Más respetados por el fuego que por Moreno Bonilla. Así describen muchos bomberos forestales del INFOCA la situación que viven: capaces de enfrentarse a temperaturas insoportables, a vientos cambiantes y a muros de llamas de decenas de metros, pero desalojados del Parlamento andaluz cuando exponen reivindicaciones laborales que consideran básicas para desempeñar su trabajo.
Esa imagen de los bomberos forestales expulsados del Hospital de las Cinco Llagas, sede de la soberanía andaluza, simboliza para ellos la forma de gobernar de Moreno Bonilla: elogios en verano para la foto y portazos en otoño cuando toca cumplir con derechos laborales, estabilidad y condiciones dignas.
En el PP, lejos de abrir un mínimo espacio de diálogo, han optado por presentar una queja contra tres parlamentarios de la oposición de izquierdas por, supuestamente, permitir la protesta de los bomberos forestales dentro del Parlamento. Una reacción desproporcionada que transmite más nerviosismo político que preocupación real por resolver el conflicto, como si el Gobierno andaluz quisiera convertir la Cámara en un búnker y a la oposición en un problema por simplemente dar voz a trabajadores que reclaman derechos básicos.
Los bomberos forestales realizan un trabajo excepcionalmente duro. Muchos llevan años asumiendo riesgos que pocos ciudadanos imaginan: noches sin dormir, turnos de veinte horas, inhalación de humo, golpes de calor, caídas en barrancos, cambios bruscos del fuego. Y aun así, acuden, incluso cuando los equipos no son los más modernos o el viento juega en contra. Su sentido del deber está fuera de duda.
En verano, cuando los incendios arrasan montes y amenazan pueblos, el Ejecutivo del PP los llama “héroes”. Pero cuando llega noviembre y recuerdan al consejero Antonio Sanz su promesa de mantener al 100% la plantilla todo el año, reconocer la antigüedad o renovar equipos caducados, la respuesta no es diálogo sino la expulsión.
La gravedad, según sostienen los sindicatos, no está solo en sacarlos del Parlamento, sino en lo que representa: Una Junta que presume de dispositivo, pero que ni este verano fue capaz de mantenerlo completo. Aseguran de que el año pasado fue el peor dispositivo INFOCA en dos décadas: retenes incompletos, vehículos obsoletos, EPIs caducados y plantilla envejecida sin relevo generacional. Mientras tanto, la Junta insiste en una propaganda que no se corresponde con la realidad operativa.
Los bomberos forestales reclaman derechos básicos: el complemento de antigüedad comprometido hace dos años, un dispositivo activo los doce meses, vehículos adecuados, EPIs seguros, plantillas completas y estabilidad laboral mínima.
La presencia de toda la plantilla todo el año es, para ellos, una cuestión técnica: la prevención se hace en invierno. Según denuncian los sindicatos y publica Diario de Sevilla, más de 850 profesionales —entre personal de refuerzo y fijos discontinuos— han visto finalizar sus contratos este otoño, dejando a Andalucía con un dispositivo mermado justo cuando deberían iniciarse las labores de preparación de la campaña siguiente. Un modelo que se desactiva cuando empieza la tarea más estratégica es, simplemente, un modelo fallido.
Los propios sindicatos lo han dicho: este año el dispositivo no ha estado al 100% ni siquiera en los meses de máximo riesgo. Ha habido retenes donde faltaban dos o tres efectivos, vehículos pesados contra incendios con solo un bombero forestal cuando deberían ir dos, puestos de vigilancia cerrados y cuadrillas incompletas. También denuncian falta de relevo generacional y un aumento de la subcontratación para cubrir carencias de personal.
Los sindicatos UGT, CGT, CCOO, UITA, CSIF, SIBFI y el Movimiento INFOCA coinciden en que el retroceso compromete la continuidad de un servicio históricamente referente en España. Sus denuncias son laborales y operativas, no partidistas. Cuando una plantilla afirma trabajar con EPIs caducados, vehículos inadecuados y bases con problemas de higiene, lo lógico -insisten- es abrir diálogo, no impedir su presencia en el Parlamento.
La respuesta del Gobierno andaluz ha sido siempre la misma: negar la evidencia y multiplicar los discursos triunfalistas. Pero la realidad no se apaga con propaganda. La realidad es que el INFOCA ha sufrido un deterioro institucional incompatible con la dimensión del desafío climático. Incendios más intensos, más largos, más impredecibles… y una administración que reduce personal, improvisa y desatiende.
Tampoco conviene olvidar otro dato político relevante: durante algunos de los incendios más graves de este verano, Moreno Bonilla no apareció. No estuvo en los puestos de mando, ni en las zonas afectadas, ni acompañando a los equipos. Desapareció para reaparecer semanas más tarde para ferias y toros.
Las manifestaciones celebradas bajo el lema “Infoca no se vende, se lucha y se defiende” muestran la profundidad del malestar. Reclaman estabilidad, medios adecuados, vehículos seguros, torres de vigilancia operativas y conciliación familiar. Nada de eso es extraordinario: son condiciones estándar en cualquier cuerpo de emergencia moderno.
También reclaman respecto a la tasa de reposición para evitar el envejecimiento de la plantilla. Un dispositivo que se enfrenta a riesgos extremos no puede depender de contratos precarios ni funcionar a base de “parches”. El capital humano del INFOCA es su principal herramienta de eficacia. Si se pierde, no se recupera en dos meses.
Es normal, y saludable democráticamente, que estos profesionales entren en el Parlamento a reclamar lo que es suyo. Lo anormal es que un presidente del Parlamento como Jesús Aguirre ordene su expulsión, como si el problema fuera el ruido de una protesta y no la desesperación de este colectivo. ¿Es que a Moreno Bonilla y a Aguirre no les gustan los trabajadores que reivindican sus derechos? ¿O simplemente les incomoda que su relato se vea desmentido por la realidad?
No se puede llamar héroes a quienes después se abandona. No se puede presumir de dispositivo mientras se recorta. No se puede pedirles que lo den todo ante las llamas mientras la administración les da la espalda. Cuidar lo público no es un eslogan: es la diferencia entre quien protege a quienes lo protegen… y quienes los dejan solos frente al fuego.
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