora una parte visual a la que hace años no habría podido llegar.
Cuando me empecé a dar a conocer, fui tomando un camino más adornado
P: Precisamente este proyecto recuerda a temas como Entre tenerme o entretenerte o Metamorfosis.
R: Sí, me apetecía. Viéndolo ahora con perspectiva y analizando un poco cómo han sucedido las cosas, creo que cuando empecé a darme más a conocer y a tocar de un sitio a otro, ya no era lo mismo que hacer música que cuando nadie me escuchaba. De alguna manera fui tomando un camino más adornado. Siempre he hecho cosas que van conmigo, con lo que pienso y siento, pero esta vez quería volver a hacer ese ejercicio de que la música salga realmente de dentro; que me haga sentir bien, que me identifique. Que dentro de diez años pueda verla y decir: “Coño, esto es una especie de autorretrato en forma de álbum de este momento de mi vida.”
P: ¿Es arriesgado que un artista vuelva a lo conceptual una vez instalado en el mainstream?
R: Siempre tiene que estar el componente de que las cosas te hagan ilusión. Le dedicas tu tiempo y tu esfuerzo, por lo que es importante no perder la pasión y el romanticismo en las cosas que haces. Cuando las cosas van funcionando, empiezas a pensar si un camino es mejor o peor, no tanto por ti, sino por cómo lo recibirá la gente. Con este álbum he intentado recuperar ese romanticismo y esa pasión del principio, de cuando no hacía conciertos y no me escuchaba tanta gente. Creo que quienes nos dedicamos a esto tenemos que encontrar la forma de que ambas cosas avancen en la misma dirección: no hacer cosas con las que no te sientas cómodo, pero tampoco hacerlo todo solo “desde el alma” ignorando lo demás, porque te acabarás chocando con la realidad. Con los años es importante buscar un camino propio del que puedas sentirte orgulloso y que, al mismo tiempo, llegue a la gente de la mejor manera posible.
P: ¿Se ha perdido esa pasión por las redes y el algoritmo?
R: Es complicado generalizar, pero el consumo es cada vez más rápido e inmediato. Se dice que la música se ha democratizado, porque antes tenías que estar en una discográfica para que te editaran un CD, luego ir a un estudio y después que te lo distribuyeran para poder comprarlo en una gasolinera. Ahora todo es más directo, y esa parte es positiva, aunque también hay tanta oferta que es fácil que muchas cosas queden enterradas. Aun así, es un gran momento para quienes quieren crear y compartir.
P: El corto es oscuro y onírico. ¿Qué referencias audiovisuales has tenido?
R: Tenía varias ideas en cuanto a lo que esperaba del cortometraje. Quería que fuera en blanco y negro y que mi ropa no fuera llamativa. Que nadie pudiera identificarlo con un momento temporal concreto y que no se vinculara a las modas de 2025. Sobre referencias me he dejado empapar por mis compañeros de equipo, y ellos lo ubicaban en el espectro del cine negro, como una película tipo El Faro. También me inspiró mucho la estética y el imaginario de Poor Things.
P: En el corto vemos que un monstruo te persigue constantemente. ¿Cuáles son los miedos que te hostigan?
R: La figura del carnero simboliza todo lo que llevamos dentro, como incomodidades, miedos o desilusiones. Habla de mi interior, pero creo que es algo que se extiende a cualquiera. Buscábamos también algo que diera sentido al viaje que se muestra. La pieza está concebida como un recorrido hacia el interior, pero también puede leerse como una huida de ese monstruo que no está ahí para atacarte, sino para vigilarte. Y al final, cuando ves el vídeo, no ganas ni pierdes. La idea es que tienes que aprender a convivir con ese interior que llevas dentro, y poco más se puede hacer.
No pretendo dar un giro radical, sino romper mis barreras conmigo mismo y con el público
P: ¿De qué escapas en El Interiorista?
R: De uno mismo. En mi empeño creativo, ya sea en la música o en los cuadros, soy libre. No tengo que cumplir plazos ni materiales con nadie, siempre he hecho la música de manera independiente. Por eso también soy lento haciendo las cosas, y aunque las disfruto, también las sufro. Cuando creas, siempre existe esa lucha con uno mismo por estar contento con lo que haces.
P: Matas a tu antigua versión en el proyecto. ¿Necesitabas reivindicar a la de ahora?
R: Se da a entender que una etapa ha muerto y otra está renaciendo. Pero no tengo claro qué es lo siguiente que voy a hacer. No pretendo dar un giro radical, sino romper mis barreras conmigo mismo y con el público, y mostrarme de una manera más directa y cercana. La idea es seguir sin limitaciones y ver hasta donde llego. Más que muerto se está echándose una siesta en la playa (ríe).
P: Cierras el proyecto diciendo “es fácil no salirse de la línea, lo difícil es hacer el garabato”. Esto es una apuesta por precisamente hacer el garabato.
