Confieso que la primera vez que oía hablar de “woke” pensaba que se estaban refiriendo a la cocina japonesa o a un plato hawaiano, o tal vez a alguna moda musical. Pero ahora he sabido que nada de eso, sino que se trata de una tendencia ideológica y cultural mucho más amplia. Aunque lo que aún no he conseguido decidir es si eso es bueno o es malo, si es halago o insulto. Y todavía continúo dándole vueltas.

Según la inefable Wikipedia, “woke” era un término nacido en Estados Unidos, con el que la comunidad afroamericana se refería a quienes luchaban contra el racismo, y que luego amplió su ámbito a quienes luchan contra otros tipos de discriminación, como la que sufren las personas LGTBI. Por su pare la IA nos remite a una doble vertiente del concepto: la definición de la corriente ideológica, y la crítica política a su supuesta falta de neutralidad. Y ahí es donde me empieza a explotar la cabeza.

Nuestra RAE tampoco es ajena al término, pero nos remite únicamente a la traducción literal de la palabra del inglés -“despierto”-y no dice que significa “concienciado/a”.  Y eso todavía me aclara menos, la verdad.

La cuestión parece tener que ver con lo que se ha dado en llamar “buenismo”, que, si atendemos a la etimología, sería la “calidad de bueno”, así que deberá ser algo estupendo, pero, atendiendo al tono de quienes emplean el término, parece ser lo contrario. Como si ser buena fuera malo, vaya. Algo así como lo políticamente correcto, que tendría que ser lo correctísimo, pero resulta que no lo es.

Como decía, me explota la cabeza. Porque, si partimos de la base de que, cuando “woke” se utiliza como insulto o desaprobación, la palabra alude a personas que se molestan con demasiada facilidad por temas de discriminación o racismo, me resulta difícil de comprender. ¿Se puede ser exageradamente antirracista o anti homófobo? ¿Hay grados en la postura de quienes abogan por la igualdad?

La respuesta lógica debería ser negativa. No se puede ser un poco antirracista o abogar por tener un poquito de igualdad, pero no pasarse. La igualdad es o no es, no caben medias tintas. Y la equidistancia aquí no es posible. Se mire como se mire.

El verdadero problema es que vivimos en una sociedad tan polarizada que las cosas han de ser blancas o negras, sin zonas grises. Y lo que es peor: las cosas son blancas o negras según quien las diga, independientemente del color que tengan en realidad. O sea, el “conmigo o contra mí” de toda la vida.

Pero es lo que hay. Hasta lo positivo se vuelve negativo según de donde venga. Y viceversa. Así que, entre nuestros propósitos para el nuevo año deberíamos incluir el dejar de ver las cosas en blanco y negro y pensar que el mundo está lleno no solo de zonas grises, sino de muchos más colores. Y que, como dijo Machado, “la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”. ¿O no?

SUSANA GISBERT
Fiscal y escritora (@gisb_sus)