La televisión pública se ha rejuvenecido; felizmente ha apostado por renovarse y adaptarse a las necesidades y los requerimientos de la sociedad española, teniendo en cuenta el contexto político y social que estamos viviendo. Supongo que como buena parte de los españoles, llevo años acercándome lo menos posible a la televisión. Por higiene mental. A excepción de algunos programas míticos, como el que conduce Wyoming, acercarse a las televisiones privadas es un verdadero acto de heroicidad si se quiere seguir manteniendo las neuronas en su sitio.

En los últimos años el desquicie televisivo ha ido en aumento, convirtiéndose en un escaparate de banalidad, de expansión de bulos, cuando no de cotilleos soeces y, lo que es muchísimo peor, de un evidente, descarado y repugnante blanqueo del fascismo que está comprometiendo gravemente a nuestro sistema democrático; a favor de las derechas y extremas, que tanto monta a día de hoy. Recordemos que la inmensa mayoría de las televisiones privadas están en manos de grupos empresariales de las derechas, unas derechas, como digo, cada día trabajan más a favor del autoritarismo y contra la democracia.

Llevamos ya muchos años asistiendo a espectáculos deplorables en esas televisiones (casi todas), a programas psicopáticos donde se premia el mal gusto, la agresividad, la violencia verbal e incluso física; concursos donde se maltrata psíquica y físicamente a los participantes, o, incluso, se les somete a tortura afectiva y emocional. Nos han habituado a los gritos, a la agresividad, a la falta de respeto en tertulias y debates, a tener que soportar a intolerantes que vomitan sus bulos y sus falsos argumentos a base de vociferar y de agredir moralmente al adversario, sin ninguna duda a cambio de dinero o beneficios varios de las derechas y extremas (que ese tipo de personas no hacen nada gratis).

La sociedad española ha aprendido a normalizar el abuso, la propaganda política de la peor calaña, y, en definitiva, a aceptar como válidas las técnicas psicopáticas (mentiras, manipulación, agresividad, coacción, violencia psíquica, verbal e intelectual, etc.) que convierten a esos supuestos medios de comunicación en tribunas mediáticas indecentes en las que no se practica el periodismo sino el matonismo y el acoso y derribo de todo lo que huela a integridad, decencia y democracia. Por eso es una falacia y una enorme falsedad ese mantra que estamos escuchando continuamente de la “polarización” política en España. No es verdad. Unos están ultra polarizados, y otros se están defendiendo de los “polarizadores”.

Partido Popular y Vox, y sus adláteres mediáticos, no dejan de atacar a la democracia, a un presidente democrático que está luchando incansable por mejorar las condiciones de la gente de este país, por mantener a flote una democracia absolutamente mermada y desgastada, por parte de esos mismos que quieren tener el poder a costa de lo que sea. No es polarización, no. Es acoso, intimidación, persecución y matonismo.

En medio de este contexto vergonzoso e inasumible, la televisión pública ha optado, finalmente, por defender a los españoles de la información falsa y de un acoso mediático sin precedentes (bueno sí, la repugnante propaganda franquista). El cambio de rumbo se ha producido en los últimos meses, desde que José Pablo López tomó posesión como nuevo presidente de  RTVE a finales de 2024. El cambio ha sido clamoroso. Se ha convertido a la televisión pública en lo que tiene que ser, un bastión más de defensa de la democracia. Se han tomado medidas contundentes contra la desinformación y los bulos que se vierten continuamente, en informativos y en tertulias de actualidad, en las cadenas privadas, y se ha pasado a narrar la actualidad, con objetividad y sin reservas ni disimulos que empañan la verdad;  haciendo frente a manipulaciones, mentiras y a tanto bulo que las derechas vierten.

Igualmente la nueva RTVE, en ese afán de información veraz, ha optado por la cultura,  programando, entre otras muchas cosas, documentales sobre la historia española reciente. Ha dado un nuevo enfoque, más actual y mucho más interesante, a los programas de entretenimiento inteligente, con conductores de primerísima línea, como Marc Giró o Buenafuente. Muy especialmente ha creado magazines específicos de noticias, como Malas Lenguas o Directo al grano, destinados a desenmascarar y desdecir las mentiras de la maquinaria mediática de bulos de las derechas, para ofrecer a los usuarios la verdad tal cual es; es decir, para informar de verdad, en el ejercicio de la maravillosa profesión del periodismo, dejando en su bajísimo lugar a una profesión muy diferente, la de desinformador  a sueldo. No es extraño que las derechas hablen de destruir, si llegan al poder, esta entidad “con lanzallamas o motosierras”, tan “comedidos” y tan cristianos ellos.

En la carta que López envió a los trabajadores cuando se hizo cargo del ente público, solicitó un “punto de inconformismo” y planteó la necesidad de que la televisión pública no quedara rezagada a la sombra de las privadas, lo cual le honra, porque, como escribió Oscar Wilde, sin rebeldía, la mayor virtud del hombre, no hay progreso, y, como expresó Camus en L,homme révolté (El hombre rebelde, 1951), la única manera de lidiar con un mundo oprimido es actuar de un modo libre y rebelde. Ese “punto de inconformismo” era, pues, absolutamente justo y necesario.

Coral Bravo es Doctora en Filología