R: No es un trabajo que se esperara a priori que hubiera sacado. No sabía cómo iba a funcionar ante el recibimiento ni cómo se lo iba a tomar la gente. Es un proyecto al que tienes que dedicarle tiempo y reposo para enfrentarte a él, y ahora todo ocurre muy rápido. Estoy sorprendido con que la gente haya valorado ese enfoque diferente que le dimos al proyecto. La verdad, no sabía cómo iba a funcionar ni cómo lo iba a interpretar el público, sobre todo porque quizá no era un trabajo que muchos esperaran de mí. En un momento en el que todo pasa tan rápido, este proyecto requiere tiempo y calma: puedes escucharlo sin más, pero si quieres vivir la pieza completa necesitas dedicarle un rato para enfrentarte a ella. Estoy feliz por el resultado, por haberlo llevado a cabo y por todo mi equipo, que ha sido de lo mejor. Y, sobre todo, muy agradecido por cómo el público lo ha recibido.
P: Has colaborado con Kase O. e Ignatius. ¿Cómo surge una participación externa en un proyecto tan personal?
R: Cuando estaba trabajando en el álbum, me recordaba a lo que escuchaba cuando era más joven, hace 10 o 15 años. Uno de mis grandes referentes siempre ha sido Kase O. y pensé que sería un auténtico placer contar con él como colaborador. Su música siempre me ha transmitido una profundidad especial, es de esas que escuchas varias veces y cada vez descubres algo nuevo. Siento que el disco va por ahí: por esa música que escuchaba con tanta pasión cuando tenía 15 o 16 años. Quería recuperar ese espíritu. A Ignatius lo conozco también desde hace tiempo y hemos colaborado en algunas cosas. Me parece un genio. La gente lo conoce como cómico, pero para mí es casi un filósofo: alguien con mucha sabiduría, con una voz propia y sin miedo a hablar de cualquier tema, incluso de los más personales. Es difícil expresarse como lo hace él.
P: Todo el proyecto está atravesada por tu infancia en El Hierro.
R: Soy de Tenerife, pero El Hierro siempre ha sido muy importante para mí. Todos los veranos, las Semanas Santas y muchas Navidades iba allí siempre que podía, porque mis abuelos tienen una casita en La Caleta. Éramos un grupo de diez o doce del pueblo que siempre nos juntábamos para hacer planes, y la isla tiene un encanto muy especial. Al final, en El Hierro viven unas 7.000 u 8.000 personas, es un lugar poco habitado donde todo el mundo se conoce. Tiene un ecosistema único. El paisaje me fascina. Desde pequeño sentí una conexión muy fuerte con la naturaleza, y la ubico en El Hierro. Cada vez que vuelvo, siento que me conecta directamente con mi infancia. Tienes la sensación de que, si te echaras a nadar hacia América, no te encontrarías nada por el camino.
P: ¿El cambio de rumbo artístico se corresponde también con uno personal?
R: Los años van pasando y uno se va ubicando de otra manera. Yo ahora estoy muy contento, muy tranquilo, y tengo una vida más estable que hace diez años. Siento que la música que hago va acorde a mi momento. No me apetecía seguir con ciertos códigos del rap, donde es tan habitual ese juego de ir con el pecho hacia afuera, en plan “me como el mundo”. En mi día a día ya no voy por ahí. Ahora voy a cumplir 32 y, al final, toca afrontar las cosas con un poco más de madurez.
P: Este verano sacabas con Locoplaya El Caletón, que se ha solapado con la publicación de El Interiorista. ¿Son dos caras de una misma moneda?
R: No sabíamos exactamente qué queríamos hacer ni pretendíamos algo muy largo; simplemente juntarnos tres o cuatro días y ver qué salía, algo natural. Los vídeos los grabamos en junio. Me fui a La Caleta y los hicimos como siempre: a la vieja usanza, en la playa, en el pueblo y con nuestros amigos. Sentía que era la manera adecuada de volver después de tanto tiempo y de recuperar lo que la gente siempre ha asociado a nosotros. Yo he hecho música de muchos estilos, pero con Locoplaya la gente nos ubica muy bien y sabe cuál es el rollo del grupo. Así que también fue un poco por nostalgia, por ver cómo lo recibía la gente y hacer el esfuerzo de juntarnos de nuevo después de tanto tiempo sin grabar juntos. El Hierro, es un lugar que siempre ha estado muy presente en Locoplaya porque solíamos juntarnos allí. Normalmente ha sido la parte más de playa, sol y fiesta, pero ahora me apetecía mostrar un contraste. Enseñar esa otra cara de la isla, porque los inviernos en El Hierro son largos y no todo es risa y fiesta. Y ya te digo, la isla tiene un encanto especial; me parece una auténtica maravilla.
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