Viajamos a la provincia de Soria para conocer uno de los pueblos más bonitos de España, Berlanga de Duero, una joya medieval que jugó un papel clave como vigía de la frontera entre los reinos cristianos y musulmanes primero, y después, entre castellanos y aragoneses. Situado sobre un cortado del río Escalote, este municipio es un punto emblemático de la ruta del destierro del Cid Campeador, que se puede hacer en bici o en coche. El legendario caballero medieval llegó a ser alcalde de la localidad, que le fue entregada por el rey Alfonso VI como premio a su compromiso con la Reconquista. 

Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, fue el primer alcalde de Berlanga de Duero, tal y como queda reflejado en una placa destacada en el Ayuntamiento. Aunque el título fue más bien honorífico, sí revela los profundos lazos históricos entre la figura del Cid y la localidad soriana. Las crónicas cuentan que desde aquí organizó diversas acciones militares y estableció alianzas clave para la reconquista de la región.

Berlanga de Duero, un punto estratégico de la frontera

Esta joya medieval, que fue un punto estratégico en la frontera del Duero está flanqueada por los restos del castillo y una enorme colegiata. El castillo de Berlanga de Duero se eleva en lo más alto del municipio. Del antiguo fortín musulmán no queda nada, pero si se conserva un castillo señorial tardomedieval, del siglo XV, construida por la familia Tovar, la fortaleza artillera, levantada en el siglo XVI. Bajo el castillo se encuentran los restos de la antigua muralla, que data del siglo XII y que fue completada en el siglo XIV por una segunda línea de defensa. La muralla rodea parcialmente la villa y conserva la Puerta de Aguilera, que fue en su momento el acceso principal.

La familia Tovar también mandó construir la colegiata de Santa María del Mercado, cuyas obras empezaron a mediados del siglo XVI, pero nunca llegaron a acabarse. Pese a ello, fue nombrada en 1931 Monumento Nacional y constituye uno de los mejores ejemplos de transición del gótico ojival a la arquitectura renacentista.

Su planta es tipo lonja, con una nave central que remata en un ábside poligonal, flanqueada por otras dos más estrechas y con menos altura. Este templo alberga un impresionante retablo mayor de estilo churrigueresco y una cripta con sepulcros de la nobleza local. El altar está presidido por una talla de la Virgen del Mercado, del siglo XII, procedente de una de las 10 iglesias que se tiraron para construir la colegiata.

Como curiosidad, el templo exhibe en una de sus puertas el 'lagarto de Fray Tomás', un caimán negro disecado, que trajo de Panamá fray Tomás de Berlanga en 1543 y que ofreció a la colegiata de su pueblo natal. El religioso fue el tercer obispo de Panamá, consejero de Carlos V y descubridor de las islas Galápagos.

También merece una visita el Palacio de los Marqueses de Berlanga, una muestra de la arquitectura renacentista que refleja el esplendor de la nobleza local. Fue declarado Bien de Interés Cultural en 1980 y contaba con unos jardines con terrazas ornamentales con motivos clásicos. Del esplendoroso edificio, sin embargo, solo se conserva la fachada principal y la entrada, ya que en 1811, durante la Guerra de la Independencia, fue incendiado por los soldados de Napoleón.

Otros puntos de interés son el rollo gótico o picota y la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, del siglo XVI. Asimismo, la ermita de San Baudelio de Berlanga, ubicada a pocos kilómetros de la villa, es conocida como 'la Capilla Sixtina del arte mozárabe', famosa por sus frescos medievales, que combinan influencias cristianas y musulmanas en una obra de arte única en su género.

El motín de Berlanga

El 16 de enero de 1911 los vecinos de Berlanga protagonizaron un importante levantamiento popular para conseguir leña con la que calentarse. El ayuntamiento de la localidad había cedido a la Unión Resinera Española 'La Resinera' la explotación de los montes municipales, entre ellos el de La Mata, el más extenso del municipio, lo que impedía que los berlangueses pudieran suministrarse de leña para cocinar y calentarse. En un invierno especialmente frío, unos quinientos vecinos, entre hombres, mujeres y chicos armados con hachas y útiles cortantes, se dirigieran a La Mata con la intención de conseguir leña como fuera, "por las buenas o por las malas", decían los más exaltados. Entre todos, consiguieron cortar más de mil árboles y su protesta provocó un cambio en la legislación forestal, dando privilegios a los habitantes de los pueblos con bosques madereros.