Las organizaciones de izquierdas se enfrentan a un momento crítico, uno que demanda no solo un cambio superficial, una rueda de prensa con preguntas, o una semana llenando de comunicados y disculpas a sus militantes y a la gente de la calle. El momento catártico que ha supuesto la noticia de las acusaciones a Íñigo Errejón ha sido la gota que ha colmado el vaso en la coherencia extrema que se le pedía a las organizaciones progresistas. Una coherencia que, si bien siempre se le pide a quienes proponen una sociedad distinta y pocas veces a otros.
Es lo que el pueblo demanda, y si vienen a representarlo, lo mínimo es tenerlo en cuenta. La reciente ola de cuestionamientos internos y externos ha puesto en el centro del debate a Más Madrid y a Sumar, pero hay quienes aprovecharán para ponerlo en cuestión todo. Al resto de organizaciones de izquierdas, a las ONG, a la política misma, incluso habrá quien se atreva a ir contra el propio feminismo. Hoy mismo Almeida publicaba un tuit burlándose de un movimiento feminista que no ha convocado manifestaciones tras el caso Errejón. No lo hizo porque pese a la mala gestión por parte de los partidos políticos del espectro de izquierdas, el acusado dimitió desde el primer momento, y nadie cuestionó el hecho.
La ausencia de manifestaciones no es una derrota, es una victoria y un avance del feminismo. La sociedad tiene la necesidad de construir organizaciones que no solo prediquen valores feministas y democráticos, sino que los vivan en su estructura misma y en sus prácticas diarias. La urgencia de crear culturas organizativas autocríticas y honestas en la que el reconocimiento de errores y la responsabilidad compartida puedan cimentar una confianza genuina en los proyectos progresistas ya no vale como horizonte a largo plazo, debe ser la prioridad número uno si no queremos que la próxima década sea la última de una sociedad que se pretendía igualitaria. El envejecimiento de “la nueva política” se aceleró desde el mismo nacimiento de Podemos.
Las clásicas contradicciones de la izquierda, las dinámicas de poder, los egos, las estructuras patriarcales, las escisiones y la creación de nuevos proyectos. Después, una extrema derecha que se hizo con el control de la hegemonía cultural, y el abandono de intentar recuperarla por parte del progresismo, nos ha traído hasta aquí. No hay forma buena de arreglarlo, no podemos volver a empezar y hacerlo mejor. Toca hacerse cargo y seguir caminando. Por si fuera poco, en los últimos años se ha vivido un desgaste de la política institucional, la gestión por parte de Podemos primero, y de Sumar después en las estructuras de poder estatales nos ha indicado que el coste político a largo plazo es mucho mayor al beneficio de unas pocas leyes a medias.
La cuestión palestina y el genocidio por parte del estado de Israel y la sensación de los ciudadanos de que no se puede parar, ha roto una confianza más. A la que le sigue la de la vivienda y la incapacidad de los poderes públicos de hacerse cargo de la realidad de la calle. El caso de acoso sexual por parte de un miembro fundador de las 3 opciones progresistas más importantes de este país es la puntilla que lo ha tirado todo por la borda de una vez por todas. Hay quienes no lo ven así, hay quien ve en el caso de Errejón un Me Too más, una cacería de hechos individuales hacia hombres que han agredido mujeres o que no se han sabido comportar, y que basta con unas dimisiones y un par de comunicados; o quizá una rueda de prensa sin preguntas, y que hoy paz y después gloria. Si alguien piensa esto, es que o bien no ha entendido nada del feminismo, o está muy preocupado en que la catarsis que se está dando fuera y que debe darse dentro de las organizaciones, se va a llevar por delante a mucha gente que no tiene dónde volver. Si es esto lo que está pasando, que caigan todos si hace falta, o que se aparten, pero la sociedad tiene que seguir avanzando hacia el futuro. Si no lo piensan bien y cometen este error serán arrollados por la historia, como cuando el ciclo del 15M se llevó por delante muchas viejas prácticas.
Aunque no lo parezca en semanas tristes como estas, se han realizado muchos avances sociales, después hubo retrocesos también, y ahora estamos a las puertas de volver a saltar hacia adelante de forma progresista, pero no va a ocurrir de forma mágica, hay que ser valientes. El feminismo lo es, señalando a los culpables e indicando el camino a seguir. La confianza pública no se recupera con declaraciones bien formuladas, ni gestiones de crisis de 72 horas y vuelta la burra al trigo. Sino mediante la verdad, el reconocimiento honesto de los fallos y un cambio comprometido. Más Madrid ha hecho muchas cosas mal, probablemente ni más ni menos que otras organizaciones progresistas, pero en los acontecimientos de las últimas horas ha dado un giro radical a las posturas a las que nos tenían acostumbrados los partidos políticos desde hace décadas. La importancia del último comunicado del que tenemos noticia no radica en las dimisiones, ni en la promesa del cambio, ni siquiera en el reconocimiento de las víctimas. Todo eso ya se había hecho antes. La novedad es el perdón, hacerse cargo de los errores y la reparación. No es nuevo que existan estas reivindicaciones, lo que lo hace extraordinario es que desde una organización se haya materializado en una comunicación pública de forma tan contundente y sin miedo a reconocerlo. No es suficiente, pero no es baladí.
