Quienes, por no haber vivido la transición o carecer de información sobre lo ocurrido en aquella época, escuchen o lean lo que se afirma estos días con extrema reiteración en los medios de comunicación, pueden llegar a pensar que Adolfo Suárez fue el artífice de nuestra democracia. Se equivocan, los padres de la democracia son los cientos de miles de ciudadanos que, enfrentándose al régimen franquista, lucharon durante décadas por conseguirla, y muchos de ellos cayeron en el intento o sufrieron la cárcel durante la dictadura.

No cuestiono el mérito que, por su carácter dialogante, haya podido tener Adolfo Suárez durante su etapa como presidente del gobierno, pero su éxito parte de su habilidad para cambiarse de chaqueta en el momento más oportuno. Antes de la muerte de Franco era un colaborador activo de la dictadura, y no se le conoce un solo escrito ni declaración anterior al 20 de noviembre de 1975 en defensa de la democracia y las libertades ciudadanas. Desde finales de los años 50 desempeñó diferentes cargos dentro de las estructuras del franquismo de la mano de Herrero Tejedor, pasando a formar parte en 1958 de la Secretaría General del Movimiento, algo así como el partido único en un regímen fascista; siendo nombrado a dedo procurador en Cortes por Ávila en 1967, y ostentando el cargo posteriormente de gobernador civil de Segovia. Y desde el año 1969 hasta el 1973, periodo en el que ejerció el cargo de Director General de Radio y Televisión, no se le recuerda que hubiese promocionado o permitido algún programa en defensa de los principios democráticos.

Por entonces, mientras que Adolfo Suárez gozaba de una posición acomodada en el franquismo, con pertenencia activa en la Falange, decenas de miles de ciudadanos, que luchaban contra la dictadura y en favor de la instauración de las libertades democráticas, eran reprimidos por sus ideas, y muchos de ellos encarcelados por decisión del Tribunal de Orden Público. Por poner algún ejemplo, recuerdo en los primeros años de la década de los 70 el proceso 1001, en el que fueron encarcelados destacados miembros de Comisiones Obreras, con Marcelino Camacho a la cabeza, que fue condenado a 20 años de cárcel, si bien posteriormente el Tribunal Supremo le rebajó la pena a 6 años; y todo ello por querer pensar en libertad y defender los derechos de los trabajadores.

Que nadie se olvide, fue la lucha en la calle, en las fábricas y en la clandestinidad la que trajo la democracia a nuestro país. Y solo cuando en las elecciones generales de 1977 la izquierda se equiparó en votos a la derecha, surgió el diálogo de verdad, eso sí, encabezado por Adolfo Suárez. Méritos tiene, pero los justos.

Por eso, cuando estos días todos, incluso quienes le traicionaron, por motivos en muchos casos espurios, quieren convertirse en los herederos de sus méritos, deben saber que también han de asumir su historia, aquella que vivió junto al franquismo más recalcitrante.

Fernando de Silva es abogado y autor del blog SInLaVeniA