Esta semana hemos sabido del asesinato de una mujer, cuyo cuerpo fue además de descuartizado y arrojado por partes a la basura. El presunto autor, su pareja.

Como no podía ser de otro modo, los medios han prestado una buena dosis de atención al hecho, tan escalofriante que podría dar para un guion de cine gore. Y ahí es, precisamente, donde quería ir a parar. Llama la atención y nos causa conmoción por las morbosas circunstancias del hecho, y ya no tanto por el horrible drama que subyace, el de una víctima más de violencia de género. La número 37, si las cuentas no fallan.

No sé si es una percepción mía, pero tengo la sensación de que no basta con que un hombre mate a su mujer para que se nos erice el vello. Ni siquiera basta con que mate a un hijo o hija. Nuestro umbral de tolerancia ha bajado tanto que necesitamos un plus, algo especialmente tremebundo para que se nos remuevan las tripas. Ya tuve esa impresión con la muerte de las pequeñas Anna y Olivia, asesinadas y arrojadas al mar por su propio padre para causar a la madre el más profundo de los sufrimientos. Y hoy la he confirmado. Por desgracia.

Hace un tiempo, siempre que había un asesinato de género, abría informativos, se hacían minutos de silencio en todas partes y se multiplicaba el impacto en redes sociales. Ahora, apenas se hace un minuto de silencio en el pueblo de la víctima, y la prensa le deja el hueco que otros temas de actualidad le permiten. Y las redes sociales, salvo excepciones, parecen interesadas en otros temas. La violencia de género ya no es actualidad, aunque sea el día a día de mujeres que luchan por su vida y por su dignidad en miles de hogares.

Ahora nuestras tragaderas se han anestesiado, y necesitan de un extra para removerlas. En este caso ha sido nada menos que un descuartizamiento, aunque ni por esas. No ha causado ni de lejos la conmoción que un hecho así hubiera ocasionado en otro tiempo.

No sé qué nos está pasando. ¿A dónde fue a parar la famosa tolerancia 0 de la que hacíamos gala y que parece haberse relajado de modo inexplicable?

Podría decir que hay que reaccionar porque la próxima podría ser nuestra madre, nuestra hermana, nuestra hija o nuestra amiga, y no mentiría. Pero hay que ir más allá. La violencia de género afecta a muchas más personas que las víctimas y su entorno, Nos afecta y empequeñece como sociedad. Ignorarla nos convierte en cómplices.