Es obvio que para las víctimas de estos abusos o para mucha gente que ha perdido la confianza y que se ha sentido traicionada estos días no es suficiente, y llega tarde. Pero desde una perspectiva comparada ha sido el paso más valiente que ha dado una organización en los últimos años a nivel comunicativo. Era mucho más fácil señalar muchos más culpables, cortar unas cuantas cabezas, subir a otras que no lleven tantas mochilas, y sucumbir ante la necesidad de venganza de la sociedad cuando siente un dolor inmenso. No se puede juzgar a la gente por pedir más, pero la responsabilidad de crear una sociedad mejor conlleva no cargarse a las organizaciones que deben llevarlo a cabo.
Pero ya lo dije antes, esto solo debe ser el comienzo de algo nuevo. Es necesario seguir transitando ese camino. Quien piense que tras esto se puede dar una explicación rápida, establecer un par de protocolos y dar una patada hacia adelante debería retirarse ya, y si digo esto una segunda vez, es porque quizás haya mucha necesidad de soltar lastre en todas y cada una de las organizaciones que compusieron el ciclo de la nueva política. Todos los partidos políticos progresistas, pero sobre todo Más Madrid, por lo que conlleva ser quien mejor resultado obtiene en uno de los territorios más difíciles para la izquierda, tiene una misión titánica. Debe empezar a mirarse al espejo con humildad, reconociendo sus contradicciones y asumiendo sus errores sin reservas, no solo comunicándolas. Solo así, una organización puede sostener un liderazgo que inspire a sus miembros y a la ciudadanía. La crítica constructiva debe ser una constante, ya que la verdad siempre fortalece, aunque los cortoplacistas no lo tengan claro.
Es necesaria una revisión profunda de la identidad y el propósito de las organizaciones que pretendan hoy sobrevivir en estos tiempos de extremas derechas atacando por un lado, y un feminismo que nos interpela sobre todo a quienes somos progresistas por el otro. Y para ello debe priorizar la coherencia entre sus valores y sus acciones por encima de otros intereses a corto plazo. Un aspecto fundamental de esta transformación radica en la feminización y democratización de las organizaciones. Adoptar una estructura en la que se prioricen la colaboración, la escucha activa y la construcción conjunta de soluciones no debe ser una mera intención en sus estatutos. Se debe proveer de las herramientas y de un plan sistemático y muy detallado a medio-largo plazo para su transformación total.
Si no podemos transformar nuestras organizaciones, por lo que sea, cambiar el mundo va a suponer un pequeño escollo. Hagámonos cargo todos, todas y todes. El camino hacia una transformación auténtica exige dejar de lado la autocomplacencia y abrirse a la posibilidad de un cambio profundo. Más Madrid debe aceptar que su identidad como organización no es perfecta y que está en un proceso constante de aprendizaje. Si el caso de Íñigo Errejón te tira a un pozo, la organización debe "aprender a vivir dentro del pozo", es decir, aceptar y enfrentar sus limitaciones y contradicciones en lugar de ocultarlas.
En lugar de intentar escapar o ignorar los problemas, el cambio consiste en iluminarlos, que las galerías y el desarrollo de la construcción dentro del pozo se dirijan hacia una mina a cielo abierto, donde se respire mejor, y donde se invite de nuevo a la gente común a unirse a ese proyecto de transformación radical de la realidad. Se trata de no huir de los errores, sino de aprender de ellos y construir un espacio donde estos sirvan para crecer. Si se pretende ser distinto a otros que lo hicieron peor, y que tienen peores resultados, no vale parecer mejor o distinto, hay que serlo. La urgencia de esta transformación es clara: no es solo una cuestión de imagen, sino de valores y de justicia. Al abrazar la verdad, la autocrítica y el cambio estructural, las organizaciones tienen la oportunidad de reconstruirse como un proyecto que no solo inspire, sino que también se pueda hacer política en espacios más justos, inclusivos y honestos.
La apuesta por una estructura feminista y democrática no es un ideal inalcanzable, sino el único camino viable para construir organizaciones que estén a la altura de las expectativas de sus miembros y de la sociedad. Es imposible no estar triste y esperanzado a la vez en momentos como este, donde el golpe a las organizaciones de izquierda que han supuesto las acusaciones contra uno de sus fundadores, es a su vez una de las victorias feministas más importantes de las últimas décadas. Y que bien me recuerda a la ya clásica frase Zapatista: “para todos todo, nada para nosotros” que simboliza tan bien la importancia de la lucha colectiva por encima de los egos individuales, así como la capacidad de sacrificio tan denostada hoy. Las feministas van despacio porque apuntan lejos, pero avanzan con paso firme, tienen sus ritmos y sus formas, pero acabaran por enseñarnos un mundo nuevo, más justo y mejor.