Dice Jordi Pujol en el libro que se acaba de presentar “Entre el dolor i la esperança”, que pide perdón con ánimo de asumir errores personales, que vive con rabia y vergüenza, que se ocupó antes de Cataluña que de sus asuntos, que los encargó a otros y no controló. Asegura que el patrimonio propio disminuyó a partir de la política, que lo que tenía en el extranjero, nunca lo utilizó y que no es un corrupto.  

Así se ha vuelto a expresar Pujol, como ya hizo hace siete años, en 2014, insistiendo en que su familia había ocultado a Hacienda en cuentas de bancas andorranas hasta cuatro millones de euros. Es decir, él no fue culpable porque estaba íntegramente dedicado a construir la nueva Cataluña. El libro, pues, supone un anticipo de lo que, en breve, serán sus declaraciones ante la Justicia.

Es decir, él no delinquió “porque es una persona honrada” como dijo solemnemente en el Parlament Catalunya. Ocurrió que no controló suficientemente a su entorno. Un pecadillo de menor cuantía. Pero lo cierto es que tales golpes de pecho no coinciden en absoluto con el escrito de acusación de la hasta hace un mes teniente fiscal anticorrupción, Belén Suárez, que, en un amplísimo documento fechado este 5 de mayo expone que la familia Pujol contaba con 50 millones de euros distribuidos en diferentes paraísos fiscales. Y que el propio Pujol Soley guardaba en Andorra 2 millones. 

La fiscal desglosa un entramado de traspasos y tejemanejes millonarios entre unas y otras cuentas repartidas entre diversos países, que tienen como protagonistas a distintos miembros de la sagrada familia como les llamaban los responsables del banco andorrano.  El dinero no entendía de fronteras: euros, dólares, marcos alemanes y libras esterlinas sumaban en el montaje económico del clan. La fiscal Belén Suárez considera que, por tales tropelías, cada miembro de la familia debe pagar con cinco años de cárcel y una multa en función de lo ocultado fuera de España, y el hijo mayor, Jordi Pujol Ferrusola, muchísimo más.

Lo que afirma con todo detalle el Ministerio Fiscal es que el matrimonio Jordi Pujol Soley y Marta Ferrusola Lladós, así como todos sus hijos, fueron titulares de cuentas bancarias en Andorra, inicialmente en el Andbank. En 2010 todos transfirieron el dinero que tenían en esa entidad financiera a la Banca Privada de Andorra (BPA), a excepción de la acusada Mercè Gironès (que estuvo casada con el hijo mayor, Jordi, y que hoy en Barcelona sigue encontrando rechazos por haber contribuido a divulgar determinadas tropelías de la sagrada familia).

En 2014, los fondos depositados en las cuentas de la Banca Privada de Andorra “se regularizaron en parte ante la Hacienda pública española y otros desaparecieron mediante transferencias a México”, precisa el informe de la fiscal. Esta acción coincide en las fechas con la confesión pública del ex President, Jordi Pujol, sobre las cuentas secretas en Andorra, que apuntó claramente a una maniobra de la defensa. El relato de los interminables movimientos del dinero delatan una sofisticada ingeniería financiera que a los investigadores les ha debido costar un triunfo reconstruir. 

En el libro,Pujol también habla de sus hijos. Dice que algunos amigos le aconsejaron que no les responsabilizara de las decisiones de su padre, pero considera que es su culpa por no estar presente al frente de la familia, dada su gran actividad política. Una coartada habitual en la delincuencia de otros que también se han beneficiado de tal tarea. Dedicarse a la cosa pública es una decisión personal, pero si se opta voluntariamente por esa tarea, debe hacerse con todas sus consecuencias.

Si Jordi Pujol quiere expiar sus pecados, que empiece por devolver el dinero, y luego, lo que diga el juez.