Dada su conocida y lucrativa afición por la floricultura, podría haberse presentado como Marta Manostijeras y haber pedido que le trasladasen un par de ramillonetis de paniculata. O, en un giro aún más cómico de los acontecimientos, presentar como una frutera que encarga mover dos buenos melones. Pero no, la señora Ferrusola se dirigía al director de la banca Reig como si fuese la “madre superiora” que reclamaba enviar “dos misales a nuestra biblioteca del capellán de la parroquia”.

Todo este lenguaje de película de espías de baja estofa, más allá de lo ridículo que parece, choca por la conocida devoción cristiana de Marta Ferrusola. El uso del lenguaje cristiano en vano supone, a todas luces, una contradicción, más aún cuando lo que está ocultando es la vulneración del séptimo mandamiento que ordena aquello tan poco de moda como es lo de “no robarás”.

Sin embargo, no se ha montado ningún escándalo sobre este aspecto en concreto. Mucho menos desde las tribunas en las que, a la mínima contradicción de la izquierda, sacan la escopeta con la carga lista de antemano. No faltó quien se rasgase las vestiduras cuando a Ramón Espinar le pillaron metiendo mano en el carrito de las bebidas, surtiéndose de cocacolas mientras su partido defiende el boicot a la chispa de la vida. O el veto que tienen los socialistas para defender la escuela pública porque enseguida salta alguien en la bancada opuesta para criticar que algunos diputados usen su elevado sueldo para llevar a sus hijos a colegios de pago.

Quizás la razón esté en que en estos aspectos estamos ya curados de espanto. En Valencia, la trama Gürtel y, por presunta extensión, el Partido Popular se hicieron de oro con la visita del papa Benedicto XVI. Hasta el punto de que la Justicia está investigando si el expresidente de las Cortes valencianas, Juan Cotino, hombre de fe y misa diaria donde los haya, cobró por almacenar en sus terrenos las letrinas de la visita papal.

Y no es el único caso, porque, como desveló ELPLURAL.COM, hay aspectos menos religiosos pero igual de sagrados que la derecha no ha dudado en mancillar para sacar tajada. Como el fraccionamiento de contratos para adjudicar a dedo a la trama Gürtel la producción del homenaje a Miguel Ángel Blanco, el concejal del PP en Ermua que fue vilmente asesinado por ETA después de dos días de tortuoso secuestro.

Viendo los antecedentes, a lo mejor no existen tales contradicciones. Quizás es sólo que, en la pirámide trófica de los valores de la derecha, la punta está reservada para el poderoso caballero Don Dinero.