Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, ha apostado por intentar conseguir la mayoría absoluta en unas nuevas elecciones. Sería el resultado final de cinco meses en que hemos asistido como espectadores con el alma en vilo ante una partida casi imposible. El líder socialista manifestó, en una entrevista en La Sexta, su disgusto por no haber conseguido llegar a un acuerdo programático. Pero al menos, según explicó, los ciudadanos tienen las cosas más claras. Saben cuántas veces ha impedido el partido de Pablo Iglesias la formación de Gobierno progresista y conocen la relación de Ciudadanos con la ultraderecha de Vox –la propia Begoña Villacís, líder de los naranjas en Madrid, acaba de declarar que no se siente incómoda por depender del partido de Santiago Abascal-.

Sánchez dijo que podría ser ahora presidente, pero un presidente preocupado por la bisoñez de Unidas Podemos en áreas clave como Hacienda o Transición Ecológica, o que el mismo día de la entrevista se habría producido una crisis de gobierno, ante la decisión de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de Barcelona en Comú, de convocar protestas, si la sentencia del procés es condenatoria.

Por supuesto, Iglesias ya ha acusado a Sánchez de mentir y su compañera de partido, Irene Montero, ha protestado: “Si sólo quisiéramos sillones, yo sería vicepresidenta. Queremos cambiar la vida de la gente”.

Parece que no lo quisieron con suficiente empeño, porque estamos en el punto en que estamos. Con un promedio de sondeos que dan un 31% de los votos al PSOE para la próxima cita electoral, seguido de lejos por el resto de fuerzas políticas. Ello supondría algunos escaños más para los socialistas. Pero en el horizonte se perfila la nube negra de la abstención, a causa del disgusto de los votantes ante los desatinos entre las dos fuerzas de izquierda. Y esto no permite tener una idea clara de lo que puede pasar.

Con la amenaza pendiente, además, de la influencia directa de la ultraderecha en el Gobierno de la nación, si sus socios PP y Ciudadanos llegaran al poder. Para imaginar ese tenebroso futuro, no hay más que ver a los concejales de Vox del Ayuntamiento de Madrid, reventando este jueves una concentración contra un asesinato machista y el ten con ten, melifluo en las formas, del popular José Luis Martínez Almeida, que intentaba aplacarlos afirmando su postura "en contra de la ideología de género y el feminismo del 8-M".

La apuesta de Sánchez es, por tanto, arriesgada. Es consciente de ello y por eso recordó el riesgo de que sea la derecha quien aborde la gestión de la desaceleración económica que ya se anuncia, recordando que cuando ha gobernado el PP en otra situación de crisis, “hemos visto recortes, precariedad, una reforma laboral que ha devaluado los salarios… No quiero eso para mi país". Su planteamiento, explicó, consiste en combinar la ortodoxia con las recetas progresistas. Esperemos que la apuesta salga bien.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com

@enricsopena