El pensamiento belicista se apodera de las élites europeas y en varios países, con la coartada de la amenaza rusa y la invasión de Ucrania, los gobiernos plantean reintroducir el servicio militar obligatorio. Malos tiempos para la paz y los pacifistas, para los tratados de desarme y no proliferación de armas nucleares, para la gente que quiere llevarse bien con sus vecinos de aquende y allende.
Durante muchos años la objeción de conciencia al servicio militar obligatorio estuvo castigada en España y en la mayoría de los países con penas de cárcel. A José Beunza, el primer objetor español encarcelado por negarse a ir a la mili, el compositor Cristóbal Halffter (1930-2021) le dedicó dos obras: Réquiem por la libertad imaginada (1971) y Gaudium et Spes-Beunza (1972).
Hoy mismo, en Rusia, a los que se niegan a ir a la guerra se les equipara casi con los desertores y se les encarcela o se les envía a morir en las primeras líneas de fuego.
En los países de obediencia islámica sometidos a la sharia los objetores y los desertores tienen un tratamiento similar al de los apóstatas.
En Inglaterra, Alemania y en algunos países nórdicos el proyecto de reintroducción del servicio militar obligatorio incluye la opción de un servicio civil sustitutorio para los que rechazan la imposición de aprender a matar y a manejar armamento.
En este siglo XXI nos hemos acostumbrado a hablar bastante de derechos y poco de deberes y obligaciones. Por eso urge abrir el debate sobre la conveniencia y utilidad de un servicio a la ciudadanía obligatorio y un servicio militar que ha de ser siempre voluntario y nunca impuesto por la coerción del Estado.
Resulta paradójico ver cómo los ultras y los libertarios gritan ¡libertad, carajo! y son los más feroces partidarios de la militarización de la sociedad, la mili obligatoria sin opción sustitutoria y otras lindezas belicistas.
La misma hipocresía o cinismo se da entre los integristas religiosos, obsesionados con el derecho a la vida de los no nacidos y partidarios de matar a todo ser humano que no piense como ellos. Los ejemplos los tenemos muy cerca en los genocidas de los ultraortodoxos judíos que apoyan a Netanyahu, los terroristas de Hamás, la iglesia ortodoxa que apoya a Putin o los ultras evangélicos que son partidarios de una guerra civil en Estados Unidos si no gana Trump las elecciones de noviembre.
Un servicio ciudadano universal actuaría como una escuela permanente de civismo para toda la población en una coyuntura como la actual en la que todas las causas positivas como la igualdad, el pacifismo, el ecologismo y la inclusión se ven acosadas por los negacionismos promovidos por la ultraderecha.
La concreción de los formatos y variantes de este servicio comunitario a la ciudadanía corresponde a las cámaras legislativas de las distintas naciones, pero el marco común para la UE debería aprobarse en el Parlamento Europeo.