El inspector jefe de la UDEF (Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal) Manuel Morocho, ha explicado esta semana ante el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, las infinitas trabas a las que ha tenido que enfrentarse en la investigación del caso Gürtel. Salvo encontrarse una cabeza de caballo en la cama, al inspector le ha sucedido todo lo imaginable con el objetivo de coaccionarlo e impedir que continuara con las pesquisas.

Desde intentar comprarlo ofreciéndole promociones y mejor sueldo, hasta pretender colarle en su unidad polícias al servicio del PP, pasando por cargarlo de trabajo para que no pudiera ocuparse del caso o amenazas del mísmiso ministro del interior del partido de Casado y Ayuso, que en ese momento era el angelical Jorge Fernández Díaz. Morocho lo ha aguantado todo y ha sido tanto, que el propio juez, que las habrá visto ya de todos los colores, no pudo dejar de escandalizarse: "Me deja usted un panorama desolador".

A la declaración de Manuel Morocho se ha unido la noticia, ¡Oh, sorpresa!, de que el Partido Popular, en su afán por ayudar a la justicia, borró las cámaras de la sede del PP, que identificaban a empresarios, como Villar Mir, portando maletines repletos de libros de filosofía y ética a los despachos de los responsables económicos del partido.

Por supuesto que Pablo Casado, que ocupa cargos directivos en el PP desde hace sólo 14 años, no tiene ni idea de todo esto, porque él es de naturaleza inocente y bonancible y se abstrae de lo que ocurre a su alrededor ante un simple espejo de baño. Claro, que también podría ser, si me permiten ustedes la maldad, que Casado esté al tanto de los tejemanejes de sus antecesores y que eso justifique, ante la avalancha de malas noticias judiciales que se le vienen encima, la prisa enfermiza que tiene por recuperar el gobierno.

Pero el motivo principal de las urgencias del PP por echar a Sánchez de la Moncloa, es la angustia existencial que tienen ante la posibilidad de que se les escape la oportunidad de controlar los 140.000 millones de euros de los fondos europeos que ya han comenzado a llenar las exhaustas arcas del estado. La de maletines de libros, piensan ellos, que se podrían comprar con ese dinero.