En el corazón de Extremadura, entre la campiña y la serranía, se alza Montánchez en Cáceres, un pueblo que combina historia, naturaleza y tradiciones, y que se convierte en un gran destino para visitar este sábado, Día de Todos los Santos. A sus pies se levanta su castillo medieval, testigo de siglos de historia, y desde allí la vista se abre hasta cincuenta municipios, un espectáculo de horizontes que ha hecho que al pueblo se le conozca como “el balcón de Extremadura”.
Pero si hay un lugar que concentra la esencia de Montánchez, ese es su cementerio, considerado por muchos el más bonito de España. No se trata de su lujo, sino de su emplazamiento: el cementerio se despliega en la ladera de la montaña del castillo, donde las lápidas parecen mirar al infinito.
El cementerio de Montánchez, considerado uno de los más bellos de España, con sus nichos orientados hacia el horizonte
Un pueblo que mira al cielo
Quien llega a Montánchez lo hace recorriendo carreteras que se abren paso entre olivares y encinas. Desde lejos, la silueta del castillo ya domina la escena, invitando a aproximarse con lentitud, como si el pueblo pidiera ser recorrido con respeto.
En la cima, el castillo conserva aún su Torre del Homenaje, murallas firmes y antiguos aljibes. Entre sus piedras se adivinan las huellas de árabes, cristianos y quizá romanos. Dentro de su recinto, la Ermita de Nuestra Señora de la Consolación, del siglo XV, guarda la imagen de la patrona, tan venerada que cada año los vecinos la bajan hasta la iglesia de San Mateo durante las fiestas patronales.
El castillo de Montánchez, fortaleza de origen medieval y corazón histórico del municipio, conserva su imponente muralla sobre la roca
A un lado del castillo, casi suspendido en el aire, se extiende el cementerio de Montánchez. Su origen se remonta a 1810, cuando se decidió alejar los enterramientos del núcleo urbano. La montaña dictó su forma: un sistema de terrazas que aprovecha la pendiente y que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un conjunto armónico, blanco, sereno, cargado de dignidad. Desde 2015 ostenta el título de “cementerio más bonito de España”, una distinción -obtenida tras votación popular- que premia no solo su belleza, sino también su simbolismo: un lugar donde la muerte convive con la vida que late en el valle.
Las calles empedradas del cementerio conducen hacia el valle, entre lápidas centenarias y vistas que invitan al recogimiento
En la Plaza de España, corazón del pueblo, la vida se toma un respiro. El Ayuntamiento preside el espacio junto a la Casa Grande, edificio del siglo XIX con una fachada señorial. En las terrazas, los vecinos comparten café y conversación mientras el tiempo discurre sin urgencias.
Finalmente, el Barrio Canchalejo, con sus callejones angostos y arcos de estilo musulmán, conserva la esencia de la Montánchez más antigua. A su alrededor se levantan ermitas como la de los Santos Mártires, la más antigua de la localidad; la de la Virgen de los Remedios, del siglo XVI; o la de San Blas, de la misma centuria. Todas hablan de fe y de comunidad, de la devoción tranquila de un pueblo que celebra su identidad a través del tiempo.
Sabores que hablan de la tierra y festividades que definen el pueblo
En Montánchez, la gastronomía es otro de sus pilares más exitosos. Su jamón ibérico de bellota es leyenda, considerado uno de los mejores de España. Las dehesas que rodean sus tierras alimentan a los cerdos que dan origen a este manjar, tan valorado que emperadores como Carlos V o Felipe IV ya lo celebraban.
Jamón Dehesa de Extremadura
A la hora de sentarse a la mesa, la gastronomía local despliega sabores que huelen a hogar: sopa de tomate, sopa de espárragos, sopa de patata; platos humildes pero llenos de carácter. Y para el postre, torrijas o sopa de almendras, dulces que resumen la tradición.
Las fiestas también saben a pueblo. En febrero, las celebraciones de San Blas encienden hogueras frente a la ermita, y las mujeres visten trajes típicos. Los carnavales de Montánchez, considerados los más antiguos de España, tienen su figura emblemática en el jurramacho, un personaje enmascarado que encarna la libertad y la sátira. La Semana Santa, por su parte, se vive con fervor y respeto.
Durante las fiestas patronales, los vecinos bajan en procesión a la Virgen de la Consolación desde el castillo hasta la iglesia de San Mateo. Es un momento de emoción compartida, de fe sencilla y sincera.
Un destino perfecto para este otoño
Cuando el verano se retira y el aire se vuelve dorado, el Castañar de Montánchez ofrece uno de los espectáculos naturales más hermosos de Extremadura. En la falda norte de la sierra, a pocos minutos del pueblo, se despliega este bosque singular, un pequeño milagro ecológico donde los castaños centenarios comparten espacio con robles, madroños y fresnos.
El recorrido comienza junto a la plaza de toros y asciende suavemente entre muros de piedra cubiertos de musgo. El castañar es una anomalía ecológica, un rincón atlántico dentro del paisaje mediterráneo. Gracias al microclima húmedo de la sierra, este bosque mantiene una biodiversidad excepcional. Entre sus ramas anidan búhos, mochuelos y rapaces menores; y en el suelo, las setas brotan tras las lluvias y llenan las cocinas locales de aromas otoñales.
El sendero invita a escuchar. Cada paso sobre las hojas secas produce un sonido distinto: el crujido nuevo de las que acaban de caer, el susurro blando de las que ya se hicieron tierra. Es un paseo de introspección, una oportunidad para reconectar con lo esencial.
Desde algunos claros se vislumbra la silueta del castillo vigilando el bosque, recordando que historia y naturaleza aquí no se enfrentan, sino que se abrazan. Al atardecer, la luz convierte el paisaje en una paleta de dorados, cobres y púrpuras. No hace falta épica para el otoño: basta con dejarse envolver por la calma.
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